viernes, 23 de diciembre de 2016

VENEZUELA DUELE








                                                                                                   
Venezuela duele...
y mucho
por la situación actual
de inclemencia, de maldad
de quienes hoy la gobiernan
e insensible sociedad
divorciados de Bolivar
de Sucre, Miranda y Bello
líderes de nacionalidad.

No como los de ahora
pigmeos, eunucos, castrados
que se guían por los dictados
de consignas extranjeras
que buscan chupar la savia
del petróleo cual maná.

Venezuela duele sí...
porque ayer fue poderosa
por riquezas infinitas
que se diera en abanico
en un crisol de bondad.


Hoy es remedo infernal
de miseria, de pobreza
y de humana orfandad
donde hasta en la familia
sus miembros son enemigos
por no seguir las consignas
de un partido que controla
las conductas sin piedad.

¿Dónde ha quedado el coraje
y gestos de virilidad
que dieron lección al mundo
para un nuevo hombre formar?


¿Dónde están aquellos héroes
de Pichincha , Boyacá
o de nuestra Carabobo
que selló la libertad?

¿Dónde están aquellos hombres
como Bolívar, Mariño
de viril testosterona
del verbo y de la espada
dime Señor: dónde están?

 Las ruinas tan solo quedan
de los hombres, la ciudad
esperando que otros vengan
a reconquistar la paz.

Venezuela: ¡cómo dueles!
en los viejos, en los niños,
en la juventud estudiosa
que han tenido que emigrar
para ofrecer su talento
e inteligencia total.


¿Será de ellos, que al regreso,
tomen las riendas y el reto,
expulsen a los ineptos
e impongan la dignidad?



                                                                                      EMIRO MARCANO MAZA



Panamá, 22 de diciembre de 2016









viernes, 16 de diciembre de 2016

VIOLENCIA HOSPITALARIA: PACIENTE DE PUERTA GIRATORIA




. Estela Castillo (*)

Son muchos los sucesos violentos que retumban las puertas de los centros asistenciales en la actualidad, representando uno de los principales motivos de consulta que pretenden  ser atendidos en la sala de emergencias de cualquier hospital general. Cada vez más y cada año la tasa de victimización de la violencia se incrementa en nuestro país:  la misma llegó a 48% para el año 2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). El Hospital General Dr. Jesús Yerena no es la excepción dentro de éste panorama, ya que no sólo impresiona el número de casos, sino las características del paciente agredido, la cualidad de su discurso frente a los hechos, la posición que ocupa la familia y vínculo médico- paciente bajo estas circunstancias.

En éste contexto, nos adentramos un grupo de residentes de postgrado con el propósito de evaluar, abordar y acompañar al paciente hospitalizado en las salas médicas o quirúrgicas, a solicitud del médico tratante, en función del esquema del Servicio de Psiquiatría y Psicología de Enlace e Interconsulta del Hospital Psiquiátrico de Caracas. Durante las visitas, tuve la oportunidad de conocer pacientes infantes y adultos con diferentes perfiles y patologías tanto físicas como mentales, entre los que se encontraban pacientes politraumatizados, quemados, afectados por diagnóstico reciente de enfermedades venéreas o terminales, pacientes referidos por consecuencias producto de arrollamientos de vehículos, intento de linchamiento, violencia intrafamiliar, enfrentamiento entre bandas armadas, etc.



En general, confieso que me resulta abrumador cómo la violencia apunta ser uno de los principales agentes promotores de eventos traumáticos que pudieron nunca haber tenido lugar; sin embargo, encontré en el discurso de los protagonistas una gran discrepancia entre los hechos ocurridos y la elaboración de los mismos como experiencias significativas o aleccionadoras que permitan generar un camino reflexivo por dónde problematizar lo sucedido. Imagino que frente a esta dificultad se inicia nuestra labor de psicólogos. 
¿A qué me refiero? A continuación ilustraré mi punto con la exploración de tres historias que tocaron mi vivencia como ser humano, mientras transitaba por los diferentes servicios a los que brindé asistencia.

Miguel, paciente masculino de 37 años de edad, quien llega a la emergencia del hospital por recibir tres impactos de bala en su pierna derecha. Para el momento de la entrevista contaba con 53 días de hospitalización en el servicio de traumatología, Al conocerlo me comenta: "doctora, yo reconozco que no he sido una joyita, he consumido crack, heroína, de todo  durante 20 años, y ahora por un ajuste de cuentas me agarraron desprevenido, me tirotearon y me lanzaron al basurero.

Miguel debió esperar semanas para ser intervenido debido a la escasez de insumos, la necesidad de donantes, la ausencia de un anestesiólogo y la prioridad de otros pacientes que presentaban mayor gravedad. Miguel asegura que luego de esta experiencia está decidido a dejar las sustancias y encontrar un “trabajo sano” para dejar de depender de su madre, quien con 65 años ha sido testigo de su historia de consumo y delincuencia.      

Ana, paciente femenino de 28 años de edad, se encuentra en su quinta hospitalización debido a politraumatismo facial como consecuencia de discusiones con su pareja, cuya relación se ha mantenido durante 7 años en el marco de agresiones físicas y verbales. Ana refiere lo siguiente: doctora, mire cómo me dejó la cara y ni si quiera ha venido a ver cómo estoy () esto me lo hizo porque yo me fui de fiesta con unos amigos y me puse a probar cocaína () entonces él se molestó y se me vino encima, me preguntaba qué ejemplo le estaba dando yo a nuestros hijos.



Para el momento de la entrevista, Ana contaba con 3 días de hospitalización en el servicio de cirugía máxilofacial, en espera de su intervención. Me comenta: a pesar de su impulsividad yo sólo cuento con él (su pareja), no tengo un trabajo estable, ni otra casa a donde ir; si no, me fuera () ésta vez fue la definitiva doctora, ahora sí me alejaré de él
Tuve la oportunidad de entrevistar a su hermana, quien recientemente se ha convertido en su única red de apoyo y me encuentro con una mujer embarazada que está atravesando por la misma realidad conyugal. Al preguntarles sobre cómo se sienten bajo esa dinámica de pareja, ambas responden con un encogimiento de hombros y Ana dice “normal, es lo que vivimos desde chiquitas con mi mamá y sus maridos”.          

Paco, un joven de 18 años de edad, es traído al hospital con urgencia por el cuerpo de bomberos debido a que fue quemado en manos de la comunidad a la que pertenece tras haber intentado abusar sexualmente de una joven desconocida. Una vez ingresado al hospital permanece una semana en terapia intensiva y al mejorar el cuadro agudo de sus heridas es trasladado al servicio de caumatología donde actualmente tiene 36 días hospitalizado. Al conversar sobre lo ocurrido me comenta: yo estaba tomando con un amigo, vimos a esa chama, yo no la conocía y comenzamos a fastidiarla y en eso empezó a gritar y se llegó un gentío, mi amigo salió corriendo y me dejó, yo corrí, llegaron los colectivos y la gente, me prendieron en candela (llora)... sólo recuerdo que voy corriendo en llamas por la autopista hasta que vi unos bomberos y ahí me desmayé”. Su madre, quien luce llorosa y ansiosa, agrega: “¡no sé cómo le pudieron hacer esto a él!, por esa zona la gente mata y hace cosas peores y no les hacen nada!

Al tratar con pacientes hospitalizados y sus familiares en un servicio de psiquiatría de enlace nos encontramos inmersos en una realidad aplastante que nos muestra cómo la violencia se ha convertido en el hilo que “enlaza” el proceso de socialización del individuo en el contexto venezolano y cuya aparición es tal que no genera espacio a la pregunta la duda o el cuestionamiento del vínculo destructivo que nos conecta como individuos en sociedad, simplemente está y somos parte de ella.

            En respuesta a ésto nos encontramos frente a un personal médico y de enfermería que por razones de desconocimiento, por carácter defensivo, por despersonalización, burnout, etc, se encuentra desvinculado emocionalmente con el paciente y con la realidad que a éste le aqueja e incurre en frases tales como: “si ése paciente pudo tolerar el dolor de una bala, puede aguantarse ahora sin analgésicos” u “otra vez ésta paciente con lo mismo, parece que le gusta que la golpeen”, lo que denota una ausencia de concientización de sus propios prejuicios, promoviendo la estigmatización y discriminación del paciente hospitalizado.

            Sin ánimo de hacer juicios de valor, por el contrario mi intención va dirigida a hacerme preguntas en la misma dirección: psicólogos y psiquiatras: ¿Cuán conscientes estamos de cómo vivimos, percibimos e interpretamos los eventos violentos que nos circundan? ¿Cuáles son nuestras apreciaciones sobre las personas que conviven en contextos violentos? ¿Tenemos preconcepciones,  juicios o prejuicios asociados? ¿qué podemos ofrecer como gremio para realizar un mejor abordaje psicoterapéutico adaptado a las características del contexto en el cual nos encontramos hoy día?  Y: ¿qué aspectos   en cuánto a los objetivos que persigue la psiquiatría de enlace podrían modificarse para ejercer una práctica más ajustada a la realidad del sistema de salud actual?

Finalmente, podría decirse que según las estadísticas (OVV, 2016) Venezuela es uno de los países más violentos en la actualidad debido, entre otras cosas, a la ausencia de institucionalidad y sería absurdo pensar que, al recuperarla, se revertirían los dramáticos indicadores de violencia y se encauzaría a nuestro país hacia una convivencia pacífica. Sin embargo, queda sobrentendido que la violencia se ha convertido en un problema de salud pública en Venezuela, y por ello el sistema de asistencia sanitaria funge como órgano receptor y contenedor de las secuelas de esta dinámica social, donde nosotros, promotores de la salud, tenemos mucho trabajo por hacer.

      

Referencias Bibliográficas

Observatorio Venezolano de Violencia (2016). Encuesta Latinobarómetro y delincuencia: mejora la victimización del crimen pero sigue el miedo. Venezuela: Caracas


(*) Licenciada en Psicología, UCAB 2010. Tesista del postgrado de Clínica Mental (Psicología Clínica) Universidad Central de Venezuela, Facultad de Medicina, sede Hospital Psiquiátrico de Caracas.




sábado, 3 de diciembre de 2016

UNA PASANTÍA POR EL MIEDO, EL DOLOR, LA SOLIDARIDAD Y LA RESILIENCIA

MARIELA FERRARO (*)






Para una recién estrenada psicóloga, con cierta trayectoria enfrentando el miedo y el dolor humano desde otras vertientes, la Psiquiatría de Enlace constituye un reto nuevo y temido.
Este miedo anticipado termina en muchos casos justificado. A un paciente que debe ser intervenido quirúrgicamente para volver a caminar con normalidad se le piden donantes de sangre porque el hospital no tiene el fluido vital en su banco. El paciente no los consigue, quedando condenado a no poder caminar con normalidad en el futuro. ¿Cómo se le da contención? Nos enfrentamos al miedo de no poder, de no saber cómo hacerlo, a nuestra limitación o como dirían los psicoanalistas, a nuestra castración, agravada porque no se trata de nosotros mismos sino de lo que no podemos hacer por los otros.



            La Psiquiatría de Enlace implica entre otras tareas, conectarse con el sufrimiento duplicado del paciente, pues se trata del dolor psíquico aumentado por un padecimiento físico o tal vez debiera decirse que el dolor psíquico habla a través del cuerpo, al no encontrar salida mediante el pensamiento y la palabra.
En todo caso, el paciente sufre el doble y con él, quienes fungen de terapeutas, especialmente cuando se inician en la tarea. Se sufre el dolor del paciente, poniendo a prueba la propia capacidad para soportarlo.
El principiante puede sorprenderse al saber que el trabajo terapéutico no sólo lo ejecuta el psicólogo, el psiquiatra o el médico tratante; sin saberlo, también hacen terapia las enfermeras, las secretarias, la trabajadora social, los porteros, el personal de limpieza y los familiares de otros pacientes, quienes con una palabra amable, un chiste, un saludo cariñoso o un favor, alivian el dolor y el miedo. Probablemente un fenómeno de identificación los mueve hacia la solidaridad, pero en este caso no importa la razón sino el resultado.
Las situaciones extremas, pueden sacar de nosotros lo mejor y lo peor, eso es bien sabido; sin embargo resulta sorprendente ser testigo de que la empatía de una secretaria puede superar con creces la labor de un trabajador social amodorrado o tal vez desmoralizado ante las carencias a las que se enfrenta el hospital y con él, todo un país. La secretaria trae ropa de su casa, que pertenece a su familia para regalarla a un paciente carente de recursos y de contención por parte de sus parientes. Más sorprendente aún es la respuesta del paciente, quien sólo por ese gesto, parece mejorar aceleradamente. Se constata entonces la importancia del elemento psicológico de las enfermedades físicas, de lo emocional, de lo que nos hace humanos, entendiendo como tal la sensibilidad al sufrimiento ajeno.



Por otra parte, la Psiquiatría de Enlace, como su nombre sugiere, significa trabajar junto al médico, lo cual puede comportar  dificultades. En la práctica cotidiana, el médico tratante es un residente, lleno de prisas, angustias e incertidumbres derivadas del no saber; es un aprendiz, como todos lo somos, pero esa circunstancia a él le pesa más, pues se supone obligado a vencer la enfermedad y la muerte, tarea que constituye el núcleo de su labor. Pensándose dueño de ese poder, lleva una pesada carga, que aumenta por su condición de principiante; tiene que rendir cuentas de su labor al adjunto, al médico que tiene mayor experiencia, al maestro, con la presión que eso implica. Esta situación lo lleva muchas veces a descuidar al paciente, en un intento por sobrevivir en el postgrado, pues no hay tiempo, no hay conocimiento suficiente aún; el descuido puede ser estrictamente biológico pero más aún psicológico.




Paradójicamente, para el  médico puede ser difícil tener empatía con el paciente y conectarse con su sufrimiento, él tiene los suyos y no son pocos. Además, él está más familiarizado con el funcionamiento biológico de esa máquina maravillosa que es el cuerpo y en eso se concentra; podría pensarse que se desensibiliza ante el dolor como defensa, para poder trabajar, se mecaniza; otros aspectos  resultan secundarios para él, cuando no inexistentes.
Así, no todos los médicos de las diversas especialidades admiten el componente psicológico de las enfermedades, independientemente de su etiología. Muchos de ellos a lo sumo, esperan que el psicólogo o el psiquiatra a manera de mago, haga que el síntoma desaparezca instantáneamente con un medicamento, siendo esa la mayor aproximación posible a la psicología, lo cual de ningún modo lo es, evidentemente.
Las actividades de enlace incluyen educación o implementación de programas de prevención en la atención de los pacientes, a cargo del  psicólogo y/o del psiquiatra; los residentes de Psiquiatría de Enlace realizan cada año talleres de sensibilización o educación, pero al parecer la información transmitida cae en saco roto. El médico, cuando mucho, sigue esperando por la pócima mágica que calme al paciente, que lo ponga contento y lo haga dormir. Esto no significa que los talleres deban dejar de hacerse, contrariamente, es necesario insistir más aún en realizarlos, entendiendo que la educación y el aprendizaje nunca termina, por muy expertos que nos lleguemos a creer.
Pero no todo es obstáculo en Psiquiatría de Enlace; además de la solidaridad inesperada de muchos trabajadores de un hospital, se produce otra más sorprendente aún y es la que proviene de los propios pacientes, quienes identificados en el sufrimiento del otro, hacen lo que pueden por aliviarlo.  

La capacidad de resiliencia de los pacientes, es otro elemento que asombra, especialmente la de los que se encuentran en peores condiciones físicas, pero no psíquicas y es precisamente esto lo que revela la importancia del factor psicológico de la enfermedad. Así, para muchos de ellos, la capacidad de recuperarse y la solidaridad forman un todo que deviene terapéutico y que se multiplica.

Al final de este corto pero intenso recorrido por el miedo, el dolor, la solidaridad y la resiliencia, el balance es positivo pues queda un valioso aprendizaje, incluyendo una cuota que se irá decantando hasta hacerse asimilable, además del agradecimiento por haber tenido la oportunidad de realizar esta pasantía, que acerca mucho más que otras labores, a lo que implica ser más humano.








(*) Abogada, UCV 1991. Licenciada en Psicología, UCV 2013. Tesista del postgrado en Clínica Mental (Psicología Clínica) Universidad Central de Venezuela. Facultad de Medicina, sede Hospital Psiquiátrico de Caracas.