jueves, 24 de abril de 2014

GUARIMBAS Y VIOLENCIA

                                                                       NANCY MONTERO (*)



  
El debate sobre la relación entre guarimbas y violencia desatada en las calles de las principales ciudades de Venezuela demuestra la confusión que el discurso oficialista del régimen gobernante intenta provocar en la ciudadanía, para debilitar la intensidad de una protesta más que justificada por la inseguridad alarmante producida por un hampa que ha provocado más de cien mil muertes en los últimos siete años, una inflación de 56% que en el año 2013 pulverizó el salario de los trabajadores, la escasez de productos de la canasta alimentaria básica, cercana al 28% y de medicamentos cuya ausencia condena a muerte o a la discapacidad a enfermos con cáncer, sida, diabetes, hemofilia o a cualquiera que tenga la desgracia de necesitar los servicios de salud pública, gravemente deteriorados cuando el país ha tenido los más altos ingresos fiscales de su historia por concepto de venta de petróleo.



   Ante esta situación aclararé que entendemos por violencia toda conducta que hace uso del poder (físico, mental o de cualquier otra índole), con la intención de dañar a otros. Recordemos que una guarimba era el refugio imaginario construido entre los participantes del juego infantil conocido como “gárgaro”, donde un perseguidor respetaba un lugar que garantizaba la inmunidad, pues allí no se podía tocar a los perseguidos. La guarimba era el lugar de la tregua que permitía recuperar fuerzas cuando la carrera amenazaba con convertir al perseguido en perseguidor, al ser tocado por éste.

   En alusión a ése recurso lúdico, la juventud ahora recurre a él en inconsciente y simétrico mecanismo de defensa colectivo contra el muro de insultos y el odio construido por una intolerancia gubernamental que ha fragmentado las ciudades de Venezuela en ghettos. En ellos los ciudadanos establecen barreras imaginarias producidas por la desconfianza fomentada por la violencia psicológica que desde el poder, asesoran esbirros extranjeros que nunca han conocido el significado de las palabras democracia y libertad.
   Guarimba tiene ahora el significado de exclamar ¡BASTA! ante la violación de  los derechos ciudadanos y el acoso de la violencia sin tregua.

(*) Psiquiatra



sábado, 19 de abril de 2014

JUDAS QUEMADO EN CAGUA

Cuando entró apagando velas
el viento en la procesión
y la torre echó a volar
sus campanas de latón,
tres repicando aleluya
y dos a resurrección.
Cuando el domingo aragüeño
de muchachas floreció
y el sol como colcha de arpa
puso a la plaza mayor
cien cohetes levantaron
sus palmas de relumbrón
y todo fue gente y gritos:
"¡Ahí viene la Comisión!"
Jinetes de punta en blanco,
al ojo el sombrero alón,
espumantes los caballos
y en el pecho todo el sol
despejando van las calles
formados de dos en dos.
Delante, Benito Melo
va en un caballo marrón
crujiente en su liqui-liqui
deslumbrante de almidón
y en la cara la sonrisa
como una flor de balcón.
Y atrás, ente las dos filas,
en un burrito trotón
con el frente hacia la cola,
con el cuerpo hecho un montón
con los pies escobillando
un forzado galerón
va el pobre Judas de Cagua
siguiendo a la Comisión.
Pantalón de cotonía
zapatos sin dirección
casaca federalista
basura por corazón,
va el pobre Judas del pueblo,
lo agarró la Comisión
y el pueblo encendido en gritos
lo sigue como un hachón.
Ya baja Benito Melo
de su caballo marrón,
ya un olor de kerosene 
se mezcla con el del ron
Ya flores de las muchachas
recibe la comisión
ya sin jinete se llevan
al borriquito trotón
Y cuando al aire se elevan 
las faldas del casacón,
y los pies cambian en valse
su forzado galerón
Judas al pueblo  le dice
lo que va a continuación:
"Vine al mundo en Barrio Loco
pero me crié en Barrancón,
y andé p'a arriba y p'a abajo
como mano de pilón,
ya grande, pasé a Turmero,
donde empezó la cuestión,
pues allá en la jefatura
me encerraron por ladrón
y en un descuido del guardia
me fugué por un balcón
yendo a dar en una iglesia
donde en aquella ocasión
como era Semana Santa
celebraban la Pasión.
Caifás y Poncio Pilato,
los jefes de la región,
andaban buscando a Cristo,
no sé por qué acusación
y como ofrecieran plata
por el que diera razón
yo quise salir de abajo
con aquel santo varón,
y de Cristo me hice amigo
p'a luego hacerle traición,
le dí un beso en la mejilla,
le ofrecí veneración,
y en lo que todos dormían
le avisé a la comisión.
Vinieron tres comisiones,
le pegaron un cordón
y al mismo tiempo brincaron 
con mi gratificación.
Y con lo treinta denarios 
que cobré por mi traición 
jugué bolas, me eché palos 
y me compré un pantalón. 
Pero al caer de la tarde 
vino la crucifixión 
y del Cristo moribundo 
yo vi la triste expresión 
y no pude con la pena 
que me embargó el corazón 
y me dije: "¡concha, Judas, 
tú no mereces perdón!" 
Entonces llamé a Benito 
y le dije: "valezón, 
mande a comprar kerosene 
y conviértame en carbón 
para que el pueblo de Cagua 
se remire en mi lección 
y no venda a los amigos 
ni que le den un millón"
Y mientras el pobre Judas 
daba esta peroración 
repicaban aleluyas 
las campanas de latón 
y las chicharras del campo 
cantaban resurrección.

                                                                      Aquiles Nazoa

                                                                        (Caracas, 1920-1976)

sábado, 5 de abril de 2014

SEXO EN EL SIGLO XXI: LA BANALIZACIÓN DEL AMOR

                                                                 NELSON HAMANA H. (*)


       Se trata de un título sugerente que hace esperar una filípica relacionada con los mandamientos mosaicos, o con las prescripciones restrictivas de las confesiones religiosas.
            No se trata de reflexionar sobre las limitaciones que se establecen con las adhesiones a cualquier asociación humana sino a las consecuencias de llevar a los extremos la anulación del hombre como persona.
            Con el subtítulo glosamos de manera irrespetuosa la relación que establece Hanna Arendt entre la banalización del mal y la maldad extrema en su obra: “Eichmann en Jerusalén”, tan bien dramatizada en una película reciente ya comentada en nuestra página madre. La despersonalización de las víctimas del holocausto nazi, y la aniquilación de su propia condición humana, permitió a Eichmann convertir el genocidio en un simple acto burocrático realizado con eficiencia, un acto banal como cualquier otro que se cumple para atender a una orden. La veneración y la obediencia se hacen más importantes que la vida.
            Antes de discutir la despersonalización del sexo, quisiera introducir una pequeña reflexión sobre lo que nos hace humanos, por supuesto desde la perspectiva de mi pensamiento confesional cristiano, pero sin hacer referencia al cristianismo como oferta moral o al presunto privilegio de la abstinencia o del celibato, temas que dejo en manos de los que tienen autoridad para establecer doctrinas.
Muy lejos de mi intención estigmatizar una forma privilegiada de la relación humana como es el sexo, una relación biológica, que se pone en la base del placer, del amor, de la reproducción y de la vida confiada del matrimonio.
            Si pensamos en el hombre solo como un ser biológico de relaciones mecánicas, la discusión no tiene sentido, ya que la sexualidad puede ser pautada, previsible y limitada, por ende fácil de convertir en instrumento, pero si lo entendemos como una presencia en la realidad que tiene el privilegio de proyectar y controlar lo biológico, poseedor de la capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre su entorno, por tanto capaz de darle sentido a los impulsos de su cuerpo, se convierte en una presencia excepcional y por ello tiene en la naturaleza una responsabilidad inconmensurable.
            El hombre es por supuesto un ser biológico, con todas sus limitaciones y consecuencias, pero esta condición no lo individualiza para separarlo de todo lo demás, su biología lo hace genéticamente parte de una especie, con la que comparte su genealogía y su evolución. El hombre siempre existe en relación con algo, influye sobre todo su entorno y esa influencia correspectiva hace que esa misma realidad en la que participa, refluya sobre si mismo.





            En tanto que es capaz de reflexionar sobre sí mismo y compararse con lo otro existente, tiene eso que se llama espíritu, soportado sobre la mente que tiene un fundamento igualmente biológico, pero que logra sobreponerse a las limitaciones del cuerpo para generar una realidad compleja.
            El espíritu en el hombre es el que le da sentido a sus actuaciones, es aquello que las independiza de lo biológico para generar la forma de ser el hombre en la realidad que es la correspectividad y por tanto la relación con todo lo que le rodea, lo que le precede y lo que le sigue. En ese sentido su actividad es generadora de realidad, es un acto de cooperación en el continuo de la creación. Visto de esta manera, toda actuación humana acontece, valga decir se inserta en una corriente de la que no puede individualizarse.           
            Partiendo de esta naturaleza relacional respectiva del hombre, podemos ocuparnos ahora de ese componente fundamental humano cual es la sexualidad, en tanto que por su naturaleza biológica,  sustenta el placer, el amor, la reproducción, es decir, se inserta en la realidad humana como un acontecimiento, como parte integrante  que lo va constituyendo como existencia particular en el mundo, por tanto fundamental y no banal, imprescindible y no instrumentable.
             Teniendo la sexualidad una evidente raigambre biológica, tiene que ser adecuada a las estructuras, funciones y posibilidades humanas, pero además tiene sentido, como cualquier otra actividad y ese sentido está iniciado indudablemente por el placer, pero lo trasciende. En la medida en la que es una acción humana, inevitablemente se proyecta al resto de su naturaleza, y reducirlo a una relación transitoria y de una sola dimensión lo banaliza.






Si se le quitan sus otras dimensiones, se hace irrelevante su condición de entrega, de confianza ilimitada, de un hacer del uno por el otro, de una acción común, incondicionada y confiada y se sale entonces del ámbito del amor y se convierte en un acto de egoísmo y dominación que anula su naturaleza de relación.
            El Siglo XXI que vimos nacer con esperanza y emoción, ha exagerado la reducción del ser humano a su dimensión biológica, atrapable por la ciencia y la tecnología, reducido tan solo a lo que puede ser medido y por ello, queda encarcelado en su parte espiritual por las sensaciones, que se presumen homogéneas y predecibles, mensurables, que se pueden reducir a las reglas del mercado y pueden ser atrapadas en el mundo de la “diversión”.
            El sexo que se anuncia liberado porque ya no tiene reglas morales y que se hace indiferente incluso a la racionalidad biológica, se hace esclavo no de lo que se critica como moral, que aun cuando no se regule por una fe religiosa, es el ámbito de las costumbres sometidas a las modulaciones del tiempo y los acontecimientos, pero sí se somete a lo circunstancial, se sujeta a la dimensión única de lo placentero, se convierte en un acto individual, deja de acontecer, se convierte en un egoísmo esclavizante.
            El sexo sin propósito se hace banal, indiferente, forzado por lo aleatorio, no es fundamento de algo permanente, pierde su naturaleza virtuosa, deja de ser un acto inherente a la especie, ni siquiera lleva el propósito instintivo de lo animal, destinado a la permanencia.
            Entiendo entonces que la sexualidad es algo importante y profundo, constitutivo, que no se puede tomar a la ligera como solo lo placentero y ocasional, no es un objeto de técnicas que pueden suplir deficiencias biológicas o sentimentales, debe tener la espontaneidad de todo lo que es parte fundamental de la forma de ser humanos, es lo que genera una diferencia complementaria, es una forma raigal de cooperación y tiene que ser respetada como un elemento fundamental de la correspectividad humana, es una forma del amor, aunque este pueda tener diversidades que van más allá del sexo.
            Finalmente, el hecho de que las costumbres sean antiguas y generalizadas, no les da existencia legítima en una sociedad civilizada.
            La relación sexual requiere de la confianza en sí mismos que permita interiorizar su significado como relación humana fundamental, no circunstancial, no solo cuando se asume, sino cuando se le renuncia, en ambos casos tiene en la base el amor que es entrega y reconocimiento, es algo más que un acto biológico, es una relación, y como relación debe ser libre y generadora de libertad; no tiene que atarse ni siquiera a la procreación, esta pertenece a otro ámbito de la relación humana, tiene su dignidad propia y como tal debe ser estimado.

 (*) Médico anatomopatólogo. Magister scientiarum en Filosofía.