jueves, 9 de enero de 2014

DE LA UTOPÍA A LA REALIDAD. IN MEMORIAM CARLOS MOROS GHERSI:

                                                   JOSÉ FÉLIX OLETTA


Con motivo de cumplirse hoy el primer aniversario de la muerte del doctor Carlos Moros Ghersi, reproducimos a continuación el discurso pronunciado en su memoria por el autor en memoria suya, publicado originalmente por la Revista de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna  en su volumen 29, Nª . El Dr. Oletta es Médico Internista y docente universitario.






El Dr. Carlos Moros Ghersi, creyó en el valor de la comunicación y por ello fundó el Periódico Ucevista "Hora Universitaria"
Dr. Carlos Moros Ghersi  (15-4-1934-9-1-2013)
Con profunda gratitud acepté la honrosa invitación que me realizara el Dr. José Antonio Parejo, Presidente de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna, para hacer una semblanza del Maestro Carlos Alberto Moros Ghersi; extraordinario venezolano, educador, médico y admirado amigo, ex Presidente de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna, lamentablemente fallecido el 9 de enero de 2013.
Sería imposible en estas breves líneas recoger toda la extensa y fructífera obra realizada por el incansable Maestro, por lo que me dedicaré a destacar en esta oportunidad  solo algunos momentos de vivo recuerdo para mi, que ayudaron a forjar mi espíritu y que quiero compartir con ustedes. Estoy agradecido con Pilar, su esposa y sus hijos, por la confianza que depositaron en mi, al  recibirme en su casa y compartir información y fotografías de su pertenencia que me permiten ilustrar mejor esta semblanza.
En 2010, al cumplir los primeros 25 años de fundada la Revista de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna el Dr. Carlos A. Moros Ghersi, su creador y editor jefe por muchos años, escribió un Editorial que tituló: ¨De la utopía a la realidad¨… (1) Este título más allá de relatar la vida de esa importante publicación científica, sus dificultades para sobrevivir y cumplir con su misión de ser el órgano de divulgación de la SVMI, era una metáfora de lo que el Maestro Moros Ghersi  escogió como modo de vida y de lo que mediante una tenacidad sin par, gracias al Creador, pudo alcanzar.
Había nacido en l
Los Teques el 15 de abril de 1934 en el seno una honorable familia, su padre, eminente médico Dr. Teófilo Moros Colmenares y su madre la Sra. Luisa Ghersi Grisanti de Moros.  Dos de sus hermanos también se dedicaron al arte de la medicina. Sus primeros años de formación se realizaron en su ciudad natal, cursó primaria en la Escuela Federal Guaicaipuro y en el grupo escolar República del Paraguay y la secundaria en el Liceo San José de Los Teques.
Desde joven sabía muy bien el significado de ¨utopía¨,  como representación de un mundo idealizado que se presenta como alternativa al mundo realmente existente, mediante una crítica de este. El término utopía fue concebido por Tomás Moro en su obra Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia, donde Utopía es el nombre dado a una isla y a la comunidad ficticia que la habita cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las sociedades humanas de su época.(2)
Las  inquietudes juveniles del Dr. Moros Ghersi y sus estudios universitarios transcurren en tiempos de dictadura, entre los años de 1952 y 1953 inició sus estudios de medicina en la Universidad de los Andes ya que la Universidad Central se encontraba cerrada. Luego se traslada a la UCV y entre 1953 y 1958 los desarrolla y culmina. Obtuvo así el título de Médico Cirujano como integrante de la promoción Dr. Leopoldo Briceño Iragorry. Fueron tiempos de distopía, de pérdida de libertades que contribuirán a forjar su espíritu y voluntad y acentuaron su vocación profesional.
Comenzó su actividad asistencial como residente en el Hospital antituberculoso Padre Cabrera de Los Teques; luego en el Alma Mater de sus estudios clínicos, el hospital Vargas de Caracas, tuvo la oportunidad de nutrirse con el ejemplo, el conocimiento y las experiencias de extraordinarios maestros de la talla  de Otto Lima Gómez, Enrique Benaím Pinto, Miguel Ron Pedrique, Rafael Hernández Rodríguez, Carlos Gil Yépez, Gilberto Morales Rojas, cuyas inquietudes, profesionales, científicas, culturales, políticas y humanas contribuyeron a su decisión de consagrarse a la docencia médica, actividad que desarrolló por más de 50 años, hasta sus últimos días con una admirable vocación de Asclepíade. Muy joven había mostrado con éxito sus habilidades como profesor de biología y química en el Liceo de Los Teques. Desde entonces, no aceptaba ser un simple espectador, deberá actuar sobre la realidad y promover su cambio. Este reto lo impulsará durante su fructífera vida.
La docencia, la búsqueda de la verdad, la transmisión de conocimientos, el debate de las ideas, la producción de nuevos conocimientos y su divulgación serían junto con el ejercicio de la medicina, fundamentalmente institucional, su norte, el camino para dar sentido a su vida intelectual, en la necesidad y la búsqueda de un mundo mejor, más solidario y más justo. No podía ser en otra forma ese mundo ideal, -según la concepción clásica de Platón, para la satisfacción y felicidad de todos, debía ser un mundo justo-, en él debería reinar la justicia. Sin lugar a equivocarme esta será una de las líneas vitales que recorrería  el Maestro Moros Ghersi.
De alumno destacado de postgrado entre 1959 y 1961, pronto pasará a ser profesor de la cátedra de Clínica Médica y Terapéutica A y Adjunto al Servicio de Medicina III donde desarrolló una importante labor asistencial siendo Jefe de la Sala 7. Con dedicación y constancia fue construyendo su sueño personal, sus ideales, que compartió con sus compañeros y amigos de los servicios y cátedras del Departamento de Medicina del Vargas: Estela Hernández, Herman Wuani  Ettedgui, Pedro Febres Villasmil, Félix Eduardo Castillo, Otto Osorio y otros notables médicos, que formaron parte del grupo promotor de la ¨familia de la naciente Escuela de Medicina Vargas¨.
De su unión matrimonial con Pilar Gonzalo, nacerán 4 hijos y 9 queridísimos nietos que lo colmarán de felicidad. Pilar será su compañera inseparable y apoyo espiritual, con quien compartirá  sueños, inquietudes, dificultades y éxitos. Alterna su rica vida familiar con sus nuevas  y múltiples actividades y responsabilidades académicas que le permitirán poner en práctica sus habilidades clínicas, a perfeccionar el juicio clínico y su capacidad diagnóstica mediante el fuerte influjo de los enfoques anatomopatológico, fisiopatológico y  social del hombre enfermo. Por eso se entiende su interés en promover reuniones y discusiones anatomoclínicas del Departamento de Medicina del hospital Vargas,  como uno de sus métodos preferidos de enseñanza, que reproducirá luego en diversas instituciones.
Entre 1969 y 1970 cursó estudios adicionales de especialización en la Universidad de Londres (Institute of Cardiology and Institute of Diseases of the Chest), regreso a Caracas y en una carrera siempre ascendente llegó a ser profesor titular de la UCV. Fue profesor del curso de Postgrado de Medicina Interna del Hospital Vargas, Coordinador del mismo a partir de 1971, representante profesoral ante el Consejo de Escuela y luego Director de la Escuela Vargas entre 1972 y 1975.
El Dr. Moros desempeñó múltiples responsabilidades en diferentes Comisiones de la Escuela Vargas y la UCV. Fue electo Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela para el período 1975-1978, representante de los profesores en el Consejo Universitario de UCV entre 1978 y 1980. Más allá de la práctica de la medicina y de la docencia clínica, en estas nuevas responsabilidades supo desarrollar sus habilidades naturales de liderazgo, su capacidad de entusiasmar, de avanzar en proyectos innovadores, de gran pertinencia social, que impulsó incesantemente, mediante la extensión universitaria y multiplicó proyectos y alianzas interinstitucionales de alto contenido cultural, científico y técnico.
En esta etapa se desempeño con éxito en cargos de altas responsabilidades, transitó desde la visión novelada o ficticia de la utopía juvenil hacia una función orientadora; estaba preparado para proponer y aplicar reformas, a señalar la dirección que debían tomar las políticas institucionales y luego las políticas nacionales en educación y en especial, en educación médica y en educación superior universitaria.
En 1980 fue elegido como el 75· Rector de la época republicana de la UCV, desempeñó su cargo con valores democráticos siempre presentes. Entrañable protector de la autonomía universitaria, demostró con su desempeño que con diligencia, talento, ponderación y respeto por todas la opiniones e ideologías, era factible realizar una gestión admirable. Estos ideales lo acompañaron durante toda su vida. Supo, además, sortear con habilidad, mezquindades y engaños que enturbiaban la vida universitaria y no pudieron opacar su obra. Respondió con magnanimidad a quienes intentaron ofenderle. Cuatro años  de gestión le bastaron para crear y fundar la Comisión de Extensión de la UCV, la Comisión de Estudios interdisciplinarios, el Proyecto Amazonas, el Programa de Alfabetización y el Programa Interuniversitario de Estudios Latinoamericanos, fortaleció la Comisión de Cultura, incentivó al deporte y el debate de ideas,  aprobó el Convenio de Trabajo y fundó “Hora Universitaria” periódico de la UCV. Entendió la cultura como un instrumento para la relación universidad-comunidad. (3)

Estaba consciente de la importancia de la comunicación para la sociedad, por lo que al momento de presentar el primer boletín de esta publicación expresó:
“Hora Universitaria será la voz más alta de la Universidad y permitirá expresar en sus diversas secciones, la opinión reflexiva de los integrantes de la comunidad universitaria”. Por otra parte, apoyó la creación de la Cátedra Pío Tamayo, importante proyecto académico que impulsó ideas innovadoras para la Venezuela de su época. Para el logro de estos éxitos, contó con el apoyo de un formidable equipo rectoral, constituido los profesores Ángel Hernández, Vice Rector Académico, Carmelo Chillida, Vice Rector Administrativo e Ildefonso Pla Sentis, Secretario.
Desde entonces el Maestro Moros Ghersi, puso todo su conocimiento y experiencia, para impulsar la función valorativa de la utopía, contribuyó a orientar los sueños en que se desenvolvía la sociedad venezolana en las últimas cinco décadas, su transición, sus valores fundamentales, los obstáculos que estos encontraron para materializarse y para comprender mejor el mundo en el que vivimos.
Al culminar su labor en el rectorado de la UCV, a partir de 1984, fue elegido Presidente la Sociedad Venezolana de Medicina Interna, cargo que desempeñó por dos períodos, hasta 1988. Tuvo una destacadísima actuación en la vida de la Sociedad, fundó la Revista “Medicina Interna”, órgano oficial de la Sociedad, de la que fue su editor durante 13 años. El primer número fue publicado el 12 de abril de 1985. En 1987 fue incluida en el Index Medicus Latinoamericano. Dentro de la Sociedad se mantuvo muy activo hasta el final siendo el Coordinador del Comité de Educación, impulsó el Club de Medicina Interna y el Club de Imágenes. Fue un incansable promotor de la Medicina Interna Nacional. Destacan por su trascendencia algunos de las iniciativas y documentos fundamentales publicados bajo su gestión: organizó en 1984 un Seminario Nacional sobre "La enseñanza de postgrado de la Medicina Interna en Venezuela. Fundamentos y Organizaciones", demostrando los aspectos académicos, docentes y de formación del Internista. Así mismo, constituyó una Comisión Permanente para el estudio de los postgrados del país, y se creó la Comisión para el Estudio de la Arteriosclerosis. La primera encuesta nacional sobre las actividades de los Internistas la realiza en cooperación con Félix Eduardo Castillo e Israel Montes de Oca, el 13 de mayo de 1986. Estimuló las Jornadas de Egresandos de los Postgrados de Medicina Interna del Área Metropolitana organizadas por la SVMI: Actividad ideada e iniciada  por el Dr. Eddie Kaswan y su Directiva en 1982. Esta actividad se ha cumplido ininterrumpidamente por 30 años y ha promovido la investigación Clínica en los Postgrados Universitarios. Hoy lleva el epónimo del Dr. Moros Ghersi en reconocimiento a su apoyo incondicional. (4) Uno de sus escritos fundamentales: ¨La concepción fenomenológica en el origen del nombre Medicina Interna¨, recoge su visión sobre la doctrina de la Medicina Interna como especialidad clínica. (5)
El 24 de junio de 1987, la S.V.M.I, presentó una notable Ponencia en el XI Congreso Venezolano de Ciencias Médicas realizado por la Academia Nacional de Medicina, en Valencia, cuyo titulo fue "El papel de la Medicina Interna en los diferentes Equipos de Salud", coordinada por el Dr. Moros Ghersi. Constituye esta Ponencia la posición de la Sociedad, ante la crisis permanente de la Salud en Venezuela, una parte de ella, se tituló "La Medicina Interna y el Anteproyecto de la Ley Orgánica del Servicio Nacional de Salud". (6)
Su interés por el desarrollo de los Posgrados Universitarios y en especial los Posgrados de Medicina Interna en cuyo diseño, organización, gestión y evaluación participó, fue recogida en numerosas publicaciones y ponencias, entre ellas la recopilación histórica del Posgrado de Medicina Interna entre 1959 y 1996 (7) y la de los postgrados universitarios en la UCV y en Venezuela durante 60 años. (8)
Participó activamente en numerosas sociedades científicas: la Sociedad de Médicos y Cirujanos del Hospital Vargas de Caracas que presidió en el período 1972 y 1973, la Asociación Venezolana de Ateroesclerosis, fue su Presidente entre 1988 y 1990 y más recientemente Gobernador del capítulo Venezolano del American College of Physicians en el período 2005-2009. Su labor fue reconocida y premiada internacionalmente por el desempeño del Capítulo Venezolano. Fue miembro del Consejo Consultivo del ACP, y fue distinguido con el máximo reconocimiento a un miembro, el grado de Master, en abril de 2010.
Su extensa obra escrita incluye 89 participaciones en conferencias, sesiones de presentación de trabajos científicos, simposios, cursos, discursos y coordinación de eventos; realizó 103 publicaciones y mantuvo una intensa actividad editorial y artículos de opinión en la prensa nacional.

Destacan en su obra, otras importantes contribuciones sobre educación médica como: La importancia de la integración Universidades-Ministerios de Salud en la educación continua del médico general, (1983). (9) El futuro de la enseñanza de la medicina (1992) (10) El enfoque clínico y el manejo del paciente en el siglo XXI en el contexto de los avances de la medicina (2000). (11)
En vida recibió numerosos reconocimientos: fue designado miembro honorario del Hospital Vargas en 1984 y del Hospital Universitario de Caracas en 1986, Recibió los máximos honores que concede la Universidad Central de Venezuela. En octubre de 2008 fue acreedor del Premio a la Excelencia (Mención Sociedad Venezolana de Medicina Interna), otorgado por la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela y fue reconocido por la SVMI como el Internista del Año (Mención Nacional) en 2011. (12)

Disfrutó del arte la conversación, sabía escuchar con atención, era tolerante y caballeroso; sabía debatir respetuosamente con sus interlocutores y defendía sus ideas con decisión; era poseedor de un fino humor y cultivó la amistad,  los placeres de la buena lectura, de la música, de la mesa, de la cultura y de los viajes. Estos los planificaba con la familia y atesoraba cuidadosamente las fotos en álbumes que preparaba para cada uno de sus hijos, con comentarios manuscritos de su rica vida familiar. Sin duda, su mayor tesoro. Fue un constructor de consensos y acuerdos. Nunca contribuyó a confrontaciones inútiles ni a luchas ocultas por el poder. Atributos personales que enriquecieron su personalidad y  multiplicaron sus relaciones humanas y amistades y le ganaron gran respeto.

Como hombre público el Dr. Moros Ghersi fue electo Senador del Congreso Nacional por el estado Miranda para el período 1993-1998, Presidente de la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología del Senado 1993-98, Presidente de la Comisión Bicameral de Educación en 1997, miembro de las Comisiones de Salud y Ambiente del Senado 1994-98 y Presidente del Comité Mirandino de Educación, Ciencia y Tecnología 2000-2004. Fue co-redactor de la Ley de Ciencia y Tecnología; promotor y co-redactor de dos proyectos de Ley de Educación Superior que fueron discutidas y no aprobadas por el Congreso de la República, instrumentos legales que tenían como eje central garantizar el principio de justicia distributiva mediante la integración del subsistema de educación  superior que permitiera la movilidad horizontal y vertical del educando y lograr así la  atención de  la demanda y la equidad del ingreso, evitando la deserción y preservando la excelencia.

En las últimas dos décadas, sus actividades estuvieron signadas por la función esperanzadora de la utopía, cultivada por su espíritu incansable. Para algunos filósofos, el ser humano es esencialmente un ser utópico. Por un lado, surge la necesidad de imaginar mundos mejores, necesidad exclusiva de la especie humana y, por otro, esta necesidad se presenta de forma inevitable. El hecho de ser libres, de poder soñar con lugares mejores que el que nos rodea y de poder actuar en la dirección de estos deseos está íntimamente conectado con nuestra naturaleza utópica. Ésta es, además, la que justifica el hálito de esperanza que siempre permanece en los seres humanos: por muy injusto y desolador que sea el propio entorno, siempre resultaría posible imaginar y construir uno mejor. Por eso los documentos que elaboró en esta última etapa de su vida y las iniciativas que llevan su firma o en las que participó, más allá de señalar la crítica justa, valiente, constructiva y oportuna, contienen un mensaje de convicción, de esperanza por una sociedad, por una universidad, por una profesión dedicada a proveer bienes a las personas y en especial el papel trascendental que la Medicina Interna puede aportar en los sistemas de salud, en la promoción, la prevención, el cuidado y la recuperación de la salud de las personas adultas con una visión holística de la práctica de la especialidad.
Advirtió el Maestro Moros Ghersi, en varios de sus últimos escritos,  sobre las amenazas que envuelven a nuestro país; coincidiendo con la visión del filósofo Karl Popper, señaló el peligro que encierran las utopías. Este autor centraba su crítica básicamente en La República de Platón (13), ésta crítica es extensiva a casi todas las utopías posteriores. Por muy paradójico que parezca, este mundo feliz y perfecto puede convertirse en el más terrible y totalitario de los Estados. La creencia y el convencimiento del carácter ideal y perfecto de un sistema político llevan irremediablemente a la intolerancia respecto a cualquier otra propuesta. ¨Considerar esta organización humana la más beneficiosa, produce que cualquier opinión en contra, cualquier oposición, sea vista como una amenaza para la supervivencia de la utopía y, en consecuencia, sea apartada del panorama social, para bien de la comunidad¨.
Las desviaciones y los errores del gobierno nacional al promover y estimular un sistema de educación superior paralelo e ideologizado, que reproduce el modelo cubano y excluye a las Facultades y Escuelas de Medicina del país con mayor experiencia en educación médica, del diseño, organización, gestión y evaluación de la carrera y el Programa Nacional de Medicina Integral Comunitaria fueron denunciados desde julio de 2007 por el Dr. Moros Ghersi, quien contribuyó decisivamente en la redacción de las declaraciones públicas realizadas por numerosos profesores universitarios desde esa época, en las que destacaba la importancia de la libertad de opinión y el respeto del pluralismo necesarias para la generación de conocimientos y la formación de competentes profesionales de la salud en una sociedad democrática. (14)
  
Por eso, en una de sus últimas actuaciones públicas, en un memorable discurso como orador de orden ante el Paraninfo de las Academias el 4 de julio de 2012 con motivo del homenaje a las Universidades, afirmó con convicción: “La historia señala que en todos los casos en los cuales se ha querido someter a la Universidad a la ideología o pensamiento que priva en un gobierno dado, esa actitud ha llevado a los grandes fracasos y al deterioro de los países. Por intentar dominarlas se le quita al pueblo la posibilidad de que los conocimientos transformen la sociedad". (15)
Con entusiasmo, coordinó en 2012 la Comisión Redactora de la Ponencia sobre Educación Médica, del documento: Educación Universitaria de las Academias Nacionales (16) en la que gentilmente nos invitó a participar el Dr. Rafael Muci Mendoza, médico internista y Presidente de la Academia Nacional de Medicina. Este documento es esencial para valorar la importancia de los estudios médicos en Venezuela, sus retos y propuestas para atender los numerosos retos de salud de la población y particularmente las limitaciones identificadas en la evaluación de la enseñanza de la medicina fuera de las escuelas universitarias formales, para la formación de médicos integrales comunitarios. Probablemente fue su última publicación.
 Hoy le rendimos tributo a su memoria, lo recordamos como un hombre excepcional, lleno de virtudes y perseverante, que estuvo dedicado al servicio público. Ser médico implicó que entre sus intereses resaltara el empeño por el bienestar de los venezolanos. Eso sí, un bienestar integrador, no únicamente ligado a la salud física, sino como personas y como ciudadanos. El Maestro Moros Ghersi recibió del Creador un don que generosamente compartió,  pudo completar el ciclo de la metáfora: trascendió; pudo hacer realidad muchos de sus sueños; con su abnegada esposa Pilar procreó una bella familia y los colmó de amor; de ellos se sentía muy orgulloso. Superó los obstáculos de la época, comprendió con humildad las limitaciones humanas, mitigó el sufrimiento de los enfermos y con templanza enfrentó los propios. Como educador supo inspirar a muchos de sus discípulos, fue generoso, disfrutó de los logros de compañeros y discípulos como si fueran suyos; con su ejemplo y rectitud nos estimuló a respetar y a seguir construyendo nuestras instituciones, a honrar la verdad, a buscar la sabiduría como inculcaba Tomás de Aquino, a ser mejores profesionales, mejores ciudadanos y mejores personas.
Maestro Moros Ghersi, puede usted descansar tranquilo, su siembra fértil produjo frutos. Tenemos el compromiso de no abandonar sus ideales, que ahora son los nuestros.
José Félix Oletta L.
Referencias
1.     Moros Ghersi CA. Editorial. De la utopía a la realidad: 25 años de la Revista ¨Medicina Interna¨ Med. Intern. (Caracas) 2010; 26 (1): 1-2.
3.     Universidad Central de Venezuela. Hora Universitaria. Falleció el Ex Rector de la UCV, Carlos Alberto Moros Ghersi. 9-1-2013.
4.     Montes de Oca I, Leamus A, Kaswan E y Armas P.Historia de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna. Revista de la Sociedad de Med Intern. (Caracas) 1996; 12 (1)
5.     Moros Ghersi, C.A. La concepción fenomenológica en el origen del nombre Medicina Interna" Med. Intern. (Caracas) 1987; III: 3-12.
6.     Ponencia: El papel de la Medicina Interna en la integración de los equipos de salud. XI Congreso Venezolano de Ciencias Médicas. Academia Nacional de Medicina. Gaceta Médica de Caracas. Valencia,1988.
7.     Moros Ghersi CA, Vargas Arenas RE, Martínez Iturriza L, Essenfeld de Sekler E. Historia de la enseñanza del Posgrado de Medicina Interna en Venezuela (1959-1996) Med. Intern (Caracas) 1996, 12(1) 23-31.
8.     Moros Ghersi CA. Sesenta años del inicio de los posgrados universitarios en la UCV y en Venezuela. Med. Intern. (Caracas) 2001; 17 (3): 131-134.
9.     Moros Ghersi CA. Importancia de la integración Universidades-Ministerios de Salud en la educación continua del médico general. (1983) IX Reunión de Ministros de Salud del Área Andina. Bogotá, Colombia. P:34
10.  Moros Ghersi CA. El futuro de la enseñanza de la medicina (1992) Rev. Fac. Med. 15; 2: 157-171.
11.  Moros Ghersi CA. El enfoque clínico y el manejo del paciente en el siglo XXI en el contexto de los avances de la medicina (2000) Arch. Hosp. Vargas. 2000; 42 (4): 299-304.
12.  Sociedad Venezolana de Medicina Interna. Noticias. 21 de octubre de 2008 y octubre de 2011.  www.svmi.web.ve
13.  Platón. La República. La Editorial Virtual Edición electrónica. Buenos Aires. 2006. http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Platon/LaRepublica_00.html
14.  Declaración de los Educadores Médicos. Aula Magna de la UCV. 18 de julio de 2007.
15.  Moros Ghersi CA. Discurso de Orden. Homenaje a las Universidades en ocasión de los doscientos noventa años de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de Caracas. Palacio de las Academias, 4 de julio de 2012. En: Portal de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Moros Ghersi, Duque Corredor y León: La Universidad es Venezuela . 25 de julio de 2012. http://www.acfiman.org
Ponencia sobre Educación Médica. En: Educación Universitaria en Venezuela. Academia Nacional de Medicina. 27 de Julio de 2012. Autores: Aoün Soulie Claudio, Bianco Colmenares Nicolás, Clemente Heimerdinger Antonio, López Lascuraín Yubizaly, Moros Ghersi Carlos Alberto (Coordinador), Muci Mendoza Rafael (Presidente), Ochoa Iturbe Roberto, Oletta López José Félix, Patiño Torres Mario, Vera León Enrique y Walter Valecillos Carlos.  Educación Universitaria en Venezuela. Ponencia sobre Educación Médica. ANM  Disponible en: www.anm.org.ve

lunes, 6 de enero de 2014

LA HÉLICE Y LA IDEA, POR ERIC ROHMER

Eric Rohmer, seudónimo de Maurice Henri Joseph Schérer, fue un célebre director y guionísta cinematográfico, crítico y docente francés, nacido en Nancy el 4 de abril de 1920 y fallecido en Paris el 11 de enero de 2010. Miembro de la llamada Nouvelle Vague (Nueva Ola) que renovó, primero como críticos desde la revista Cahiers du Cinéma, y luego como realizadores, la cinematografía francesa con figuras como Claude Chabrol, Jean-Luc Godard, François Truffaut y Alain Resnais. En 1957 publicó, junto con Chabrol,  Hitchcock, un libro que le daba un reconocimiento al director inglés como verdadero creador, más allá de su eficacia y éxito comercial (Truffaut, por su parte, haría lo mismo en 1962 con una célebre entrevista de cincuenta horas que culminó en el libro El cine según Hitchcock.)
El presente ensayo de Rohmer fue publicado originalmente en Cahiers du cinéma, n° 93, marzo de 1959 y recopilado por Jean Narboni junto a otros textos críticos del autor, como Le Goût de la beauté, Flammarion, Paris, 1989. El traductor sólo aparece con sus siglas F.L.V. 




« Él mismo, por sí mismo, consigo mismo, homogéneo, eterno. » Platón








Fácilmente habríamos perdonado a Hitchcock que tras el austero Wrong Man ¨[El hombre equivocado o Falso culpable, FP] hubiera continuado con una obra liviana, o al menos más accesible para la multitud. Tal vez fue esa su intención, cuando decidió llevar a la pantalla la novela de Boileau y Narcejac D’entre les morts [De entre los muertos, FP]. Pero el esoterismo de Vértigo, dicen, produjo repulsión en los EEUU.
En contrapartida, la crítica francesa parece haberle deparado un cálido recibimiento. Vemos así a Hitchcock colocado por nuestros colegas en el lugar que nosotros siempre le habíamos asignado. Y nos vemos de pronto, al mismo tiempo, privados de la agradable tarea de salir en su  defensa. Será inútil buscar en otro lugar entonces la medida de su genio. Hitch es lo bastante ilustre como para que no haya derecho a compararlo más que  consigo mismo. Si puse como epígrafe a esta crítica una frase de Platón (inscripto por Edgar Poe en el encabezamiento de Morella, cuyo argumento,en algunos puntos, se asemeja al de Vértigo), no es porque pretenda equiparar a nuestro cineasta con el autor del Parménides (o con el de Historias extraordinarias), sino simplemente proponer una clave posible que promete, según creo, abrir más puertas que otras. Si parece un poco pretenciosa, pues lo lamento. Por cierto que no se trata aquí de hacer de Hitchcock un metafísico: el único culpable de metafísica sería aquí el comentador, que en todo caso la cree cómoda, y en modo alguno inútil. Vértigo me parece entonces como la tercera pieza de un tríptico, cuyas dos primeras serían La ventana indiscreta y El hombre que sabía demasiado. Estos tres films son films de arquitectura. En principio por la abundancia, en los tres, de motivos arquitectónicos en el sentido estricto del término. Aquí, toda la primera media hora es incluso una suerte de documental sobre el decorado urbano de San Francisco. El telón de fondo lo proveen un cierto número de viviendas estilo 1900, sobre las que suele detenerse el objetivo de la cámara, del mismo modo en que lo había hecho con sitios de la Costa Azul en Para atrapar al ladrón. Su razón de ser inmediata, pragmática, es que crean una impresión de extrañamiento temporal: simbolizan el pasado hacia el que vuelven la mirada tanto el detective como la supuesta alienada. A lo largo del film encontraremos otra arquitectura más antigua, la de un monasterio español del siglo XVIII, ligada ésta más directamente, por la torre que se cierne sobre ella, al tema mayor de la historia: el vértigo. Y de pronto hemos avanzado un paso más en la analogía con los dos films precedentes. En cada uno de ellos, el protagonista es víctima de una parálisis que afecta su desplazamiento en cierto medio. En La ventana indiscreta, se trata para el periodista de una inmovilidad forzada respecto del espacio. En El hombre que sabía demasiado, el futuro es conocido (en conformidad con el título) demasiado bien por el médico y su esposa, pero al mismo tiempo demasiado poco: su parálisis es la ignorancia, el campo de ejercicio no es ya el espacio, sino el tiempo. En Vértigo, el detective (interpretado nuevamente por James Stewart, que encorsetado,
lanza un guiño al fotógrafo de La ventana...), es víctima también de una parálisis: el vértigo. El medio, esta vez, lo constituye el tiempo, pero no el tiempo del presentimiento, orientado hacia el porvenir, sino el tiempo dirigido hacia el pasado, el tiempo de la reminiscencia.
Como los otros dos, Vértigo es un film de puro “suspense”, es decir, de construcción. El resorte de la acción no será ya construido por la marcha de las pasiones, o una moral trágica (como en Under Capricorn, I Confess, o The Wrong Man) [Bajo el signo de Capricornio, Yo confieso o Falso culpable, FP], sino por un proceso abstracto, mecánico, artificial, exterior, al menos en apariencia. En estos tres films, no es el hombre el que constituye el elemento
motor. Tampoco el destino en el sentido en que lo entienden los griegos, sino la forma misma de esos entes formales que son el Espacio y el Tiempo. Se debatirá infinitamente si hay “suspense” o o no, en Hitchcock. En el sentido más general del término, tener en vilo al espectador, afirmaremos que siempre lo ha habido, y aquí más que en otros lugares, aunque la clave policial (aquella con la que cierra la novela) nos sea provista sólo a media hora del final. Ya sabíamos que no eran los arcanos de una investigación policial, por hábil que ésta fuese, los que abrían las puertas secretas de Hitchcock. Y es que siempre queremos saber, saber cada vez más a medida que se nos entrega una dosis mayor de verdad, y lo importante es que la solución del enigma no haga explotar como una pompa de jabón la masa de la intriga que, hasta último momento, se había desarrollado como una bola de nieve (algo que podría reprochársele por ejemplo a Para atrapar al ladrón). Aquí, el suspenso tiene un doble efecto: no sólo sensibiliza respecto del porvenir, sino que revaloriza el pasado. Pues el pasado no es en este caso esa masa desconocida que un autor por derecho divino mantiene en reserva y que, traída a la luz, bastará para desenmarañar todos los nudos. Advertimos en cambio que éstos se vuelven aún más impracticables con su reaparición. A medida que se disipan las brumas de la historia, aparece una nueva figura que no conocíamos como tal, pero que estuvo siempre presente. Se trata de esa Madeleine que hemos creído verdadera, y sin embargo jamás conocida de verdad, fantasma auténtico en todo caso, ya que sólo existía en la mente del detective, ya que era sólo una idea.
Al igual que La ventana indiscreta y El hombre que sabía demasiadoVértigo
se constituye así en una suerte de parábola del conocimiento. En la primera, el fotógrafo daba la espalda al sol verdadero (es decir, a la vida), y no veía más que sombras sobre la pared de la caverna (el patio de atrás). En la segunda, al confiar demasiado en la deducción policial, el médico erraba también el blanco, en que acertaba en cambio la intuición femenina. Aquí, el detective fascinado desde un principio por el pasado (figurado por el retrato de esa Carlotta Valdés con quien pretende identificarse la falsa Madeleine) será remitido continuamente de una apariencia a otra: enamorado no de una mujer, sino de la idea de una mujer. Pero, al igual que en las otras dos partes de la trilogía, además de esta significación intelectual relativa al conocimiento, podemos distinguir al mismo tiempo otra, moral. Stewart, también aquí, no sólo es desdichado y engañado, sino culpable, “falsamente culpable”, para emplear la terminología hitchcockiana, es decir, más bien, falsamente inocente. Un tribunal lo acusa de ser responsable, por su torpeza, de la muerte de la mujer. Pero si él menos que
nadie en el mundo ha causado la muerte de Madeleine, por cierto que será responsable, a través de su perspicacia y su recuperada destreza, de la muerte de Judy, a la que injustamente acusa de complicidad. Al emplear el término “parábola”, lo último que querría sería atribuir a Vértigo una supuesta sequedad o falta de realismo. No es ésta una mera fantasía. A lo sumo se vislumbran aquí y allá, como en todos los films de Hitchcock, esas pequeñas forzaduras de la verosimilitud –ese desprecio, digamos, por ciertas “justificaciones”– que tenían el don, no hace mucho, de mortificar tanto a cierta gente. Si Vértigo está bañado por una atmósfera feérica, la bruma, el halo están en el espíritu del protagonista, no en el del autor, y ello no daña en modo alguno el realismo ordinario del tono. Admiremos por el contrario el arte con que el cineasta crea esta impresión de ambiente fantástico por los medios más indirectos y más discretos,y cómo le repugna, con un tema cercano al de Las diabólicas, hacernos una mala jugada, por mínima que sea. La impresión de extrañeza es producida por atenuación, no por hipérbole: así, la primera parte está casi totalmente filmada en planos generales. El episodio satírico de distracción (las relaciones entre el detective y la diseñadora) está tratado con un humor no menos discreto, e impide que, por un momento, dejemos de tener los pies sobre la tierra. La presencia de estos
pormenores accesorios y familiares no obedece sólo al juego de las compensaciones: nos ayuda también a comprender mejor al personaje, nos familiariza con su manía, y hace que no parezca locura, sino más bien cierta desviación del espíritu humano, espíritu cuya naturaleza es quizás la de girar en círculos. Todo el pasaje en que Stewart se transforma en Pigmalión es admirable, al punto que perdemos casi el hilo de la historia, atentos a los esfuerzos de este hombre por vestir a una mujer como lo que él cree que es, hasta que llega el momento en que advertimos que eso,justamente, es la historia misma. Toda la profundidad de Hitchcock está en la forma, es decir, en la “restitución” (rendu). Como la mirada de Ingrid Bergman en Under Capricorn, este desembarazamiento de maquillaje –que no es de hecho más que un maquillaje– se presenta a la vista y no a la palabra. Por fin, en este film silencioso y glacial, aún más que el beso ardiente entre el detective y aquella que él intenta en vano hacer resurgir de entre los muertos, las jadeantes palabras finales de Stewart introducen una dimensión hasta ahí curiosamente ausente en esta historia de amor: la de la pasión. No es esto perorata retórica, sino más bien un pasaje al discurso, como en el monólogo de Bergman en Under Capricorn. Poco importa que esta explosión llegue tan tarde, ya que en el film, atravesado por una doble corriente, el futuro y el pasado intercambian sus posiciones incesantemente. Bajo la luminosidad de este vibrante acto de acusación, todo el film tomará un nuevo cariz: lo que dormía despertará, y lo que vivía morirá en el mismo instante, y el héroe, al triunfar del vértigo –pero en vano– no encontrará otra vez bajo sus pies más que el vacío. Habrá por cierto más perspectivas que esta que he sugerido respecto de dos de los films protagonizados por James Stewart. Permítaseme esbozar todavía una más, esta vez sobre Strangers On a Train [Extraños en el tren, FP]. Sabemos cuánto debía éste, no sólo en rigor sino también en lirismo, a la presencia obsesiva de un doble motivo geométrico, la línea recta y el círculo. Aquí, en cambio –los títulos de Saul Bass nos la presentan–, la figura correspondiente es la espiral, o más exactamente, la helicoide. La recta y el círculo se combinan por medio de una tercera dimensión: la profundidad. En términos estrictos, no encontraremos más que dos espirales materialmente figuradas en todo el film, la del rodete descendente en la nuca de
Madeleine, copia del de Carlota Valdés (y no olvidemos que es él el que despierta el deseo del detective), y más tarde, la de la escalera que sube a la torre. Por lo demás, la hélice  será ideal, sugerida por su cilindro de revolución, representado éste ya sea por el campo de visión de Stewart que sigue a Novak en automóvil, ya sea por la bóveda de árboles sobre la ruta, ya sea por el tronco de las sequoias, ya sea por el corredor que menciona Madeleine, y que Scottie encontrará en sueños (un sueño en el que, lo reconozco, los diseños brillantes desentonan con la gracia sobria de los paisajes auténticos), y muchos otros motivos que no podrán ser advertidos más que al cabo de múltiples visiones. La sección de sequoia milenaria y el travelling circular (de hecho es el tema el que gira) en torno al beso, pertenecen también a la misma familia de ideas.

Familia vasta y que cuenta con multitud de parientes políticos. La geometría es una cosa,el arte, otra. No se trata, claro, de encontrar una espiral en cada uno de los planos de este film, como esas cabezas de hombres que deben ser adivinadas en dibujos de frondosidades, ni tampoco como las cruces de Scarface (virtuosismo magnífico, pero virtuosismo al fin). Estas matemáticas deben dejar la puerta
abierta a la libertad. Poesía y geometría, lejos de entrechocarse, reman juntas. Avanzamos aquí en el espacio de la misma manera que avanzamos en el tiempo, y que avanzan también nuestros pensamientos y los de los personajes. Se arroja la sonda, o más exactamente el taladro, hacia el pasado. Todo se vuelve circular, pero el rizo no se riza, la revolución nos conduce siempre un poco más hondo en la reminiscencia. Las sombras suceden a las sombras, los simulacros a los simulacros, no como los tabiques falsos que se escamotean, o espejos reflejados al infinito, sino por una especie de movimiento aún más inquietante, sin solución de continuidad, y que posee a la vez la suavidad del círculo y el filo de la línea recta. Ideas y formas siguen la misma ruta, y es porque la forma es pura, bella, rigurosa, sorprendentemente rica y libre, que se puede decir que los films de Hitchcock, y Vértigo
en primer lugar,tienen por objeto –además de aquellos que saben cautivar nuestros sentidos – las Ideas, en el sentido noble, platónico del término.