sábado, 20 de abril de 2013

ELECCIONES VENEZOLANAS



Una mentira constante
 
 
                                                               Nelson Hamana Hobaica

 

            Esta afirmación no se refiere al fraude o a la legitimidad de los resultados, sino que es contrario a la aseveración de que nuestro sistema electoral es el más avanzado del mundo. No se trata de enjuiciar la calidad de la automatización, sino de afirmar que aún cuando la tecnología sea de primera e inviolable, el problema está en el fundamento ideológico del sistema.

            Tengo la pretensión de hablar desde una experiencia que se remonta a 52 años, cuando la fauna política que nos gobierna aún se orinaba de manera explicable en los pañales, desde entonces he participado en todos los niveles y formas de elecciones, excluyendo por supuesto la elección del Papa, aunque he tenido la ocasión de haber vivido siete papas y un Concilio.

            Hay que hacer una salvedad, no se trata de enjuiciar a las autoridades electorales, ya que el problema es independiente de su buena o mala fe, de su imparcialidad como árbitros y de su honorabilidad como personas, se trata del sistema electoral en su conjunto que deja de lado una percepción vital en la democracia, el uso del voto como una opinión que relaciona de manera directa al ciudadano con sus dirigentes.

            Uno de los problemas fundamentales, es el del manejo militar de un acto civil, porque cuando un uniformado vota, no se trata de un derecho privilegiado que se concede a su oficio, sino una convocatoria a adquirir la responsabilidad de escoger a sus gobernantes en su condición de ciudadanos con iguales derechos y deberes.

            El manejo de la fuerza tiene sus  explicaciones constitucionales e históricas, aun cuando la justificación de una institución fundada en la violencia es anti civilizatoria porque se inserta en la venganza y por desgracia en ese punto hemos avanzado muy poco los humanos.

            Debemos recordar que el famoso Plan República se instala en Venezuela como consecuencia de la insurrección de los partidos llamados “de izquierda” quienes tenían una prédica abstencionista y amenazaban con provocarla con la intimidación y la violencia en los centros electorales, costumbre que muy poco ha evolucionado en las prácticas de nuestras organizaciones “revolucionarias”. Para la época las Fuerzas Armadas venían del desprestigio que les generó la dictadura militar de Pérez Jiménez y se empeñaban en mostrar su mejor cara civilista.

            Pare entonces su tarea era la de impedir que las amenazas de violencia cristalizaran y en la opinión general la policía no solo era insuficiente para esas tareas sino que estaban siendo blanco fácil del asesinato político. Las Fuerzas Armadas no tenían contacto con el material electoral, los llamados “cotillones” se manejaban a través de las Juntas Electorales quienes las diseminaban a las mesas, las famosas actas seguían su camino a través de los órganos electorales y los militares se limitaban a  transportar y custodiar a los funcionarios electorales.

            Era entonces una tarea bien definida la que correspondía a cada sector  y  aún con la tendencia autoritaria de nuestras Fuerzas Armadas, se lograba trabajar en armonía y confianza. Los centros electorales no funcionaban entonces como cuarteles, sino como instituciones civiles bien custodiadas.

            El advenimiento de la automatización dio la facultad a los militares de transportar el material electoral en consideración a que los funcionarios electorales no uniformados son poco confiables  para estas tareas, lo que aunado a la discrecionalidad con la que se maneja la autoridad en Venezuela, convierte en un verdadero martirio el Servicio Electoral, donde da la sensación de que la participación de grupos políticos es  sospechosa, siempre y cuando no sea la del grupo gobernante.

            La introducción de ese poder arbitrario y discrecional es el primer factor que aleja al votante del acto de elegir y del gobernante electo. Las Fuerzas Armadas no admiten la participación plural, ellos están limitados por el concepto de “enemigo” que implica la guerra y no lo pueden evitar ni siquiera cuando gozan del fervor popular.

            El segundo factor fue el de alejar a los partidos políticos del proceso electoral, en el pasado el Consejo Supremo Electoral era un administrador y arbitro de la aplicación de la ley y los partidos políticos tenían el deber y la facultad de ejecutar y desarrollar los actos electorales, proporcionando su militancia para las tareas de los órganos correspondientes, con una pluralidad que se fue desarrollando y mejorando en la medida en la que los militantes de partido fueron adquiriendo la sensación de normalidad y convivencia que implicaba la elección de gobernantes lo que alejaba los sectarismos y las manipulaciones.

            La posibilidad de decidir sobre los problemas, comenzaba en la mesa electoral y se iba elevando en instancias donde iba aumentando la pluralidad en la medida en la que se ascendía en la jurisdicción los órganos electorales. Por otra parte, los medios de opinión y los órganos judiciales hacían un control inmediato y continuo de los procesos electorales.

            Hoy en día los miembros de las mesas electorales son absolutamente innecesarios, ya que todas las decisiones están reguladas por las máquinas o por un burócrata del Consejo Electoral, quien toma decisiones al margen de sus atribuciones en complicidad con el Plan República.

            El voto electrónico, a más de costoso y de una eficiencia no demostrada, introduce un intermediario incontrolable entre el elector y su voto y también entre un miembro de un órgano electoral y el proceso del cual se responsabiliza. El comienzo, el final y el recuento son realizados por empleados de un órgano central electoral y los inconvenientes y decisiones están crípticamente resueltos por un programa de computadoras que no considera el entorno en el cual se generan los mismos.

            El elector no tiene una comunicación afectiva con el acto de votar y lo que hace se le convierte en un proceso visual que ni toca ni siente y luego lo ve sumergirse en una caja desde donde no se va a contar su signo o su escritura sino un símbolo de la máquina en el que debe confiar y al final tienen que aceptar un resultado irrecusable que depende de la credibilidad de una sola persona que inevitablemente tendrá inclinaciones emocionales.

            No en balde todas las elecciones mediadas por máquinas han estado bajo sospecha, a pesar de que los sistemas de control comienzan con el acceso al local que depende del funcionario del Plan República ubicado en la puerta quien aplica restricciones arbitrarias. El ambiente de los centros es de cuartel con limitaciones a la circulación de las personas incluso a las que representan a los candidatos en disputa. Luego el elector debe someterse a un sistema de información igualmente bajo sospecha, después a un sistema biométrico redundante y por último a un cuaderno de votación. Todos con el mismo fundamento y resultado, que solo le agregan costos al proceso electoral además de sospechas y temores al elector.

            La veneración de la tecnología, en particular la de la informática, es generadora de problemas sociales importantes que atentan contra los valores civilizatorios de la comunicación humana, menos eficiente pero más personal. La automatización y los controles ponen bajo sospecha la pulcritud, no solo de las elecciones sino de toda la actividad humana.

            Al final terminamos anhelando los tiempos en los que nos bastaban los cinco sentidos y la participación más cercana en nuestros procesos de decisión. La automatización no resolvió problemas y agregó nuevos. Las elecciones son una relación eminentemente humana de los ciudadanos y esa no se puede endosar ni delegar en una máquina ni en la decisión y el control de sola persona. La automatización es una forma exagerada de centralización y esta es generadora de dos repuestas, los que están de acuerdo y los que están en contra y esto se llama polarización, situación indeseable y violenta en un régimen de libertades, donde lo deseable no es la obediencia sino la discusión.

            Una elección ideal es la que tenga pocos controles, la que confíe en el elector y en la que confíe el elector, y la que permita la más plena participación. Será buena cuando yo vote camino del trabajo, donde baste mi palabra y mi cédula de identidad y donde la mancha de tinta en el dedo sea prueba suficiente de mi honestidad porque a nadie se le ocurre vulnerar la unicidad del voto y luego pueda esperar a las noticias de la mañana porque confío en la honorabilidad de los que manejan el sistema, de lo contrario el proceso es defectuoso y siempre estará manchado por la sospecha y quiérase o no es un acto de violencia.

            Todo esto hace de nuestro sistema algo imperfecto y arbitrario y la única manera de buscar la perfección del voto es aumentando y aceptando la diversidad y la clara conciencia de que una votación no es un acto de poder sino de participación. El voto y la democracia deben ser reales y no instrumentos de control y su resultado debe ser producto de la actuación concurrente de los que participan, no de la veneración de los sistemas

            De momento, en Venezuela se debe aspirar a:

·        Suprimir el control militar del proceso electoral. Es un acto ciudadano, donde no importa si lleva o no un uniforme, donde basta el deseo honesto de participar. Los militares son muy malos y violentos controlando el orden público y las votaciones no son un acto de guerra. No existe la sociedad cívico militar, la ciudadanía es un problema de tareas, no de dignidades y naturalezas

·        Eliminar los procesos automatizados, para volver a acercar el acto electoral al ciudadano, no en balde países más comprometidos con la informática siguen usando sistemas manuales. Los procesos muy costosos siempre serán sospechosos de lucro indebido.7

·        Devolver la participación a los partidos políticos y confiar los controles a las organizaciones ciudadanas, no armadas. Tenemos que ser devotos de la pluralidad y aceptar que la votación es un acto político y no burocrático, en ella se decide el control del poder y la organización del Estado, no es un acto de devoción personal.

 

            En una elección se nos va la vida ciudadana, que es muy diferente de la que se arrebata con la violencia particularmente la sectaria y tarifada.

            Quizás entonces podremos votar y volver a nuestras actividades regulares confiando en que los procesos serán claros y confiables.

            Que Dios nos bendiga porque confiamos en el futuro.

sábado, 13 de abril de 2013

CONSTRUYAMOS LA PAZ Y LA CONVIVENCIA ENTRE LOS VENEZOLANOS

Convencidos de la necesidad de hacer un llamado a la tolerancia, diálogo, paz y reconciliación entre los venezolanos, representantes de varios partidos políticos, además de autoridades universitarias realizaron hoy en el CIAP-UCAB en Caracas el “Gran Acto por la reconciliación nacional”. El evento encabezado por el padre José Virtuoso, Luis Miquilena y Pompeyo Márquez, entre otros, presentó un documento que a continuación comparto (*)

Quienes suscribimos el presente documento, venezolanos con diversas maneras de pensar y  ocupados en distintas tareas, unidos por un profundo compromiso con nuestro país, queremos expresarles a todos nuestros hermanos, a pocas horas de la cita electoral del 14 de abril, cualquiera que sea el resultado inapelable de la voluntad popular manifestada libremente a través del voto, nuestro compromiso por impulsar el diálogo, el entendimiento y la unidad en la diversidad, como instrumentos para promover la convivencia, la tolerancia y el respeto debido a todas las expresiones que nos caracterizan como pueblo.
Los venezolanos podemos convivir bajo el cobijo de nuestra constitución nacional y nuestra tradición de tolerancia y respeto, y de los aprendizajes democráticos que hemos labrado en más de 50 años de nuestra historia contemporánea.
Es posible reconocernos y respetarnos en nuestras diferencias y, a la par, consensuarnos en  los aspectos más graves de nuestra compleja problemática. Es posible asumir entre todos las soluciones urgentes a la inseguridad, de la superación de la pobreza, de la generación de empleos estables y bien remunerados, de la construcción de un sistema de seguridad social, de un modelo educativo masivo, gratuito y de excelencia, de un sistema de salud eficiente y universal, de una política petrolera que optimice nuestras grandes potencialidades, dentro de una visión eficiente, nacionalista y soberana, de una política exterior que defienda nuestros intereses y promueva la paz, la cooperación y la integración, manteniendo relaciones de igualdad con todos los países del mundo, de una lucha a fondo contra la corrupción política, moral y administrativa que hoy se ensaña contra los dineros del estado. En fin, es posible es posible entendernos frente a situaciones que nos afectan y comprometen a todos, y de cuyo destino depende la suerte de los venezolanos.
La política de la división, de la confrontación y la lucha fratricida entre venezolanos, que tanto daño ha hecho al país, debe dar paso a la reconciliación, al dialogo, al entendimiento y la unidad que reclaman por igual los ciudadanos colocados a uno u otro lado del debate político y electoral. La búsqueda de soluciones a nuestros graves problemas requiere que nos encontremos como nación, que todos pongamos en común nuestros haberes, conocimientos y voluntad. El gobierno Nacional, el conjunto de poderes del Estado, las organizaciones sociales, las empresas, etc., debemos concebirnos como partes de un todo. No tiene ningún sentido la lucha fratricida, exacerbando el conflicto y la diferencia.
Exhortamos a que  cualquiera que sea el gobierno que surja de este proceso electoral, se constituya en líder nacional de la construcción del entendimiento nacional y se  conciba como constructor de convivencia democrática.
En este país cabemos todos si no damos lugar para el odio, la venganza y la revancha. Si propiciamos que  cada venezolano tenga un espacio y un lugar para aportar al nuevo país que todos soñamos; que todos nos reconocemos como seres humanos diferentes y autónomos, y que como tales estamos dispuestos a esforzarnos para aprender a convivir, a dirimir nuestras diferencias de manera civilizada y democrática y a desarrollar nuestros proyectos de vida de conformidad con los valores universales de la paz y del desarrollo humano.
El diálogo es posible, el entendimiento puede ser una realidad, si se entiende y promueve que:
El dialogo y la construcción plural del país ha de comenzar en los órganos colegiados como: La Asamblea Nacional, los Consejos Municipales y el Consejo Federal de Gobierno.
Si se estimula que los sindicatos, las empresas y el Gobierno, se encuentren, dialoguen y construyan juntos la senda del desarrollo nacional con equidad y justicia.
Si todos nos debemos comprometer a trabajar intensamente por el fortalecimiento de los valores democráticos y del respeto a los DDHH en todos los ámbitos de la vida nacional.
Si se favorece el desarrollo de la participación ciudadana en el diseño y ejecución de políticas públicas.
Si se favorece la libertad de  expresión, el debate público, el derecho a la información de los ciudadanos.
Si  todos nos sentimos constructores de la convivencia, el respeto, la seguridad, en la  vida cotidiana, asumiendo nuestra responsabilidad de la vida en común y desterrando los monstruosos índices de violencia que nos agobian.

Pedimos al nuevo gobierno que sea capaz de escuchar este clamor nacional y que se sirva convocar a todos los venezolanos a brindar su iniciativa y su aporte para convertir estos deseos en realidad, sin exclusiones y retaliaciones, sabiendo que de ello depende que este bello país no perezca.
En Venezuela, a los 12 días del mes de abril de 2013.
(*)  Publicado por Nelson Bocaranda Sardi en su blog "Run run.es"

 

lunes, 1 de abril de 2013

(Para mirarnos en ese espejo)

CUBANOS Y PUNTO



                                     Yoani Sánchez (*)

 

Torre de la Libertad



Hace unos años, cuando salí por primera vez de Cuba, estaba yo en un tren que partía desde la ciudad de Berlín hacia el Norte. Un Berlín ya reunificado, pero que todavía conservaba fragmentos de esa fea cicatriz que fue aquel muro que dividió a una nación. En el compartimento de aquel tren y mientras recordaba a mi padre y mi abuelo ferroviarios, que hubieran dado cualquier cosa por viajar en esa maravilla de vagones y locomotora, entablé una conversación con un joven que iba sentado justo frente a mí. Después del primer intercambio de saludos, de maltratar el idioma alemán con un “Guten Tag” y aclarar que “Ich spreche ein bisschen Deutsch”, el hombre me preguntó inmediatamente de dónde yo venía. Así que le respondí con un “Ich komme aus Kuba”. Como siempre ocurre después de la frase de que uno viene de la mayor de las Antillas, el interlocutor trató de demostrar lo mucho que sabía sobre nuestro país. Normalmente, durante ese viaje me encontraba con gente que me decía “ah… Cuba, sí, Varadero, ron, música salsa”. También hallé hasta un par de casos que la única referencia que parecían tener sobre nuestra nación era el disco “Buena Vista Social Club”, que justamente por esos años estaba arrasando en popularidad en las listas de temas más escuchados. Pero aquel joven en un tren de Berlín me sorprendió. A diferencia de otros no me respondió con un estereotipo turístico o melódico, llegó más allá. Su pregunta fue: “¿Eres de Cuba? ¿De la Cuba de Fidel o de la Cuba de Miami?
Mi rostro se puso rojo, se me olvidó todo la poca lengua germana que sabía y le respondí en mi mejor español de Centro Habana: “Chico, yo soy cubana de José Martí”. Ahí terminó nuestra breve conversación. No obstante, el resto de viaje y el resto de mi vida, he tenido muy presente aquella charla. Me he preguntado muchas veces qué ha llevado a aquel berlinés y a tantas otras personas en el mundo a ver a los cubanos de dentro y de fuera de la Isla como dos mundos separados, dos mundos irreconciliables. La respuesta a esa pregunta recorre también parte del trabajo en mi blog Generación Y. ¿Cómo fue que dividieron nuestra nación? ¿Cómo fue que un gobierno, un partido, un hombre en el poder, se atribuyeron el derecho de decidir quién debía llevar nuestra nacionalidad y quién no? La respuesta a esas preguntas la saben ustedes mucho mejor que yo. Ustedes, que han vivido el dolor del exilio, que partieron la mayoría de las veces sólo con lo que llevaban puesto. Ustedes, que dijeron adiós a familiares, a muchos de los cuales nunca más volvieron a ver. Ustedes que han tratado de preservar a Cuba, la única, la indivisible, la completa, en vuestras mentes y vuestros corazones.
Pero yo sigo preguntándome ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que el gentilicio de cubano pasó a ser algo que sólo se otorgaba por considerandos ideológicos? Créanme que cuando uno ha nacido y crecido con una sola versión de la historia, una versión mutilada y conveniente de la historia, no puede responderse esa pregunta. Por suerte, del adoctrinamiento siempre es posible despertar. Basta que cada día una pregunta, cómo ácido corrosivo, se nos adentre en la cabeza. Basta que no nos conformemos con lo que nos dijeron. El adoctrinamiento es incompatible con la duda, el lavado de cerebro termina justo cuando ese mismo cerebro empieza a cuestionarse las frases que le han dicho. El proceso de despertar es lento, comienza como un extrañamiento, como si de pronto le vieras las costuras a la realidad. Así fue como se inició todo en mi caso. Fui una pionerita adocenada, todos ustedes lo saben. Repetí cada día en los matutinos de la escuela primaria aquella consigna de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Corrí infinidad de veces con la máscara antigás bajo el brazo hacia un refugio, mientras mis maestros me aseguraban que pronto seríamos atacados desde algún lugar. Lo creí. Un niño siempre cree lo que le dicen los mayores. Pero había algunas cosas que no encajaban. Todo proceso de búsqueda de la verdad tiene su detonante. Justo un momento en que una pieza no encaja, en que algo no tiene lógica. Y esa ausencia de lógica estaba fuera de la escuela, estaba en mi barrio y en mi casa. Yo no entendía bien el por qué si aquellos que se habían ido en el Mariel eran “enemigos de la Patria”, por qué mis amigas estaban tan felices cuando alguno de aquellos parientes exiliados les enviaba algo de comida o de ropa. ¿Por qué esos vecinos que habían sido despedido con un acto de repudio en el solar de Cayo Hueso donde yo había nacido, eran los que mantenían a la madre anciana que había quedado atrás, quien regalaba parte de aquellos paquetes a los mismos que habían lanzado huevos e insultos a sus hijos? Yo no entendía. Y de esa incomprensión, dolorosa como todo parto, nació la persona que soy ahora.
Por eso, cuando aquel berlinés que nunca había estado en Cuba intentó dividir mi nación, salté como un gato y lo encaré. Por eso, estoy aquí ante ustedes hoy, tratando de ayudar a que nadie, nunca más, pueda dividirnos entre un tipo de cubano u otro. Los vamos a necesitar para la Cuba futura y los necesitamos en la Cuba presente. Sin ustedes nuestro país estaría incompleto, como alguien a quien se le ha amputado sus extremidades. No podemos permitir que nos sigan dividiendo. Como mismo estamos luchando para que habitar un país donde se permitan los derechos a la expresión, la asociación y tantos otros que nos han arrebatados; tenemos que hacer todo -lo posible y lo imposible- porque ustedes recuperen esos derechos que también les han sido quitados. Es que no hay un ustedes y un nosotros… solo hay un “nosotros”. No permitamos que nos sigan separando.
Aquí estoy porque no me creía la historia que me contaron. Como muchos otros tantos cubanos que crecieron bajo una sola “verdad” oficial, hemos despertado. Tenemos que reconstruir nuestra nación. Nosotros solos no podemos. Los aquí presentes -y bien que lo saben- han ayudado a muchas familias de la Isla a poner un plato de comida sobre la mesa de sus hijos. Se han abierto camino en sociedades donde tuvieron que empezar desde cero. Han llevado y cuidado a Cuba. Ayúdennos a unificarla, a derrumbar ese muro que. a diferencia del de Berlin, no es de concreto ni ladrillos, sino de mentiras, silencios, malas intenciones.
En esa Cuba con la que muchos soñamos no hará falta aclarar qué tipo de cubano uno es. Seremos cubanos a secas, cubanos y punto, cubanos.
 
(*) Texto leído en acto realizado en la Torre de la Libertad, Miami, Florida, el 1° de abril de 2013. Publicado originalmente por su autora en su blog "Generación Y".