Rodolfo Izaguirre (*)
Una niña llora sentada en un banco en el Central Park de Nueva York. Es Jennie Appleton, la hija de los acróbatas Appelton muertos durante la ejecución de un arriesgado número de circo. Llora y el taciturno pintor Eben Adams se acerca y trata de consolarla. Esta niña, en el lapso de pocos meses crecerá hasta hacerse mujer y un gran amor se establecerá entre ella y el pintor quien descubre que la joven murió hace mucho tiempo.
Una niña llora sentada en un banco en el Central Park de Nueva York. Es Jennie Appleton, la hija de los acróbatas Appelton muertos durante la ejecución de un arriesgado número de circo. Llora y el taciturno pintor Eben Adams se acerca y trata de consolarla. Esta niña, en el lapso de pocos meses crecerá hasta hacerse mujer y un gran amor se establecerá entre ella y el pintor quien descubre que la joven murió hace mucho tiempo.
El
hecho es que Jennie desertó de su muerte para hacer posible el amor y para que
el pintor sin imaginación descubriera finalmente la sensibilidad que no creía
tener. Esta bella historia inspirada en la novela The portrait of Jennie, 1948,
de Robert Nathan (1894-1985) fue llevada al cine por William Dieterle, con
Joseph Cotten y Jennifer Jones en los roles principales, secundados por Ethel
Barrymore, Cecil Kellaway y Lilian Gish: un elenco de primer orden.
Jennie
Appelton crece y se hace mujer para que Eben encuentre su inspiración, pero
mientras pinta su retrato descubre que la muchacha murió arrastrada por una ola
inmensa que rebasó el faro de Cape Cod. El pintor se enfrenta al tiempo y acude
al lugar en el mismo día y hora en que Jennie murió. El mar apacible se torna
de pronto en furiosa marejada y la ola gigantesca vuelve a levantarse en el
horizonte mientras se escucha la voz de Jennie llamando a Eben desde más allá
del tiempo y de la muerte. El pintor no puede salvarla pero queda en sus manos
la bufanda de Jennie como testimonio de que todo fue real. Esta victoria del
amor sobre el tiempo y la muerte es tema de centenares de relatos, novelas y
películas pero en El retrato de Jennie la dimensión de su proposición es
atractiva porque se trata también de la búsqueda de la belleza y de la
inspiración creadora que se aposentarán en el corazón del pintor que alcanzará
fama con El retrato de Jennie, una de sus grandes obras pictóricas.
También
ese retrato hizo posible que en los años cincuenta algunos de los escritores y
poetas venezolanos, integrantes del grupo Sardio, en Caracas, convirtieran a
Jennifer Jones, es decir, a Jennie Appleton en paradigma de una belleza
intemporal ajena ciertamente a este mundo. Jennie llora sobre un banco en el
Central Park de Nueva York protegida por Eurípides: “Quién sabe si morir no sea
vivir y aquello que los mortales llaman vida no sea más que la muerte…” ;
amparada en versos de Keats: “La belleza es verdad y la verdad es belleza que
es todo el conocimiento sobre la Tierra y todo lo que es necesario conocer” y
defendida, además, por la Nubes de Claude Debussy.
Son innumerables las nociones que se han formulado
sobre la belleza: la platónica la asocia con el Bien; la aristotélica la
considera fruto de la Razón; la romántica se identifica con la Verdad; la
Estética la fundamenta en la perfección de la representación sensible y el
marxismo la vincula a los procesos históricos y sociales. Para Kant la belleza
es subjetividad; para Hegel, se define como la manifestación sensible de la
idea y para otros, la belleza está determinada por las costumbres, la moral, el
entorno social. Tampoco en el cine hay reglas para determinar lo que es o no es
belleza. Sin embargo, para los jóvenes de Sardio, la belleza solo podía
calificarse como “jenniana” y no aceptaban otro calificativo para definir las
bases de una estética que se esforzaba en vencer y desterrar, en su momento, la
prepotencia militar del fascismo perezjimenista. Hoy lo harían para oponerse al
fascismo bolivariano con la misma intensidad con la que Eben Adams se buscaba a
sí mismo en una niña a la que sorprende llorando en el Central Park de Nueva
York.
(*) Reproducido de "El cine: Belleza de lo imposible"
Editorial Panapo, 1995
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