viernes, 18 de septiembre de 2015

¿ESPAÑOL O CASTELLANO?



a) Para designar la lengua común de España y de las Repúblicas hispanoamericanas pueden emplearse los nombres de castellano y español. En muchas regiones se usan indistintamente las dos palabras. Sin embargo, en América y en algunas zonas de España se prefiere la denominación de castellano. Esto se debe, ante todo, a una larga tradición que estuvo apoyada hasta 1925 por la propia Academia Española (pero no olvidemos que el primer diccionario de nuestro idioma, el de Sebastián de Covarrubias, 1611, se titula Tesoro de la lengua castellana o española). En América se ha unido a ello tal vez un resto de recelo patriótico frente al nombre español, considerando acaso como una manera de sumisión a España, la antigua metrópoli, el reconocimiento explícito de que se sigue hablando su lengua. En las regiones de España con lengua materna propia, el nombre de castellano parece más adecuado que el de español, porque el catalán, el gallego y el vascuence son también lenguas españolas (aunque no son la lengua españolael español).







b) Los hispanoamericanos deben recordar que los norteamericanos no se consideran “colonizados” por Inglaterra por decir que ellos hablan inglés. Los españoles deben recordar el uso universal: en cada país, normalmente, la lengua oficial, sea cual fuere la región del país en la que se haya nacido, ha tomado el nombre de toda la nación: en Rumanía, el rumano; en Alemania, el alemán; en Italia, el italiano; en Francia, el francés... En estos países existen (como en España) idiomas importantes que no son la lengua común o general.






c)  El empleo del nombre castellano implica una inexactitud: la de suponer que la lengua general o común, no ya de toda España, sino de todas las naciones hispanoamericanas, es patrimonio de una sola región, Castilla. Y esto es falso, pues la lengua castellana hoy no es propiedad de Castilla, sino de todas las regiones y naciones en que es hablada, las cuales, además de tenerla como suya, colaboran todas en su conservación y enriquecimiento. Lo exacto sería emplear el nombre castellano solamente para designar la lengua que durante la Edad Media fue privativa del reino de Castilla, o las modalidades particulares que presenta el habla de Castilla en los tiempos modernos frente al español general al lado de las otras lenguas españolas (catalán, etc.).



d) En conclusión, y volviendo a lo expuesto en el párrafo a): Las dos denominaciones, castellano y español son válidas. La preferencia de cada hablante por uno de los dos términos se funda en una tradición arraigada de siglos, y es ingenuo pretender desalojar del uso cualquiera de ellos. Cada persona puede emplear el que guste; pero debe respetar el derecho a que otros prefieran el otro. En todo caso, téngase en cuenta que, en general, la denominación de español es más exacta que la de castellano
[Manuel Seco: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe, 1998, p. 202]



sábado, 29 de agosto de 2015

ESE FRACASO QUE ES LA POESÍA

                                                                                     Rafael Cadenas










                                                                                                                 
La poesía no tiene residencia fija. Suele invadir los demás géneros y casi no hay gran libro donde no esté presente. Hasta puede afirmarse que en última instancia no hay literatura, sino poesía. Su carácter envolvente, ubicuo, usurpador hace pensar que ella no es género sino más bien una presencia detrás de los géneros, una presencia tan insinuante que muchas veces prefiere vestidos que no son los suyos, una presencia que se sirve de todas las actividades creadoras del hombre; como un poder previo a cualquier clasificación. Posiblemente sea una manera que tiene lo esencial de manifestarse en él. En este sentido, durará lo que dure el hombre.
Como género, la situación es distinta. En todas partes sus lectores forman una minoría señaladamente excéntrica. Tienden a convertirse en una secta de tipo esotérico, no porque la poesía se haya llenado de secreto —quizá lo ha perdido un poco, más bien— sino por el enorme olvido de las cosas verdaderamente importantes que afecta al hombre actual. Los tres mil o más millones de habitantes* del planeta están dedicados a destruirse de manera eficiente en todas las formas imaginables, con suavidad o violencia, por ignorancia o por mucho saber, incesantemente. El mundo entero rinde tributo a la destrucción, bajo el pretexto de desarrollo, y no sólo la poesía sino también la música, la pintura, la filosofía están amenazadas. Toda la cultura y el hombre mismo pueden desaparecer si en su espíritu no ocurre un cambio de fondo.
Confieso que me preocupa más la poesía como dimensión que como forma específica y la mengua de ambas creo que va unida a la crisis del hombre y hasta puede ser una de sus medidas más seguras. Es evidente que el mundo se aleja cada vez más de la poesía y parece dirigirse a la creación de sociedades de seres desindividualizados, si bien prósperos, a quienes una máquina inmensa les decide lo que deben vestir, comer, leer. En la caída del hombre figura la poesía junto con otras pérdidas no menos importantes, pues la necesita para informar sobre su naufragio, o mejor aún, para apuntar a un rescate. Aunque a veces uno piensa en la inutilidad de la literatura, al ver como la palabra de los grandes creadores se pierden.
¿Qué han hecho los hombres, qué hemos hecho, con el legado de Whitman, Rilke, Lawrence y algunos otros? No son muchos, pero bastaban para producir una explosión en los espíritus y ¿fueron oídos en realidad? ¿Se les leyó verdaderamente? Están ahí como voces tremendamente solas y lo que dijeron fue tomado como literatura, convertido en objeto de estudio para lucimiento de intelectuales, desarmado por nuestra grave inmunidad. Pero de ellos lo realmente importante era, y es, el resplandor perdido en la literatura.
¡Cómo volvemos inane, domesticamos, alejamos todo lo que implique exigencia de nueva visión! Cuando no oímos directamente lo que una obra quiere decirnos establecemos una distancia entre ellas y nosotros. La colocamos allá y nosotros nos quedamos aquí, sin darnos por aludidos. La obra se dirige a nuestro ser, pero nosotros decidimos que sólo le habla a nuestro cerebro, y en el pozo de nuestras ideas, la ahogamos. Sin embargo, aquellos creadores escribieron para los hombres, para comunicarles lo que habían descubierto o se les había revelado, creyendo que serían oídos.
Me parece que los poetas pueden hacer algo por vincular al hombre con todo lo que su olvido ha relegado, por quitarlo de la distracción en que vive, por plantearle las preguntas decisivas, por darle seriedad a las palabras, por apuntar hacia un vivir auténtico. Se trata de una operación de rescate, mas para contribuir con ella los poetas tienen que haberle dado la espalda a la locura que envuelve al hombre, tienen que hablarle desde una ruptura, tienen que haberse liberado ellos mismos. Si no, serían parte de la enfermedad y lo que dijeran tendría un valor incompleto.
Tampoco la poesía será asimilada por las demás formas, pues vive en una zona del ser que necesita como su medio propio de expresión, una zona para la cual seguramente la prosa resulta inadecuada, no porque sea inferior —el problema es más de naturaleza que de calidad— sino por no prestarse bien para transmitir una energía muy elemental, muy pura, muy libre, que no puede adaptarse a nada y que al buscar voz produce ese fracaso que es la poesía. Pues ella es siempre una inscripción deficiente de algo que nunca llega a expresarse, una a veces espléndida derrota, que puede dejar palabras principales, pero nunca entregar en su estado puro aquello que estaba en su base.
Así como casi no se lee poesía, tampoco se vende. Su espacio en el hombre, aquel donde éste crece, ha sido tomado significativamente por poderes hostiles a la poesía. Dice mucho que las fuerzas de la destrucción del individuo sean siempre tan incurablemente antipoéticas. Exudan vulgaridad, cualquiera sea su máscara.
La narrativa, en cambio, tiene un éxito relativo (el boom es un estallido localizado) tal vez por reflejar más los problemas sociales que son muchos, graves e ineludibles, pero no esenciales. La misma gravitación que tienen los vuelve absolutos, trastocando así la perspectiva en el público y en el escritor: lo que es urgente se confunde con lo que es fundamental, y sobre una base real y falsa al mismo tiempo el espíritu fabrica su olvido. Nadie duda que deben ser encarados, pero su solución agrava, afortunadamente, el problema del individuo al descargarlo de un lastre circunstancial y situarlo frente a sí mismo, cerca de la poesía, en la zona de la realidad. Pues el problema del hombre es él mismo, a solas, en su más grande relación.


Publicado en PRODAVINCI el 25 de agosto de 2015

jueves, 16 de julio de 2015

UN CRUCIGRAMA VERDADERAMENTE DIFÍCIL

O EL HUMOR DE "LA PAVA MACHA"



En 1962, en la imprenta del diario Clarín, ubicada en la esquina de Caja de Agua, Parroquia Altagracia, Edificio Vanguardia, se fundó uno de los mejores periódicos humorísticos de Venezuela. Dirigido por Kotepa Delgado y con un equipo integrado por Aquiles Nazoa, Aníbal Nazoa, Claudio Cedeño, Luis Alfredo López Méndez y otros, La Pava Macha continuó la tradición que se iniciaria con Fantoches y El Morrocoy Azul
Bajo el lema de "El Semanario que dispara primero y averigua después", aludiendo a una frase del Presidente Rómulo Betancourt, salió a la palestra en aquellos enfebrecidos y difíciles años de comienzo de la democracia. Uno de los trabajos que han permanecido en mi memoria de "descenso libre cedular", como me dijo recientemente un amigo, es el Crucigrama que publicamos a continuación. Aunque no llevaba firma, hay el consenso general de que su autor fue Aníbal Nazoa. Su hermano Aquiles lo publicó en su antología Los Humoristas de Caracas, editado por MonteAvila.







Hace poco, una linda damita de la sociedad caraqueña, entrevistada por un reportero de "sociales", se quejaba de que los crucigramas que publican los diarios y revistas del país no distraen nada. Explicaba la gentil crucigramista que el crucigrama criollo es demasiado fácil, y por lo tanto se saca muy rápidamente, dejando así de cumplir su función esencial de matar el tiempo.

Nosotros, siempre dispuestos a proporcionar entretenimientos sanos a las damitas de la sociedad caraqueña, ofrecemos a continuación un crucigrama lo bastante difícil para satisfacer el gusto más exigente. Si esa señorita no logra matar una buena cantidad de tiempo con él es porque, francamente, en vez de estar sacando crucigramas, debería estar trabajando por lo menos como Directora de la UNESCO.














COTA 905


                                               CARLOS ROJAS MALPICA




Uno podría entusiasmarse con una acción decidida contra el hampa por la movilización de enormes fuerzas del estado combatiendo grupos violentos. Sin embargo, lo que me crea desconfianza es que inmediatamente queda vinculada a una estrategia electoral. Las declaraciones del gobierno buscan polarizar la opinión presentando a las bandas de delincuentes como "paramilitares" promovidos por la oposición para desestabilizar el régimen. Y entonces veo claramente que no se trata de una verdadera estrategia contra la violencia, sino del inicio de la campaña electoral.
De verdad pienso que la lucha contra la violencia requiere de un estudio serio, multidisciplinario, muy bien fundamentado, y sobre todo sin escamoteos oportunistas de la realidad. La violencia NO es un problema electoral. Es un fenómeno muy grave y de dimensiones históricas desconocidas que no puede ser atacado ni mucho menos resuelto, con medidas efectistas ni con mentiras envueltas en discursos de ningún tipo.





No hay un sólo venezolano que no haya sido víctima del hampa. Pero la violencia no es sólo la delincuencia. Cuando adelantamos a otro vehículo en una esquina o aparcamos en un lugar prohibido, también promovemos la violencia. La denominada "viveza criolla" es una expresión lamentable de nuestra incapacidad para asimilar normas de convivencia social. En los cataclismos que recientemente ha padecido Japón he visto ciudadanos acatando ordenadamente las indicaciones de las autoridades. Eso es verdadera solidaridad. En cambio, EL SAQUEO NO ES UNA CONDUCTA SOLIDARIA.

La sociedad anómica en la que vivimos es un producto histórico. No surgió de la nada. Pero ningún análisis fácil, sesgado o unilateralizado nos va ayudar a salir del problema. Pensar la violencia desde cualquier matriz de opinión no permitirá comprender el problema, incluso puede agravarlo.
Es necesario conocer las verdaderas dimensiones del problema, Eso no se puede lograr escamoteando datos ni con salidas oportunistas.
Propongo un manejo NO ELECTORAL del problema...No es imposible...Pero para eso es necesario funcionar con otras lógicas que no son las que gobiernan nuestros debates....




viernes, 12 de junio de 2015

ELOGIO DE LA PALABRA: DESPLAZANDO LA CULPA DE LA MADRE AL CEREBRO

                                                               RAFAEL MUCI-MENDOZA (*)


A rribo muy temprano al Palacio de las Academias, antiguo convento
franciscano en el mero centro de Caracas y sede de las Academias Nacionales
y entre ellas, la de Medicina, un oasis de paz en medio de la estridencia,
la vocinglería y la contaminación. Me recibe en el Patio Vargas la estatua
homónima del prohombre allí erigida desde 1883 por el presidente Guzmán
Blanco por porfía de don Agustín Aveledo: con la frente erguida quizá
reafirmando su concepto de rectitud, ley y justicia, reflejo de la que fuera
su vida: el semblante austero, la mano derecha como buscando el corazón
grande, asiendo en su mano izquierda una placa donde se lee Esculapio y
recostado sobre un pilote con las inscripciones Hipócrates y Galeno, y
además, un rosal con una única rosa altiva, tersa y hermosa. Mientras los
rayos del sol se reflejan desde el oriente en las gotitas de rocío que
cubren sus pétalos, me quedo mirándola embelesado hasta que mi éxtasis es
interrumpido por el jardinero, Grinolfo Chiquito, un costeño colombiano
injertado en esos patios solariegos a quien llaman ¨avión¨ -¨porque llego
muy temprano, me rinde el tiempo y sin prisas desempeño mi trabajo con amor,
rectitud y responsabilidad¨-. Con el entrecejo fruncido y los ojos de
singular brillo me previene entusiasmado como si es que no fuera producto de
sus mimos. -¨¿Muy linda, verdad doctor?¨ - dice -, pero de inmediato suelta
la perla, ¨¡no debe acercarse a ella una mujer con la regla, se pudrirían la
rosa y el rosal...! Es el pensamiento mágico -me digo-, presente nada menos
que en una emulación del Jardín de Academo..., aquella escuela filosófica
fundada por Platón alrededor del 388 a.C. en los jardines de Academos,
olivar sagrado en las afueras de Atenas dedicado a Atenea, la diosa de la
sabiduría, y en cuyo frontispicio se leía, «Aquí no entra nadie que no sepa
geometría», -¡pobre de mí que aún cuento con los dedos...!-. Cobijados desde
tempranos tiempos de la civilización por el pensamiento mágico, tantas veces
pensamos y razonamos para generar ideas carentes de fundamentación lógica;
mediante él atribuimos un efecto a un hecho sin que realmente exista una
relación de causa-efecto comprobable, como es el caso de la rosa, el
menstruo y su orgulloso jardinero. Viandantes y académicos estamos, sin
excepción, imbuidos de supersticiones enlazadas con la bruma de los tiempos
y a nuestras más tiernas experiencias infantiles y para las cuales nunca ha
existido una vacuna salvadora y ojalá que nunca exista...

Mientras refiero esta anécdota viene otra a mi memoria: Por allá en 1960,
cursaba mi último año de la carrera médica en el Hospital Vargas de Caracas
y la consulta externa del Servicio de Medicina Interna se ubicaba a la
izquierda, no más al trasponer la marquesina del Hospital. Dos días por
semana atendíamos los pacientes de primera consulta y los de controles
sucesivos. A los estudiantes, a los más deslucidos, se nos confiaban los
primeros; ignoro el porqué, ¿no debían ser de los profesores para que
observándolos aprendiéramos directamente de su arte? Cuatro escritorios se
enfrentaban con sus correspondientes sillas. Era allí donde comenzábamos a
interrelacionarnos con el hombre enfermo y sus amenazantes penas. Me
agradaba escuchar sus relatos, apreciar su cortesía como quitarse el
sombrero de cogollo ante nuestra presencia, apretar sus manos encallecidas
por el trabajo bruto, conocer de qué distante sitio del país provenían y el
lenguaje a veces inextricable que empleaban, que arrastraba palabras del
español del Siglo de Oro y otras producto de la deformación del tiempo y la
ignorancia; por ejemplo, ansina, en lugar de así, mesmo por mismo, endilgar
por encaminar, vide por vi, agora por ahora, esguazar por desguazar,
aguaitar en vez mirar, opado por tener los párpados hinchados... Y todo
aquel conocimiento me lo daban sin regateos y de balde. Era pues necesario
conocerlo para así hacer contacto efectivo con sus necesidades, disecar el
contenido de sus quejas y traducirlo en términos de enfermedad... Para
entonces, poco conocíamos del ¨pathos¨ o sufrimiento humano normal de una
persona; ese sufrimiento existencial único del ser persona habitante de este
mundo y contrario al otro, el sufrimiento patológico o mórbido en todo su
significado, tema desconocido que el Maestro Otto Lima Gómez nos habría de
insuflar con sus prédicas y con su praxis. Yo en lo particular, era objeto
de urgentes e inclementes críticas, ¨¡Debes hacerlo con prontitud!, ¨¡Muci,
tu si eres roñero, te tardas mucho con cada paciente...!¨ Una y otra vez me
juraba que una vez que tuviera mi propia consulta, me tomaría todo el tiempo
que me viniese en gana -así de retrechero me afirmaba para mis adentros- y
así fue y así ha sido siempre. Tragedias muy orgánicas pero también muy
emocionales, comedias y tragicomedias se embrazan en mi consulta. Trato de
comprender el significado de la queja «orgánica» y hurgo dentro de las vidas
hasta donde el recato me lo permita, pues tantas veces, tras el ruido de la
hojarasca de sus lamentos, suele hallarse la verdad negada, el temor oculto,
el miedo de sufrir y de morir...: la verdad más verdadera. Desde entonces se
me había revelado que desde la Antigua Grecia la palabra era un recurso
terapéutico principalísimo que la prisa y el tráfago propio de nuestros
convulsionados días nos impiden y nos niegan... 

Cuando se ha ejercido la medicina por más de media centuria ya no podemos
saber los orígenes de nuestras maneras de pensar, suerte de mixtura de
convivencia con nuestros padres y hermanos, nuestros maestros,
conversaciones con nuestros pacientes, lecturas, conferencias asistidas,
libros leídos, conversaciones con colegas, estudiantes, hasta sesiones
personales de psicoanálisis, que influencian, van modelando nuestras ideas y
nuestro comportamiento como esa deseable pátina que cubre las cosas nobles.
En mis primeros pinitos por la medicina interna, a raíz de una crisis de
pánico, una crisis existencial, inicié un psicoanálisis ortodoxo, técnica de
conocimiento interior que era entonces muy criticada y vilipendiada por los
psiquiatras de mi hospital, ¡pamplinas -exclamaban-, eso no sirve más!, tal
vez porque para ellos y para mí no era fácil de descubrir como no fuera con
mucho dolor y pena, las propias miserias; así que mantenía muy en privado lo
que hacía. En aquellos tiempos y por mi comprensible inmadurez de aun
adolescente y médico recién graduado, mantenía entonces mi psicoanálisis en
secreto porque no quería que nadie se enterara de que poseía una suerte de
¨mente contrahecha y repugnante¨, casi que un estigma, y sólo un amigo muy
cercano, bioquímico para más señas, que conocía mi oculta verdad, me
aseguraba de la necedad de continuar mi psicoanálisis donde cada tarde sólo
un dolor mental terebrante y continuado salía a flote y mis moderados
recursos económicos se esfumaban, siendo que con una simple pastilla
producto del ingenio humano, de un conjunto de ¨moléculas de la mente¨, tal
como si fuera un hipertenso o un diabético, acabaría con todas mis
penurias...

Comenzaban a aparecer los llamados psicofármacos que proclamaban curación de
todos los males del alma y se decía que la nueva psicofarmacología había
cambiado el paradigma de ¨culpar a la madre¨, pues desde tiempos de Freud se
aceptaba que los desórdenes mentales se enraizaban en experiencias
traumáticas en el seno de la familia y particularmente en la relación con la
madre; pero era innegable que el péndulo de las creencias se había movido
peligrosamente en el sentido opuesto para negar de plano y del todo el
delito del amor incestuoso por la madre y pasar ahora a ¨culpar al cerebro¨
-concepto más frío, ¨más científico¨, menos conflictivo y mucho más
aceptable-, en cuyas intrincadas redes y al favor de un desbalance químico
de neurotransmisores se generaba todo sesgo mental; así, la esquizofrenia se
producía simplemente por exceso del neurotransmisor dopamina -eso podíamos
aceptarlo-, y la depresión, a deficiencia del neurotransmisor serotonina
-eso también podíamos aceptarlo-; la ansiedad y otras disfunciones mentales
serían así atribuidas al arrochelamiento de otros neurotransmisores. Pero la
química cerebral no solo tendría que ver con lo anormal sino también con la
explicación de las variaciones normales de toda personalidad o del
comportamiento; normalidad observada desde entonces con sospecha y muchas
veces vistas con tufo a borderline que traía aparejada la creciente marea de
la medicalización de la vida cotidiana. ¿Quería decir esto que yo había
perdido mi tiempo recostado en el sillón del psicoanalista por tantos
años...? ¿Quería ello decir que mi biografía no tenía nada que ver con
aquellos síntomas tan extraños, terroríficos y recurrentes que me asaltaban
cuando menos lo pensaba o con aquellas otras oportunidades en que me sentía
deprimido, agitado o nervioso...? Mi hogar, mis padres, mis numerosos
hermanos, el ambiente donde crecí, mi carácter acomplejado, retraído y tan
tímido, mis experiencias más tempranas, mis magros éxitos y numerosísimos
fracasos, ¿es que nada tuvieron que ver...? Pero, ocurría que ahora más
interesaba la condición patológica que la persona: ¨el todo orgánico¨, el
milieu neuronal y su árbol dendrítico y sus distorsiones, sencillamente
producto de un desbalance de neurotransmisores y por tanto el santo grial a
buscar con ímpetu implicaría olvidar el contacto humano, la palabra como
recurso terapéutico y emprender la investigación de ¨misiles inteligentes¨,
de ¨balas mágicas¨, de mensajeros químicos tan despabilados que por arte de
magia arreglarían el entuerto con una sola receta; pero, ¿y qué tal que la
medicación sólo produjera ¨cambios cosméticos¨, modificaciones artificiales
en la fachada de la personalidad, tan solo lechadas de cal sobre una
percudida tapia de barro y por ello deberíamos consumir drogas a perpetuidad
so pena de perder ese barniz de oropel que oculta traumas y conflictos no
resueltos...? 

La era moderna nos ha traído las drogas psicoterapéuticas agrupadas como
antipsicóticos -antiesquizofrénicos-, neurolépticos, ansiolíticos (sedantes
o tranquilizantes menores) y estabilizadores del humor como el litio,
primariamente empleado para reconciliar el vaivén entre la manía y la
depresión, esos enfermos indignamente llamados «bipolares». Pero por ahí
vino también el Largactil® o clorpromazina con sus maravillosos efectos de
aquietar olas encrespadas y los rayos y centellas enviados por Zeus, pero al
mismo tiempo y en ocasiones nos dejaba a Némesis, diosa de la venganza, la
fortuna y la justicia portadora del castigo: el parkinsonismo y otros
trastornos extrapiramidales del movimiento como efectos secundarios
indeseables. Dígame usted la experiencia, golpeante y terrible de presenciar
una discinesia tardía, punición inducida por neurolépticos, un trastorno
motor asociado a tratamientos prolongados o a dosis altas de estos novísimos
antagonistas dopaminérgicos, ¨simple¨ efecto colateral de la droga con sus
grotescos movimientos de la boca, y parecido a un tic recurrente, la
protrusión involuntaria y extrema de la lengua ... Pero a ello pronto los
médicos nos acostumbramos para no lidiar con los dolores del paciente, que
si a ver vamos, retrata, calca, imita los nuestros y eso, sí que no lo
podemos tolerar... Las compañías farmacéuticas han tenido una enorme
influencia en la promoción de estos mensajes ¨milagrosos¨ tanto a médicos
como a potenciales consumidores de sus drogas... Prozac® ¨la píldora de la
felicidad¨: ahora eche un pie y no se preocupe, que el mundo sigue
andando...

Jamás en la historia se había hablado tanto de ningún otro libro de medicina
como de la última versión del Manual de Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders,
DSM-5), la denominada ¨Biblia de la Psiquiatría¨, que inició su lanzamiento
inmerso en un momento en que la comunidad científica, los profesionales y el
gran público general mostraban su preocupación ante los cambios en el
quehacer de la psiquiatría. A este respecto no debe ser pasado por alto que
el precio del manual asciende a $199, cifra muy superior a la de su versión
anterior, constituyendo la principal fuente de ingresos de la Asociación
Americana de Psiquiatría. 

El debate, erróneamente reducido y explicado -en algunos medios de
comunicación- como un enfrentamiento entre profesionales de la psiquiatría y
la psicología, nace del mismo gremio de la psiquiatría. De hecho, uno de los
más acérrimos opositores al DSM-5 es Allen Frances, psiquiatra y presidente
del grupo de trabajo del DSM-IV (la versión anterior), quien desde hace
varios años lleva manifestando su recelo hacia la ampliación de diagnósticos
que recoge el DSM-5. En un artículo del Psychiatric Times, del 26 de junio
de 2009, Frances ya escribía: "el DSM-5 será una bonanza para la industria
farmacéutica, pero a costa de un enorme sufrimiento para los nuevos
pacientes falsos positivos que queden atrapados en la excesiva amplia red
del DSM-5".

http://autismodiario.org/wp-content/uploads/2012/04/dsm-iv-vs-v.jpg

Tan sólo unas semanas antes de la presentación oficial del DSM-5, Insel
emitió un comunicado en el que lo criticaba, y anunciaba que el NIMH se
desligaba de este sistema de clasificación, alentando públicamente a los
científicos a no utilizarlo y anunciando su pretensión de desarrollar un
nuevo sistema de diagnóstico basado en biomarcadores y no en juicios
clínicos (denominado Research Domain Criteria). En sus declaraciones, Insel
desprestigiaba el manual de la Asociación Americana de Psiquiatría al
afirmar que el DSM "no se puede considerar una biblia, sino tan sólo un
diccionario". Unos días después, el 6 de mayo, el presidente del Grupo de
Trabajo del DSM-5 de la Asociación de Americana de Psiquiatría, David
Kupfer, respondiendo a dichas afirmaciones, expresaba sus recelos hacia el
modelo biologicista que defiende el director del NIMH, teniendo en cuenta la
falta de evidencias tras más de 30 años de investigación: "hemos estado
diciendo a los pacientes durante varias décadas que estamos a la espera de
encontrar unos biomarcadores. Todavía seguimos esperando. Finalmente, en un
intento de volver las aguas a su cauce, el NIMH publicó una declaración
conjunta con la Asociación Americana de Psiquiatría, aclarando que ambas
instituciones comparten su compromiso de mejorar el diagnóstico y el
tratamiento de los trastornos mentales: "Los pacientes, las familias y las
aseguradoras pueden estar seguros de que existen tratamientos eficaces
disponibles y que el DSM es el recurso clave para ofrecer la mejor atención
disponible", reza dicha declaración.

No obstante, la polémica -lejos de disolverse- ha disparado un aluvión de
críticas y debates en todo el mundo, y prueba de ello es que los grandes
medios de comunicación internacionales, como The New York Times, The
Guardian, The Economist, Daily News o Scientific American, se han hecho eco
de las distintas opiniones vertidas por los expertos hacia este manual. En
tan sólo un mes, salieron a la venta dos libros, "Saving Normal" (de F.
Allen) y "The Book of Woe" (de Gary Greenberg), se han publicado cientos de
artículos y se han lanzado importantes campañas de recogida de firmas a
escala mundial, advirtiendo de los peligros que entraña el uso del DSM-5 y
solicitando la abolición de los sistemas de clasificación diagnóstica. Una
visita por Youtube 
https://www.youtube.com/watch?v=JCuNVVU_yH4, puede
introducirle en la polémica y serle de gran utilidad.

El debate está dividiendo al gremio de la psiquiatría y aunque el punto
candente se sitúa en EE.UU., se está extendiendo con rapidez en Europa,
-sobre todo, en el Reino Unido- e incluso está calando de lleno en el mundo
árabe. De esta manera, la cadena de TV Al Jazeera emitió una entrevista con
Robert Whitaker, periodista de investigación experto en el área de la
medicina y la ciencia, y autor del libro Anatomy of an Epidemic (Anatomía de
una epidemia) y Allen Frances. En dicha entrevista, Allen Frances apuntó que
los diagnósticos "siempre se expanden, nunca se reducen" y se abordaron
aspectos tan trascendentes como los perjuicios que genera la expansión de
las categorías diagnósticas y su asociación con el aumento de la
medicalización de la población.

El debate mundial que ha abierto el cuestionamiento del DSM-5 supone un
replanteamiento de los cimientos en los que se sustenta la psiquiatría, por
lo que está siendo considerado como una revolución histórica en salud
mental. Sin embargo, llama la atención que en nuestro país este tema aún no
haya tenido repercusión médica alguna especialmente en el ámbito de la
psiquiatría y la psicología, a y la exposición mediática que se merece.

Colofón 

Las teorías químicas de los desórdenes mentales son particularmente
seductoras y sugieren que existiendo una simple explicación para un problema
tenido como complejo y a menudo recalcitrante al tratamiento, también
existiría una solución cabalística, algo parecido al pensamiento mágico de
mi buen jardinero Grinolfo. Vivimos en tiempos de poca tolerancia a la
ambigüedad y a la incertidumbre, y por tanto, queremos sin devaneos ir
directo a la solución, y allí, nos espera un gordo calvo y bonachón con
chaleco, leontina y un tabaco a la diestra: es la industria farmacéutica que
vende al contado y que en connivencia con psicólogos y psiquiatras complace
nuestros deseos y nos suple la panacea al cambio de unos cuantos ochavos o
maravedíes. En las últimas décadas se han escrito libros que no solo
exageran la capacidad de las drogas terapéuticas para curar los desórdenes
mentales sino que proclaman que las mismas pueden producir cambios o
modificaciones de la ¨personalidad¨ solo ajustando algún tornillo
bioquímico, según el caso, media vuelta a la derecha o a la izquierda, tal
como en un artilugio de relojería o en una simple bomba aspirante-impelente,
lo que liberaría un conjunto de finos y benéficos neurotransmisores que por
desgracia sólo realizarán ¨ajustes cosméticos¨ mientras la procesión sigue
por dentro y los deudos expulsan mocos incontenibles. Teoría no más válida
que aquellas teorías hipocráticas que resolvían el problema ajustando el
balance de los cuatro humores básicos: sangre, flema, bilis negra y bilis
amarilla. Pero es más, esas nuevas teorías son a juro aceptadas como
verdaderas y los libros y la propaganda millonaria de la industria que mueve
los cordajes del guiñol, han determinado que la personalidad y la salud
mental están determinadas ¨completamente¨ por esos niveles de
neurotransmisores enloquecidos que pueden ser ¨metidos en el corral¨ por
arte de novísimas píldoras... Así, su efectividad es consistentemente
exagerada presentándose anécdotas de ¨curaciones milagrosas¨ y sus efectos
colaterales o nocivos son simplemente minimizados. Robert Whitaker el
periodista estadounidense y escritor ya mencionado, que escribe
principalmente sobre la medicina, la ciencia y la historia, establece que
tanto los antidepresivos como la mayoría de los fármacos psicoactivos no son
sólo ineficaces, sino perjudiciales; además, advierte de los peligros que
adquiere la escalada de consumo de psicofármacos en la que se ve inmersa la
mayor parte de los pacientes; una espiral de consumo de la que es
extremadamente difícil volver a salir y trae a colación las declaraciones de
Steve Hyman, exdirector del National Institute of Mental Health (NIMH) de
EE.UU. y hasta hace poco rector de la Universidad de Harvard, quien
reconoció que el consumo de fármacos psicoactivos prolongado en el tiempo,
produce "alteraciones sustanciales y de larga duración en la función
neuronal". Pero además, para Whitaker el problema no termina aquí, ya que
una vez que el paciente comienza a presentar efectos secundarios derivados
del consumo de psicofármacos, a menudo acude al médico en busca de un
tratamiento para aliviar estos nuevos síntomas, de tal manera que la mayoría
de los pacientes acaban consumiendo un coctel de psicofármacos para un
coctel de diagnósticos. Este consumo abusivo de psicofármacos da lugar a una
atrofia cerebral, tal y como ha quedado de manifiesto en los estudios
realizados por Nancy Andreasen, una prestigiosa neurocientífica y psiquiatra
que ha sido galardonada por su línea de investigación en el análisis del
funcionamiento neuronal de personas con trastornos mentales a través de
técnicas de neuroimagen. Según uno de los hallazgos del equipo de Andreasen,
el consumo de psicofármacos está asociado atrofia o "encogimiento" del
cerebro y este efecto está directamente relacionado con la dosis y la
duración del tratamiento farmacológico. En declaraciones al New York Times,
Andreasen señaló que "el consumo de psicofármacos impide que la corteza
prefrontal reciba la entrada de lo que necesita y empieza a experimentar
apagones. Lo que se traduce en síntomas psicóticos. Esto también hace que la
corteza prefrontal se atrofie lentamente". Pienso que tenemos que dejar de
creer que los psicofármacos son el mejor y único tratamiento para la
enfermedad mental y el sufrimiento psicológico. Tanto la psicoterapia como
el ejercicio físico han demostrado ser tan eficaces para la depresión como
los psicofármacos y sus efectos son más duraderos; sin embargo, por
desgracia, no existe una industria para impulsar estas alternativas; todo lo
contrario, aquello que proféticamente denunciaba Iván Ilich en su libro
«Némesis Médica» (1975) sobre la ¨medicalización de la vida¨ es un monstruo
de mil cabezas que apenas muestra sus numerosas fauces que expelen fuegos de
iatrogénesis o transmisión contagiosa de enfermedades por la profesión
médica (del griego iatrós, médico). 

Ivan Ilich. ¨Némesis médica, expropiación de la salud¨ Barral, 1975

La historia de la medicina está llena de ejemplos de cuán sencillo puede
sobrevenir la confusión y el extravío cuando generalizaciones se realizan
sobre bases de informes anecdóticos o de teorías forjadas, y aún, cuando
entran en conflicto con intereses espurios como los puramente económicos.
Por ello, sigue siendo de gran importancia evaluar fríamente las evidencias
y argumentos -retirando la mano peluda de la industria, por supuesto- que
soportan las teorías químicas hoy día prevalentes en los ¨desórdenes¨ o las
¨condiciones¨ mentales supuestamente causados por errores solucionables con
drogas terapéuticas. Porque la evidencia señala, aun cuando la teoría pueda
ser inexacta o errónea, que las grandes compañías farmacéuticas y de seguros
ejercerán presión para que confiemos más y más en las drogas y menos y menos
en el contacto humano, en la interacción sanadora con el paciente y sus
angustias y temores, presente en nuestro armamentario terapéutico desde la
Antigua Grecia hasta que un negocio de ¡ochenta mil millones de dólares al
año!, siga forjando ¨condiciones mentales¨ donde siendo todos enfermos,
quepamos todos los seres humanos... Las compañías evitarán pagar por una
adecuada psicoterapia, pero de mil amores compensarán a los médicos con
aquello sólo absolutamente necesario para indicar tratamientos
farmacológicos mediante una revisión mensual que no se prolongue más allá de
los 10 o 15 minutos para ejecutar el ¨ajuste¨ de las dosis y ya... Total,
todo queda en casa y el pobre paciente, tan confiado él, quedará en manos de
la ¨ciencia¨, sus exageraciones, sus dislates, su perversidad, su frialdad
afectiva y su desmesurado interés por el vil metal... 

https://www.youtube.com/watch?v=i5tbp1Rtqkc

Entonces, entre la negada culpa de la madre y el mito de la esperanza de la
bioquímica y sus neurotransmisores villanos y salvadores a la misma vez,
¿dónde se ubica el paciente...? Bien, estoy satisfecho, creo que no perdí mi
tiempo...




(*) Academia Nacional de Medicina. Boletin Virtual. Año 7. Número 78. Junio, 2015. Editorial [Archivo adjunto 1]

miércoles, 27 de mayo de 2015

EN TERAPIA

                                                                Pablo Kurt (*)





'In Treatment' es la penúltima obra maestra de la HBO. Fiel remake -según cuentan- de una serie israelí, volver a desplegar una nueva alfombra de alabanzas ante otra serie de tv de la cadena norteamericana puede resultar repetitivo. Dado su formato y tema, aparentemente poco atractivo para el gran público, lo mejor es invitar a que comprueben en carne propia, y prepárense, cómo pueden llegar a enganchar cuatro paredes y unos pocos personajes. La atractiva doctora (¡Oh, Melissa!). El piloto engreído. La adolescente gimnasta. La pareja con problemas. Y claro; Paul, y Kate, y Gina. Elijan ustedes. Son todos fascinantes. 








Cuchilladas de realismo e intimidad a través de diálogos inteligentes y verosímiles –sin siquiera necesitar ser ingeniosos- que penetran con asombrosa adicción en la carne y la mente de un espectador atónito. Te dejan ansioso de más, anhelante de las próximas visitas de unos personajes que se hacen vivos, terriblemente cercanos. Asombra la simplicidad de la propuesta y lo adictivo de sus resultados. Y además es una obra de arte que invita a la reflexión, pues, ante tanta basura, ante tantas costosas producciones televisivas, ante tanto reality vacío de ficción, llega el baratísimo poder de la palabra, la verdadera vida reflejada en frases y miradas… y se coloca en el pedestal del lujo inteligente. Televisión que cautiva, que enamora. 



Claro que no hay que confundirse; imagino a docenas de productores y cientos de estudiantes de cine diciendo: "eso podría hacerlo yo, escribirlo yo, dirigirlo yo". Casi nadie podrá, pero bienvenido sea el intento si ello sirve para que luego venga Rodrigo García y lo mejore. Por cierto que el Sr. García no hace sino confirmarse como un director clave de nuestro tiempo, un artista sensible como pocos y sin problemas de sombras paternas. Yo, por mi parte, quedé tan enganchado que, tras esta terapia, intentaré como sea ir a "Be 'Tipul", buscar la referencia de la "madre" de la fascinante criatura. Cualquier buen psicoanalista indagaría en el origen de esta adicción, de esta sensación inefable ante "In Treatment", una maravilla de la que no merece perderse ni una sola sesión. 

(*) FILMAFFINITY


domingo, 10 de mayo de 2015

PABLO NERUDA: LA MAMADRE

Pablo Neruda fue criado por su madrastra porque su madre había fallecido cuando él tenía sólo un mes de edad. A Trinidad Marverde, su madrastra la llamó siempre "Mamadre". Le dedicó este poema que me parece extraordinario y significativo en este día.






Pablo Neruda



La mamadre



La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.

Oh dulce mamadre
nunca pude
decir madrastra
,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.

Ay mamá, ¿cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por primera vez estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.


miércoles, 15 de abril de 2015

LEONARDO PADRÓN: OLVIDADOS



Salvador y Manuela ni sospechan que sus padres han tenido que pedir dinero en la calle para alimentarlos. Salvador tiene dos años y medio de vida. Su hermana, un año menos. No, sus padres no son indigentes. Son estudiantes venezolanos que viven en España para realizar una Maestría en Criminalística. Pero se quedaron sin divisas.
A finales del año 2014 los estudiantes venezolanos residentes en el exterior encontraron en su bandeja de correo una información escalofriante. El Cencoex (antiguo CADIVI), ente oficial encargado de otorgar las divisas para pagar sus estudios, les notificó que sus recursos no serían aprobados. Debajo de la hojarasca verbal latía la sentencia: no tenemos más dólares para ustedes. Una multitud de estudiantes fue arrojada al limbo económico. El efecto de la medida ha sido devastador.

Mónica, la madre de los niños, dice que hasta se le acabaron las lágrimas. Miguel Angel, el padre, da los detalles: “Ya no pudimos pagar más la universidad, el seguro médico, ni los servicios básicos. Estamos hasta el cuello de deudas. Para pagar la renta de febrero tuve que vender mi laptop y mi celular. Para pagar marzo vendimos la cuna de mi hija y su ropa usada. El dueño del apartamento me dice que aún no me ha botado por los niños”. Este itinerario de la humillación lo cuentan con miedo. “Tememos las represalias por habernos atrevido a alzar la voz. Ya mi familia ha sido objeto de amenazas”, remata Miguel Angel.
Salvador y Manuela, sus hijos, aún no entienden lo que pasa a su alrededor. Menos mal. No merecen ser salpicados por la indolencia de la revolución bolivariana.
***
Son más de 25 mil estudiantes venezolanos en el mundo. Diez mil de ellos en los Estados Unidos. Cuatro mil en la tierra de Cervantes. El resto esparcido por Europa y Latinoamérica. Se estima que el 80% está a la deriva. Sin dinero para continuar sus estudios. Parecen náufragos. Sobrevivientes en proceso. Estudiantes que salieron del país a ser mejores, a formarse académicamente, a profesionalizar su vocación. No pidieron becas ni dádivas. Iban a pagar sus estudios con sus propios recursos. Pero estamos en un país extraño. No somos libres para disponer del dinero propio a nuestro antojo y albedrío. El socialismo construyó una alcabala para controlar nuestras divisas. El tema exhibe ribetes de agravio superlativo cuando hablamos de educación. Según la lluvia de testimonios, la realidad ha alcanzado cotas de drama y crisis humanitaria.
Andrea Balzan intentaba un Master en Dirección y Planificación de Turismo. El Cencoex ha hecho que su maestría se convierta –vaya paradoja- en un doloroso turismo laboral: lavar platos en una cafetería, cuidar a una señora mayor, pasar horas en la calle entregando volantes bajo el frío invernal. “Con lo que te pagan, te da a duras penas para comer tres días”, precisa. Ya fue dada de baja en la universidad por incumplimiento de pago. Un sueño en escombros. Otros estudiantes han tenido más suerte en sus universidades. Les amplían el lapso de espera, hacen eventos benéficos, son compasivos. Ya saben de la situación venezolana. Tratan de no apagarles el último bombillo en la sala de espera.
Son miles los estudiantes que están a punto de perder su estatus migratorio y, peor aún, su carrera, su tiempo invertido, su dinero. Andan aferrados a ese hilo cada vez más delgado que algunos llaman esperanza.
***
Una estudiante me confiesa que tuvo que vender las dos últimas prendas de oro de su madre para alimentarse. Algunos han tenido que pasar noches en el Metro de Madrid, dormir en un McDonald’s, recibir el año en una plaza pública. El inventario es abrumador: ser desalojado de tu casa, vivir de la caridad de amigos y desconocidos, ir a centros de acopio de ropa, vender lo que tengas en Venezuela para intentar resistir, chequear el correo cada media hora esperando la reconsideración del Cencoex, buscar trabajos ilegales, ser rechazado por estar sobrecalificado, recibir una miseria por ser extranjero, limpiar baños, lavar carros, pedir ayuda en las calles. Mendicidad en unos casos, temple en todos, dignidad en muchos, agobio y entereza en partes iguales. Más de una muchacha ha llegado a decir que lo único que le falta es prostituirse. La desesperación tiene muchos rostros.
***

Le han escrito cartas a Insulza, a Maduro, al director del Cencoex, al Defensor del Pueblo. Este último habla de solicitudes fraudulentas (aquí alude al ya antiguo caso de los cursos de idiomas en Colegios de Irlanda, caso ya cerrado, por cierto), jura que mediará, que instalará comisiones de enlace. Juega con las cifras. Dice que son sólo 18 mil estudiantes. Que el 83% lo que hace es estudiar idiomas (¿Los 4 mil estudiantes venezolanos que residen en España estarán tratando de aprender el idioma?). Que el 60% no vuelve al país. En fin, habla como un fiscal que investiga a una red de delincuentes. Su tono es tan enfático que se vuelve sesgado, tendencioso. Una vez más, Tarek William Saab demuestra su vehemencia para defender al gobierno, no precisamente al pueblo. Porque los estudiantes también son pueblo, ¿o no?
Mientras tanto, la crisis está allí. Los estudiantes se han organizado, han protestado por las redes, han procurado todas las formas posibles para exponer el abandono en el que están. Se sienten varados. Anclados. Olvidados.
Estudiantes que, sin querer, han arruinado a sus padres por tratar de cubrir sus gastos con el excesivo dólar negro. Estudiantes que no tienen cómo comprar el pasaje de regreso. ¿Se merecen tanta humillación unos ciudadanos que sólo aspiran a cultivarse académicamente? Vale insistir: el dinero que esperan no es del gobierno. Son sus ahorros, sus bienes. Pero así es el socialismo venezolano. Así de irresponsable.
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El letal artículo 8 de la Providencia 116 del Cencoex establece que el otorgamiento de divisas está sujeto a la disponibilidad del Banco Central de Venezuela y a las prioridades que establezca el gobierno venezolano. Ya hemos visto que una carta de Maduro en el New York Times es prioridad. Una campaña multimillonaria para recoger 10 millones de firmas contra Obama también. O una ostentosa fiesta en Madrid para celebrar los logros de la revolución. Pero la salud hospitalaria no es prioridad. Ni la inseguridad. Y, por supuesto, tampoco la educación. Aquí la única prioridad es el poder. Mantener el poder a como de lugar.

***

Laura Díaz tiene apenas 23 años, los estudios interrumpidos y una deuda de 30 mil dólares: “Vendimos los cuatro corotos que teníamos, la cama, la televisión, y una mesa que habíamos encontrado en la basura. Pasamos de estudiar en una de las mejores universidades del mundo a limpiar los carros de otras personas. Nos arruinaron la vida emocionalmente y, patrimonialmente, nos dejaron en la calle”.
Yenai Avendaño es la coordinadora de los estudiantes de la Universidad de Texas. Destila rabia: “Hemos sido víctimas del escarnio y la descalificación. Hemos tenido que ahogar nuestras frustraciones agrupándonos y exigiendo una respuesta. La respuesta ha llegado pero con sarcasmo, cinismo y con el firme propósito de anular la importancia que un estudiante tiene para un país en vías de desarrollo”.
Esta penuria colectiva viene antecedida por “la más dura experiencia de senderismo que jamás me pude imaginar”. Así resume en una frase Irene Trequattrini, una odontóloga que aplicó para un Master en Murcia, España. Alude al vía crucis del papeleo para estudiar en el exterior. Legalizar y apostillar títulos, notas, programas de estudio, colas –en la siniestra madrugada caraqueña– a las puertas del Ministerio de Relaciones Interiores y Cancillería, esperar la carta de aceptación, pedir la aprobación de divisas, comprar el boleto aéreo (aquí cabe una carcajada o un insulto, da igual), demostrar que se tiene suficiente dinero para costear los estudios en el exterior y un etcétera fatigante. Casi siempre los estudiantes terminan viajando sin aún recibir las divisas. Casi nunca las reciben a tiempo. Comienzan a endeudarse con la universidad, con el casero, con la vida. Vertiginosamente.
A la travesía se le agrega ahora la funesta disposición del artículo 8. Las divisas ya no van a llegar. Piden reconsideración. Esperan. Preguntan. El Cencoex los ubica en un estatus que llaman “EA” (En Análisis), durante meses, y así van corriendo la arruga de su negligencia, mientras los estudiantes llegan al borde de sus posibilidades.
***
Hablo con Laura Ortiz. Representa a los estudiantes venezolanos en Barcelona: “no sé si aguante más, no puedo concentrarme en los estudios, es insoportable esta situación”. Aun así, es la depositaria de las angustias de los estudiantes de su comarca. La llaman a cada hora. Piden su consejo, su asesoría, su optimismo. Le dicen: “me van a sacar del piso, Laura, ¿qué hago?; “Dónde puedo buscar comida el lunes, Laura”; “nos han convocado a la escuela para que expliquemos por qué dormimos los cuatro en una habitación”; “se me enfermó el chamo de lechina y la seguridad social no me atiende”; “no podemos usar la calefacción porque la luz es cara, así que debemos pasar frío”; “salgo a vender cuchillos de colores todo el día y nadie me compra, qué frustrante, yo un administrador de empresa”; “me dijeron en la universidad que si no pago, que no vuelva, Laura”; “me puse en la puerta del Consulado de Venezuela a pedir dinero porque no podía asumir la enfermedad de mi hija”.
Se le caen los ejemplos de la boca. Me habla de sus lunes en colas para buscar la comida que le dan en un Banco de Alimentación. De la degradación. Y, entonces, se le quiebra la voz. Nos callamos los dos. Baja la mirada. No puede más. Pero tendrá que poder. Porque el resto de los estudiantes confía en ella, en su temple. Igual que en el de Carlos Moreno quien, desde Utah, es el coordinador general de la Organización de Estudiantes Venezolanos en el Exterior: “Tengo 1 año y 5 meses buscando respuestas, no solo para mí, sino para los más de 20 mil estudiantes que están igual o peor que yo”. El mismo afán lo tiene Henrry Narveiz, el coordinador de los estudiantes residentes en España y quien no admite hundirse en la derrota.
Todos esperan que algo ocurra. Que el gobierno venezolano asuma su compromiso. Que dejen de ser los olvidados.
Mientras tanto, la indignación no cabe en el idioma. 

(*) Publicado originalmente en El Nacional el domingo 12 de abril de 2015