EDGAR BENÍTEZ (*)
III
I
Todo nace de la
noche:
La silueta,
la montaña,
el árbol,
el pájaro que canta,
la verdad,
el alma.
La vida y
la muerte;
el principio
y el fin.
Todo,
como aquella palabra,
la naciente, la bautismal,
la que por primera
vez
va creando al mundo
III
Díctame
tus versos misteriosos
aunque yo no los
entienda
y quede como un
ignorante.
Eso sí,
que sean
canto del silencio
y tú
mi único lector.
VIII
¿Cuántas veces
nos hemos topado
con lo mismo?
¿Cuántas veces más
habrá de suceder?
Afortunadamente
el espíritu
no cuenta historias.
XXIX
A Tilly Gross,
Esas calladas
mariposas…
XXXIX
X
Nunca sabré
si el que escribo
es el último verso
hasta que la primera
palabra
me toma por sorpresa.
XII
A Mariela Garmendia
¿Quiénes están aquí
hoy con nosotros?
¿Quiénes, amiga,
nos acompañan?
Parece
que habláramos
otras voces
y nos
dejáramos pensarotras voces
por otros.
XIII
El pájaro
la brisa
la flor
la roca
tú
y yo
somos la misma sustancia
hecha
de todo
de nada
de Dios.
XIV
Lo devora todo.
Desciende como lava
sobre el mundo.
Se interna sin temor
en los abismos
y es frágil
como el ensueño.
XV
Tu voz
no me es extraña.
Te busco tras el muro.
Impredecible emerges
como una ballena
en el ancho océano.
Oscuro habitante
sin nombre,
¿Quién eres?...
XVII
¡Alerta!
que
en cualquier
momento
caerá un pétalo
de aquella flor
¡para siempre!
XXII
Y nosotros
los que otrora fuimos
sueño de lo eterno
seremos memoria
en la huella infinita.
XXII
Y nosotros
los que otrora fuimos
sueño de lo eterno
seremos memoria
en la huella infinita.
fallecida en un campo de
concentración nazi
en Polonia.
Esas mariposas
Las dibujadas
por las mujeres
en los tablones
de las barracas
de Auschwitz.
de las barracas
de Auschwitz.
XXXII
Animal
que se alimenta
de incertidumbres.
Lobo
con alas de ángel.
Egoísta fraterno.
Eso soy.
XXXVI
Largos años en la tierra;
pero es Abril
y los cantos han subido hasta los árboles
y el sol es una hoja seca
de transparentes alas
que irá a morir al bosque
donde reina
el rumor de la chicharra.
XXXVI
Largos años en la tierra;
pero es Abril
y los cantos han subido hasta los árboles
y el sol es una hoja seca
de transparentes alas
que irá a morir al bosque
donde reina
el rumor de la chicharra.
Dime tu nombre
extraño visitante
con ropas
de campana rota.
XL
Como un escarabajo
Que hurga en el
estiércol
Así hurgo yo
en el silencio de
Dios.
LXX
En mi último sueño
pude ver
una catedral en medio
del bosque
en cuyo centro
había una mujer
desnuda
sosteniendo una flor
de piedra en sus manos
sobre la que caían
rayos de oro del cielo
que luego salían por
su boca
mientras las
muchedumbres vacías
se arrodillaban
sobre lo efímero
de sus desesperanzas.
(*) (Caracas, 1951). De su poemario "La Huella infinita" (Barquisimeto, marzo 2013) entresaco algunos de sus textos, consciente de lo arbitrario de toda antología. Anota en el prólogo de este libro lo que me parece su "Ars Poetica":
"...He querido celebrar la presencia de la huella de lo sagrado en todas las cosas: en una pequeña piedra, en los seres, en el hombre, en la amistad, en el amor, en el sufrimiento, en los sueños, en el olvido; pero sobre todo en la relación nupcial que existe entre la palabra y el silencio"...