Tengo pendiente este texto desde hace
varios años. Lo prometí a mi querido colega Franklin Padilla publicarlo en su
blog. Hoy, en el chat de mis amigos del “Grupo de Pensamiento Universitario” (GPU),
presenté unos fragmentos del tema, donde fueron objeto de una interesante
discusión que me ha permitido enriquecerlo bastante. Con esta entrega saldo mi
deuda.
El chimó, dice internet, “es una pasta de
tabaco y sal de urao que se utiliza para mascar” en Venezuela y Colombia,
especialmente en Los Llanos y Los Andes. Entre los efectos mas criticados por
los que no consumen la pasta, está una sialorrea oscura que parece lo que bota un
carro pasando aceite. La clase alta venezolana ha estigmatizado el consumo con
sus sifrinerías, pues sus delicados estómagos lo reciben con asco y repugnancia. No saben lo que se
pierden…..
Así como en la Belle Époque se utilizaba
el rapé para estornudar, actividad que para algunos, es como un pequeño
orgasmo, y se tenía por una elegante costumbre de salón, o se apelaba a las
sales de cuerno de ciervo, para aliviar las crisis histéricas de las señoras,
pues así mismo, es legítimo utilizar el chimó para evidenciar reciedumbre
palatina entre los peones y vegueros del llano o los campesinos de los andes. O
sea, que algo de machismo y rústica sensualidad tiene esa peculiar experiencia
en el paladar veneco. A ello debe
agregarse que una volada de chimó antes de acostarse, aleja las plagas del
chinchorro, lo cual debe valorarse mucho, porque en el llano hay unos zancudos tan
grandes, que parecen un patín winchester. Es preventivo, entonces, del
paludismo y del emponzoñamiento ofídico, pues también sirve para espantar las
culebras. Agrego que los curanderos lo usan para extraer gusanos alojados en la
piel de humanos y animales. De manera que va siendo hora de matizar los
prejuicios, porque mascar chimó requiere una lectura posmoderna…
Me cuenta una amiga del GPU, que en
Bailadores, los jóvenes consumían chimó mientras leían a Nietszche y declamaban
poemas de Rainer María Rilke, y hasta el Eclesiastés, delante de las chicas del
pueblo, quienes tenían que saltar para evitar ser chispeadas por los
escupitajos. Algo de sensualidad al ver las rodillas descubiertas por cada salto,
o algo más, y quizás el ejercicio lúdico de hacerlas débiles ante sus osadías.
Todo un juego erótico y sublime alrededor del chimó que no admite una respuesta
fácil.
El día que salgan los Duques de Sussex
paladeando el chimó, se reduce el prejuicio y suben los precios del aderezo. Se
dice que la Princesa Grace Kelly disfrutaba de ver el mar desde los riscos de
la escarpada geografía monegasca, con una pequeña dosis de la pasta en su boca.
Percibir el aroma iodado y salitroso del mediterráneo con el sabor terroso en
la boca, y un ligero mareo que hace más profunda la vivencia, eran una
experiencia mística y sublime para la bella aristócrata europea de origen
norteamericano. Prefería hacerlo en soledad, como una especie de trance
chamánico…..
He sabido que la más alta clase
norteamericana y canadiense, celebra una vez al año, “Las bacanales del chimó”.
Lo hacen en Alta Mar, para evitar que los esbirros de la DEA les fastidien sus
placeres dionisíacos. Es bueno saber que hay un tráfico ilegal de chimó por los
mares tropicales dirigido por un Capo al que llaman “El Currutaco”, que gana
inmensas fortunas con ese negocio secreto. Los mejores alambiques para extraer
la pasta básica del chimó se encuentran en El Tinaco, El Sombrero, Biscucuy y
Corozo Pando. Desde allí son transportados en bongos que remontan los ríos
hasta caer por el Delta del Orinoco en el Mar de los Caribes.
Mientras tanto, en París, se han
generalizado las “catas de chimó” entre los intelectuales y la clase alta de la
Ciudad Luz. Las más famosas y exquisitas son las del Maxim’s y La Tour
D’Argeant. Se paga muy caro si la cata es dirigida por un “grand connaisseur
vénézuélien” como Monsieur le professeur Francisco Contreras, o aún más, si se
trata de Monsieur le professeur Gustavo Guevara. Los comensales son orientados
para percibir los distintos amargores de la pasta, el sabor terroso y amaderado
de cada alambique, así como los mejores maridajes con los caldos Beaujolais o
Chatoneuf du Pape. Se dice que Catherine Deneuve ha logrado la mejor fragancia
“du chimó” al acompañarlo con un Pinot Noir de Henri Javer Richebourg Grand
Cru, pero se trata de una experiencia exclusiva para paladares de alto poder
adquisitivo. En Italia ya son famosos los “cioccolatini chimó” y en Viena se
despachan a un alto precio los “Chimo-Pralinen” o bombones de chimó. Da
prestigio ser venezolano entre los más expertos catadores franceses de la
pasta, donde algunos de ellos, ataviados con un exótico sombrero de cogollo,
dan por resuelto el problema antropológico.
Los venezolanos aún no lo hemos
advertido, pero así como el gran navegante genovés surcó los mares buscando las
especies asiáticas, hoy comienza a llegar un turismo que viene a disfrutar la
deliciosa experiencia del chimó en las extensas llanuras de Apure. A media
noche, con luna llena, cuando todavía no se escucha el tropel de los centauros,
los alemanes reportan experiencias electromagnéticas al paladear chimó durante
las tormentas en El Sinaruco.
El efecto dopaminérgico del chimó sobre
el Núcleo Accumbens de la base del cerebro, es de bajo poder adictivo. No
produce los arrebatos ni la ofuscación encefálica difusa de las drogas de
abuso, sino una vivencia espiritual y sublime, como la que experimentan los
indios bolivianos al tocar la quena en el altiplano, que no es un sonido
brillante como el charango, sino una brisa que se disuelve en el aire y se
devuelve como un eco….
Concluyo con una alabanza a Pedro
Ezequiel, el centauro que me enseñó el llano, mitad instinto/mitad razón/brillo
de luces, una combinación de esencias que Gallegos describió en los hombres de
la llanura…
(*) Psiquiatra. Profesor Jubilado de la Universidad de Carabobo
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