lunes, 20 de agosto de 2012

La justicia de Hamlet y Econoinvest

Alejandro Oliveros (*)


                                                                         Para NS, quien me animó a escribirlo


A comienzos del tercer acto de Hamlet, el malestar del Príncipe de Dinamarca, ante su incapacidad para llevar a cabo la venganza que le ha sido encomendada, alcanza niveles insoportables. En el más difundido de los soliloquios del teatro occidental, el atormentado protagonista enumera las  graves afrentas a las que el hombre puede ser expuesto. Habla de los abusos del opresor, los azotes y burlas de la edad, los castigos de un amor ingrato, la insolencia del poder, los insultos del indigno o el desprecio del orgulloso.
En segundo lugar, menciona la “tardanza de la justicia”, “the law”s elay”. El noble heredero, hasta donde sabemos, nunca estuvo preso. Y, ciertamente, no es necesario haber estado detenido para presumir que la privación de la libertad, como la enfermedad o la desaparición física, es una de esas “situaciones límites”, origen de toda filosofía, de las que hablaba el existencialismo de Karl Jaspers.
 La ausencia de libertad puede ser resultado de una transgresión o de un error de los organismos de seguridad. Para enfrentar ambas contingencias, la sociedad inventó las leyes. De acuerdo con la gravedad de la falta, o en su ausencia, las instituciones preveían el tiempo de detención del individuo o su liberación. Tempranamente, el legislador entendió que la justicia, como puro sustantivo, no era suficiente.
 En uno de los pocos casos en los cuales la adjetivación es inobjetable, se agregó que la justicia tenía que ser “rápida”. Y esta es la esencia de la existencia de la justicia, que no se demore, que sea oportuna.
Cada hora, para no decir día, que la justicia tarde en llegar, se convierte en una negación de sí misma, desmiente su esencia, es un parapeto, letra muerta, negro inútil sobre el blanco de la página.
 La justicia es una forma de medicina y, como ésta, su valor radica en llegar a tiempo. Lo que está en juego no es un campeonato de dominó, hablamos de la vida de un hombre, de los hombres.
 Recuerdo al torturado príncipe danés, al enterarme del injustificado, e injustificable, aplazamiento, hace un par de días, del juicio al que tenían que ser presentados cuatro amigos, que fueran, también, mis alumnos durante varios años. De nada parecen ser culpables Herman Sifontes, Ernesto Rangel, Miguel Osío Z. y Juan Carlos Carvallo. Pero, y hay que recordarlo, nunca la inocencia es suficiente en un régimen con vocación totalitaria.
En sánscrito, la madre de todas las lenguas indo-europeas, que son las nuestras, justicia y bienestar tienen parecida etimología. La ausencia de la primera niega cualquier reflexión sobre la felicidad, las más legítimas y sanas de nuestras aspiraciones, como propuso, con lucidez relegada el buen Epicuro.
 Esto lo sabía Shakespeare, ciudadano de un Estado absolutista e irrefutable, y se lo recordó a sus contemporáneos a través del melancólico heredero del reino de Dinamarca. Sin la corona, las fronteras entre absolutismo y totalitarismo son las más borrosas.
A nadie, en ninguno de los dos sectores de la sociedad venezolana, salvo a los sectarios más recalcitrantes, quienes no cuentan más allá que las criaturas del establo, escapa la percepción según la cual Herman, Ernesto, Miguel y Juan Carlos, son los chivos expiatorios de errores ajenos, las víctimas de sórdidas intrigas cortesanas, codicias impensables y malsanas envidias.
Es lo único que explica los 730 días de detención no poco cruel y abusiva. Hablan los acusadores, cada vez con menos convicción de supuestas violaciones a la ley, de componendas sin ética y maniobras ilegales. Como siempre con los que no tienen razón, los fiscales se salen de contexto, no les importa lo importante, desestiman lo que cuenta y dan vuelta fuera del eje.
 Dejan de lado lo que no puede ser soslayado. Como que a la empresa de cuya directiva forman parte los imputados, Econoinvest, Venezuela le debe el más generoso estímulo al fomento de las actividades culturales de la última década. No es lo más frecuente que una institución privada destine, sin fines de lucro, parte de sus fondos a la publicación y distribución de más de cien libros de la mejor literatura venezolana.
O que, durante una docena de años, se haya dedicado a la recuperación  y conservación de la memoria fotográfica de un país sin ningún  tipo de memoria. No deben ser muchas las instituciones culturales que no se hayan visto estimuladas por estos aportes. Y menos aún nuestras casas universitarias, públicas o no. Pero de estas actividades no quieren oír hablar los inquisidores.
Les resulta impensable una gestión signada por el altruismo y la filantropía. Solo los mantiene en pie la promesa borrosa de un futuro cómodo en el desesperado oficio de perseguidores. Padecen de glaucoma, no tienen mirada lateral, solo ven lo que tienen delante y lo miran con los ojos cansados y extraviados de sus capataces.
No tienen mirada lateral, solo ven de frente y nos es mucho lo que les dejan ver en su triste papel de acólitos. Niegan todo lo que sea verdad, alimentan las versiones más deslatadas y creen factible el desprecio a las convenciones jurídicas locales y universales.
 De la manera más arbitraria e insensata, pretenden desconocer principios consagrados en el derecho universal. El atropello a los cuatro amigos ha ingresado con honores mentidos a la historia universal de la infamia. Al menos así lo ha reconocido la Comisión para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas.
Lauren Bacall En Todo Su Esplendor

Tengo como una de las noches más brillantes de mi vida, aquella en el frío diciembre neoyorquino, a comienzos de los ochenta. En la sala de la Asamblea General de la  ONU se conmemoraba un año más de la Declaración de los Derechos Humanos. Después de escuchar el recital de una de las orquestas más ajustadas de su tiempo, la de la Capilla Estatal de Dresde, y todavía con las notas de la Cuarta Sinfonía de Bruckner brillando como luciérnagas en el espléndido espacio, apareció Lauren Bacall en todo su esplendor legendario para leer, con su voz nocturna como un himno de Novalis, la bien conocida declaración, en cuya escritura participaron notables poetas y escritores.
 Lo que la Bacall nos leía, con no imperceptible emoción, era el fundamento de toda sociedad humana decente, las premisas de todo humanismo, la justificación de la vida en polis, la refutación de todo tipo de totalitarismo, tropical o nórdico. Se refería a la necesidad existencial de ser libres, de vivir “en situación” de libertad.
Los que administran lo poco que queda de justicia en Venezuela, deberían volver sobre este texto fundador. Cada día que se sume a estas 730 jornadas infames, de crueldad despreciable, se cargarán a la cuenta de alguien. No prescriben este tipo de violaciones. La fortuna es una dama ciega montada en una rueda inestable. Los que están arriba, los que están abajo. “No me preguntes por quién doblan las campanas”.

Publicado originalmente en "El Carabobeño"

(*) Poeta, ensayista y profesor universitario venezolano

miércoles, 8 de agosto de 2012

LA CIUDADANÍA COMO ÁNIMA SOCIAL



            Es un título extraño en un  país donde se nos requiere la conducta heroica de un Libertador que nace una vez por siglo para reivindicar su tarea, encarnado en los gobernantes uniformados y totalitarios que han sacrificado a Venezuela de una manera despiadada, ocultando su corrupción en proyectos redentores.

            La ciudadanía como proyecto indispensable se me aparece como problema  a raíz de un discurso pronunciado por Luis Castro Leiva con motivo de una fiesta patria en sesión solemne del Congreso Nacional hace ya varios años, cuando reclamaba como una necesidad el ser buenos ciudadanos. Desde este discurso se me ha hecho presente una consigna irreverente pero a mi entender indispensable: “No hay que ser patriota ni bolivariano, basta con ser un buen ciudadano”.

            Esto quisiera combinarlo con el título y el contenido de una obra del psicólogo  Luis López Pedraza: Nuestra cultura tecnológica y mercantil nos obliga a ser exitosos, lo que nos  hace fundar la vida en los logros. La permanente contradicción entre los esperado y lo alcanzado, genera una ansiedad cultural, característica de nuestros tiempos.

            Desde el corazón de esta ansiedad cultural que nos obliga a ser exitosos es desde donde se nos hace posible admitir la exigencia de un patriotismo heroico. Pero hay un precio elevado que debe pagarse por esta ambición de ser diferentes y únicos, que es el abandono de nuestra vida cotidiana que se convierte en una pesada carga opuesta al individualismo pregonado como una conquista del pensamiento moderno e insertado como un éxito de la revolución tecnológica.

            A esta ambición  heroica del reto individualista que sirve tan generosamente a la lógica del mercado, se corresponde la imposibilidad de aceptar una nación o una patria o simplemente una comunidad, ya que estas  solo se generan en base a los intereses comunes espontáneos que se van dando en la vida diaria.

            Esos intereses comunes espontáneos son imposibles de lograr de manera saludable fuera del ámbito de la fraternidad, forma privilegiada de vivir la paz. La gesta heroica se produce siempre en medio de la violencia, es llevada a los extremos de un “decreto de guerra a muerta” o de una guerra de “tierra arrasada”, que en el caso de Venezuela solo logró acabar con la identidad sin lograr la independencia que solo fue buscada, como suele ocurrir en cualquier guerra, para defender privilegios disfrazados de derechos, tal como se desprende en el estudio de la ideología de nuestra independencia contenida en el discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Historia de Elías Pino Iturrieta: “Una nueva lectura de la Carta de Jamaica”.

            Salvo pequeños oasis de gobiernos civilistas, no hemos podido superar los esquemas de gobierno de las viejas monarquías de los reyes guerreros y conquistadores. En la gestión de la vida republicana posterior a la independencia, cuando se consumó la separación política de España,  no se logró emprender una separación institucional de las formas monárquicas de gobierno, idea sostenida por historiadores actuales. La guerra no funda repúblicas, solo conquista territorios y voluntades, el resto de la tarea queda en manos de los ciudadanos quienes deben configurar con sus acciones espontáneas y su vida cotidiana la forma de la sociedad.

            Estas pretensiones heroicas de los gobernantes se han llevado hasta los extremos ridículos de pretender una parentela sanguínea o racial con Bolívar, emulando lo que ocurre en las anticuadas, onerosas y poco significativas familias nobiliarias de Europa y se trata de formar parte de de una línea genética que nada tiene de ejemplar en los ancestros y en las sucesiones, tal como se pone de manifiesto en los hallazgos irreverentes de algunos historiadores actuales de Venezuela que han logrado traspasar los gruesos muros de la mitología. No nos extraña entonces que se pretenda relacionar al Libertador con “maisanta”.

            El problema no es Bolívar sino el pretexto de su imagen para fabricar nuevas independencias o ejecutar las logradas en el pensamiento del prócer y aún no ejecutadas. Se trata de conceptualizar los objetivos del ser humano corriente, a quien se le pide una conducta abstracta y contradictoria ya que por otro lado  se encuentra con que solo puede vivir de una manera armónica consigo mismo dentro de la racionalidad de la vida cotidiana.

            No podemos pedir desarrollo de valores morales en el ambiente permanente de la guerra, es muy difícil construir la trascendencia en el desarrollo de situaciones de excepción, no se da el entendimiento humano en la confrontación fanática que nos pide triunfar o morir.

            El ejemplo más permanente e ilustrativo de este postulado es el contenido espontáneo de la vida de los grandes hombres y mujeres de la paz, sus logros son los de la compasión y la misericordia, padecer con el otro y sentir con el mismo corazón del otro, lo que solo es posible en la vida fraterna. En una sociedad competitiva de los grandes logros, se desvanece la presencia del otro  y se pierde la trascendencia, ya que se permanece encerrado en sí mismo y no se da nada y a nadie fuera de sí. En este ambiente se pierde la esperanza, porque encerrado solo en lo que soy ahora, en lo que he logrado, no dependo del pasado y la certeza del futuro es tensa y angustiosa.

            Cuando hablo de la ciudadanía estoy hablando de la necesidad de una reconciliación humana, no de los factores de poder, estos siempre defenderán intereses y no quieren las coincidencias, siempre estarán en el ambiente de la guerra. Esta ha sido la manera tradicional de obtener y defender los privilegios y los intereses, o con las armas o con el poder del dinero.

            Solo la reconciliación humana nos permite salvar los escollos que nos atormentan y que no son menores en otros sitios donde se logra el progreso numérico material, pero a la par aumentan los padecimientos de las personas y no solo con la pobreza sino con todas las formas de dominación y humillación que inventa la maldad humana.

            Hay un libro corto, pero muy lindo de Desmond Tutu, arzobispo surafricano: “Dios tiene un sueño” escrito después de las primeras elecciones libres e igualitarias que acabaron con el “apartheid” donde narra las experiencias de los que habían participado en la prolongación del poder colonial, cuando acudían a votar se sentían liberados de la pesada carga de ser dominadores. Con la reconciliación se libera al oprimido y al opresor. Esa reconciliación hizo posible que Mandela saliera de la cárcel, después de muchos años, a perdonar a quienes lo reprimieron y lograra la superación del racismo y la integración social, generadora de un progreso civilizador, sin derramar una gota de sangre. Solo en la venganza hay dolor y humillación, en el perdón hay alegría y satisfacción.

            Cuando se proclama la necesidad de una reconciliación de la vida cotidiana, se está entonces hablando de paz, de justicia, de igualdad y de concurrencia al desarrollo de la sociedad. Se trata de tomar en las manos los que fuimos, lo que somos y lo que llegaremos a ser, no es en los sobresaltos sino en la manera espontánea de vivir donde nos convertimos en seres históricos, que ya vivimos y seguimos viviendo e inevitablemente generaremos futuros. Esto agregado a la vida frente al otro y con el otro, que al final es lo que nos define y delimita como seres humanos.

            Acepto que estoy incursionando en el mundo de”Utopía”, pero estoy apostando por una opción, la del optimismo antropológico, la confianza en el hombre generador de realidades simples, pero vitales. Podemos sentirnos al borde del Apocalipsis, pero es importante cambiar la perspectiva sobre el último libro de la Revelación, no es el anuncio de una catástrofe, sino el anuncio del final de un tiempo de dolor y miseria, para que pueda lograrse en la tierra el proyecto de Dios para los hombres, el de la convivencia fraterna y justa.

            Es urgente en Venezuela cambiar la mirada sobre lo que es ser “un buen ciudadano” porque no podemos seguir en la sucesión de totalitarismos disfrazados de revolución para rescatar una “dignidad” que no se pierde en la armonía sino en la confrontación. No debemos olvidar que en toda conmoción social los que aportan los muertos son los débiles sociales. Esta forma de la ciudadanía como la pienso, está en el corazón de la sociedad como animación de la normalidad de la vida social.
            Pido disculpas por la forma poco académica de manejar las referencias, pero no quiero implicar a los autores en las interpelaciones y provocaciones que pueda generar con esta posición.           

                                               Nelson Hamana
(Médico venezolano especializado en anatomía patológica. Magister Scientiarum en filosofía U.S.B.. Estudioso de teología.  Amplia trayectoria en el acontecer político)

viernes, 3 de agosto de 2012

LOS 100 FILMS MÁS HERMOSOS DEL MUNDO


La prestigiosa revista Cahiers du Cinéma presentó en 2007 esta lista con el título de 100 plus beaux films du monde [Ver enlace].  La traducción que sigue la realicé en esa fecha, sin la intención de publicarla.  A propósito de la mención que de ella hice en la última entrada de Mi colcha de retazos La noche del cazador: apuntes para un cine-foro, me pareció útil darla a conocer, a pesar de que han pasado cinco años.  La dificultad mayor está en que los títulos franceses de las películas no coinciden siempre con el original ni con las versiones con que se exhibieron en español. En casos de duda, preferí optar por el título original, seguido o no de un asterisco que remite a la traducción más conocida en Venezuela.  Consciente de las limitaciones e insuficiencias de cualquier lista, la publico en esta bitácora por el prestigio de Cahiers du Cinéma y la metodología utilizada, de una votación entre 78 jueces.


PALMARÉS


               Por iniciativa de Jean-Claude Philippe, y bajo el auspicio de la Alcaldía de Paris, 78 críticos e historiadores de cine se reunieron a fin de constituir una Lista de las 100 mejores películas del mundo.











        LOS 100 FILMS MÁS HERMOSOS DEL MUNDO

Galardonados






Ø  El Ciudadano Kane  (Orson Welles)...............................................................48 votos



Ø  La noche del cazador (Charles Laughton)......................................................47 votos



Ø  La regla del juego (Jean Renoir).....................................................................47 votos



Ø  Amanecer (Friedrich Whilhem Murnau).........................................................46 votos



Ø  L’Atalante (Jean Vigo)………………………………………………………43 votos



Ø  M. el Maldito (Fritz Lang)..............................................................................40 votos



Ø  Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly).................................39 votos



Ø  Vértigo (Alfred Hitchcock).............................................................................35 votos



Ø  Los niños del Paraíso (Marcel Carné).............................................................34 votos



Ø  The searchers * (John Ford)………..….......................................................34 votos



Ø  Los rapaces (Erich Von Stroheim)....................................................................34 votos



Ø  Rio Bravo (Howard Hawks)............................................................................33 votos



Ø  Ser o no ser (Ernst Lubitsch)...........................................................................33 votos



Ø  Viaje a Tokio (Yasujiro Ozu)..........................................................................29 votos



Ø  El Desprecio (Jean-Luc Godard).....................................................................28 votos



     (*)  La prisionera del desierto





27 votos



Ø  Los cuentos de la luna pálida (Kenji Mizoguchi)

Ø  Luces de la ciudad (Charles Chaplin)

Ø  El maquinista de la General (Buster Keaton)

Ø  Nosferatu el vampiro (Friedrich Whilhem Murnau)

Ø  El salón de música (Satiajit Ray)







26 votos



Ø  Freaks (Tod Browning)

Ø  Johnny Guitar (Nicholas Ray)

Ø  La mamá y la P .....(Jean Eustache)









25 votos







Ø  El Gran Dictador (Charles Chaplin)

Ø  El Gatopardo (Luchino Visconti)

Ø  Hiroshima mon amour (Alain Resnais)

Ø  Lulú (G.W. Pabst)

Ø  Intriga internacional - Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock)

Ø  Pickpocket (Robert Bresson)







24 votos





Ø  Casco de oro (Jacques Beker)

Ø  La Condesa descalza (Joseph Mankiewicz)

Ø  Los contrabandistas de Moonfleet (Fritz Lang)

Ø  Madame de... (Max Ophuls)

Ø  El placer (Max Ophuls)

Ø  Viaje hasta el infierno (Michael Cimino)







23 votos





Ø  La Aventura (Michelangelo Antonioni)

Ø  El Acorazado Potemkin (Serguei Mijáilovich Eisenstein)

Ø  Notorious * (Alfred Hitchcock)
     ( Tuyo es mi corazón o Encadenados)

Ø  Iván el Terrible (S. M. Eisenstein)

Ø  El Padrino (Francis Ford Coppola)

Ø  Sed de mal (Orson Welles)

Ø  El viento (Victor Sjöström)






22 votos





Ø  2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick)

Ø  Fanny y Alexandre (Ingmar Bergman)







21 votos





Ø  La Muchedumbre (King Vidor)

Ø  Ocho y medio (Federico Fellini)

Ø  El embarcadero (Chris Marker)

Ø  Pierrot el loco (Jean-Luc Godard)

Ø  La novela de un tramposo (Sacha Guitry)











20 votos





Ø  Amarcord (Federico Fellini)

Ø  La Bella y la Bestia (Jean Cocteau)

Ø  Una Eva y dos adanes (Billy Wilder)

Ø  Como un torrente (Vicente Minelli)

Ø  Gertrud (Carl Theodor Dreyer)

Ø  King Kong (Ernst Shoedsack y Merian J. Cooper)

Ø  Laura (Otto Preminger)

Ø  Los Siete Samurais (Akira Kurosawa)







19 votos





Ø  Los 400 golpes (François Truffaut)

Ø  La Dolce Vita (Federico Fellini)

Ø  Gente de Dublín: Los muertos (John Huston)

Ø  Alta Hampa (Ernst Lubitsch)

Ø  La vida es bella (Frank Capra)

Ø  Monsieur Verdoux (Charles Chaplin)

Ø  La Pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer)







18 votos





Ø  Sin aliento (Jean-Luc Godard)

Ø  Apocalypse Now (Francis Ford Coppola)
Barry Lindon (Stanley Kubrick)

Ø  La Gran Ilusión (Jean Renoir)

Ø  Intolerancia (David Wark Griffith)

Ø  Día de campo (Jean Renoir)

Ø  Playtime (Jacques Tati)

Ø  Roma, ciudad abierta (Roberto Rosellini)

Ø  Senso (Luchino Visconti)

Ø  Tiempos Modernos (Charles Chaplin)

Ø  Van Gogh (Maurice Pialat)








17 votos





Ø  Algo para recordar (Leo Mc Carey)

Ø  Andrei Rubliöv (Andrei Tarkovsky)

Ø  La Emperatriz roja (Joseph von Sternberg)

Ø  El intendente Sansho (Kenji Mizoguchi)

Ø  Habla con ella (Pedro Almodóvar)

Ø  La fiesta inolvidable (Blake Edwards)

Ø  Tabú (F. W. Murnau)

Ø  Todos en escena (Vicente Minelli)

Ø  Nace una estrella (George Cukor)

Ø  Las vacaciones de Monsieur Hulot (Jacques Tati)





16 votos





Ø  América, América (Elia Kazan)

Ø  Él  (Luis Buñuel)

Ø  En cuarta velocidad (Robert Aldrich)

Ø  Érase una vez en América (Sergio Leone)

Ø  El día se levanta (Marcel Carné)

Ø  Cartas de una desconocida (Max Ophuls)

Ø  Lola (Jacques Demy)

Ø  Manhattan (Woody Allen)

Ø  Mulholland Drive (David Lynch)

Ø  Mi noche con Maud (Eric Rohmer)

Ø  Noche y niebla (Alain Resnais)

Ø  La quimera del oro (Charles Chaplin)

Ø  Caracortada (Howard Hawks)

Ø  Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica )

Ø  Napoleón (Abel Gance)







                              50 cineastas

                              galardonados













  Jean Renoir 155
  Alfred Hitchcock 146
  Fritz Lang 143
  Charles Chaplin 128
  John Ford 124
  Orson Welles 114
  Ingmar Bergman 113
  Luis Buñuel 110
  Friedrich Wilhelm Murnau 108
  Howard Hawks 105
  Jean-Luc Godard 99
  Federico Fellini 99
  Ernst Lubitsch 98
  Luchino Visconti 90
  Robert Bresson 90
  Kenji Mizoguchi 87
  Akira Kurosawa 86
  Max Ophuls 83
  Alain Resnais 82
  Carl Theodor Dreyer 76
  François Truffaut 75
  Stanley Kubrick 75
  Vincente Minnelli 73
  Joseph Mankiewicz 73
  Roberto Rosselini 73
  Josef von Sternberg 69
  Michelangelo Antonioni 67
  S. M. Eisenstein 65
  Marcel Carné 64
  Billy Wilder 61
  Buster Keaton 61
  Yasujiro Ozu 60
  Eric von Stroheim 60
  John Huston 59
  Elia Kazan 55
  King Vidor 53
  David Wark Griffith 53
  Maurice Pialat 52
  Jean Vigo 51
  Nicholas Ray 49
  Jacques Becker 48
  Woody Allen 48
  Francis Ford Coppola 47
  Jacques Demy 47
  Charles Laughton 47
  Jacques Tati 46
  Otto Preminger 45
  Leo McCarey 45
  George Cukor 44
  Raoul Walsh 44







78 críticos e

 historiadores

de cine





  Henri Agel
  Vincent Amiel
  François Amy de la Breteque
  Jean :-Jacques Bernard
  Pierre Billard
  Frédéric Bonnaud
  Ferid Boughedir
  Michel Boujut
  Jean-Loup Bourget
  Pierre-André Boutang
  Frédéric Boyer
  Patrick Brion
  Freddy Ruache
  Philippe Carcassonne
  Jean-Claude Carriere
  Michel Cazenave
  Henry Chapier
  Bernard Chardere
  Michel Chion
  Raymond Chirat
  Michel Ciment
  Bernard Cohn
  Jean Collet
  Philippe Collin
  Pierre-Henri Deleau
  Jean-Luc Douin
  Michel Esteve
  Jacques Fieschi
  Jean-Michel Frodon
  Anne de Gasperi
  Charlotte Garson
  Jean Gili
  Claude de Givray
  Régine Hatchondo
  Noël Herpe
  Aude hesbert
  Gilles Jacob
  Thierry Jousse
  Serge Kaganski
  Petr Kral
  Jean-Marc Lalanne
  Xavier Lardoux
  Natacha Laurent
(Cinematheque de Toulouse.
Collectif. Avec Cristophe Gauthier y Jean-Paul Gorce)
  Philippe Le Guay
  Gérard Leone
  Jean-Yves de Lepinay
  Eric Le Roy
  Jean-Louis Leutrat
  Suzanne Liandrat-Guigues
  Lucien Logette
  Jean-Claude Loiseau
  Jacques Lourcelles
  Pascal Merigeau
  Claude Miller
  Alain Masson
  Jean Narboni
  Dominique Païni
  Olivier Père
  Claude-Jean Philippe
  Vincent Pinel
  René Prédal
  Dominique Rabourdin
  Jean-Claude Raspiengeas
  Alain Riou
  Pierre Rissient
  Jean-Claude Romer
  Philippe Rouyer
  Nicolas Saada
  Jacques Siclier
  Noël Simsolo
  Catherine Soullard
  Pierre Tchernia
  Charles Tesson
  Jérôme Tonnerre
  Christian Viviani
  Edouard Waintrop

— 

Claude-Jean Philippe llamó la atención sobre una enojosa ausencia: la de los cortometrajes. Para éstos, convendría establecer otra lista de galardonados reservada a los cortos, lo cual restituiría su lugar (esencial) a Lumière, Méliès o Tex Avery por ejemplo, quienes son citados en las listas pero no lo suficiente como para acceder a los 100



(Traducción de Franklin Padilla)