. Estela Castillo (*)
Son muchos los sucesos violentos que
retumban las puertas de los centros asistenciales en la actualidad,
representando uno de los principales motivos de consulta que pretenden ser atendidos en la sala de emergencias de
cualquier hospital general. Cada vez más y cada año la tasa de victimización de
la violencia se incrementa en nuestro país: la misma llegó a 48% para el año
2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). El Hospital General
Dr. Jesús Yerena no es la excepción dentro de éste panorama, ya que no sólo
impresiona el número de casos, sino las características del paciente agredido,
la cualidad de su discurso frente a los hechos, la posición que ocupa la familia
y vínculo médico- paciente bajo estas circunstancias.
En éste contexto, nos adentramos un
grupo de residentes de postgrado con el propósito de evaluar, abordar y acompañar
al paciente hospitalizado en las salas médicas o quirúrgicas, a solicitud del
médico tratante, en función del esquema del Servicio de Psiquiatría y Psicología de Enlace e Interconsulta del Hospital Psiquiátrico de Caracas. Durante las
visitas, tuve la oportunidad de conocer pacientes infantes y
adultos con diferentes perfiles y patologías tanto físicas como mentales,
entre los que se encontraban pacientes politraumatizados, quemados, afectados
por diagnóstico reciente de enfermedades venéreas o terminales,
pacientes referidos por consecuencias producto de arrollamientos de vehículos, intento de
linchamiento, violencia intrafamiliar, enfrentamiento entre bandas armadas,
etc.
En general, confieso que me resulta
abrumador cómo la violencia apunta ser uno de los principales agentes
promotores de eventos traumáticos que pudieron nunca haber tenido
lugar; sin embargo, encontré en el discurso de los protagonistas una gran discrepancia entre los hechos ocurridos y la elaboración de los mismos como
experiencias significativas o aleccionadoras que permitan generar un camino
reflexivo por dónde problematizar lo sucedido. Imagino que frente a esta dificultad se inicia
nuestra labor de psicólogos.
¿A qué me refiero? A continuación ilustraré mi punto con la exploración de tres historias que tocaron mi vivencia como ser humano, mientras transitaba por los diferentes servicios a los que brindé asistencia.
¿A qué me refiero? A continuación ilustraré mi punto con la exploración de tres historias que tocaron mi vivencia como ser humano, mientras transitaba por los diferentes servicios a los que brindé asistencia.
Miguel, paciente masculino de 37 años de edad, quien
llega a la emergencia del hospital por recibir tres impactos de bala en su
pierna derecha. Para el momento de la entrevista contaba con 53 días de hospitalización en el servicio de
traumatología, Al conocerlo me comenta: "doctora, yo reconozco que
no he sido una joyita, he consumido crack, heroína, de todo durante 20 años, y ahora por un
ajuste de cuentas me agarraron desprevenido, me tirotearon y me lanzaron al
basurero”.
Miguel debió esperar semanas para ser
intervenido debido a la escasez de insumos, la necesidad de donantes, la
ausencia de un anestesiólogo y la prioridad de otros pacientes que presentaban
mayor gravedad. Miguel asegura que luego de esta experiencia está decidido a
dejar las sustancias y encontrar un “trabajo sano” para dejar de depender de su
madre, quien con 65 años ha sido testigo de su historia de consumo y
delincuencia.
Ana, paciente femenino de 28 años de edad, se
encuentra en su quinta hospitalización debido a politraumatismo facial como
consecuencia de discusiones con su pareja, cuya relación se ha mantenido
durante 7 años en el marco de agresiones físicas y verbales. Ana
refiere lo siguiente: “doctora, mire cómo me dejó la cara y ni si
quiera ha venido a ver cómo estoy (…) esto me lo hizo porque
yo me fui de fiesta con unos amigos y me puse a probar cocaína (…) entonces él se molestó y se me vino encima,
me preguntaba qué ejemplo le estaba dando yo a nuestros hijos”.
Para el momento de la entrevista, Ana
contaba con 3 días de hospitalización en el servicio de cirugía máxilofacial, en espera
de su intervención. Me comenta: “a pesar de su impulsividad yo sólo cuento con él (su pareja), no
tengo un trabajo estable, ni otra casa a donde ir; si no, me fuera (…) ésta vez fue la
definitiva doctora, ahora sí me alejaré de él”.
Tuve la oportunidad de entrevistar a su hermana, quien recientemente se ha convertido en su única red de apoyo y me encuentro con una mujer embarazada que está atravesando por la misma realidad conyugal. Al preguntarles sobre cómo se sienten bajo esa dinámica de pareja, ambas responden con un encogimiento de hombros y Ana dice “normal, es lo que vivimos desde chiquitas con mi mamá y sus maridos”.
Tuve la oportunidad de entrevistar a su hermana, quien recientemente se ha convertido en su única red de apoyo y me encuentro con una mujer embarazada que está atravesando por la misma realidad conyugal. Al preguntarles sobre cómo se sienten bajo esa dinámica de pareja, ambas responden con un encogimiento de hombros y Ana dice “normal, es lo que vivimos desde chiquitas con mi mamá y sus maridos”.
Paco, un joven de 18 años de edad, es traído al hospital con
urgencia por el cuerpo de bomberos debido a que fue quemado en manos de la
comunidad a la que pertenece tras haber intentado abusar sexualmente de una
joven desconocida. Una vez ingresado al hospital permanece una semana en
terapia intensiva y al mejorar el cuadro agudo de sus heridas es trasladado al
servicio de caumatología donde actualmente tiene 36 días hospitalizado. Al conversar sobre lo ocurrido me comenta: “yo estaba tomando con
un amigo, vimos a esa chama, yo no la conocía y comenzamos a
fastidiarla y en eso empezó a gritar y se llegó un gentío, mi amigo salió corriendo y me dejó, yo corrí, llegaron los
colectivos y la gente, me prendieron en candela (llora)... sólo recuerdo que voy
corriendo en llamas por la autopista hasta que vi unos bomberos y ahí me desmayé”. Su madre, quien luce
llorosa y ansiosa, agrega: “¡no sé cómo le pudieron hacer
esto a él!, por esa zona la gente mata y hace cosas peores y no les
hacen nada!”
Al tratar con pacientes
hospitalizados y sus familiares en un servicio de psiquiatría de enlace nos encontramos inmersos en una realidad aplastante que nos muestra cómo la violencia se ha convertido en el
hilo que “enlaza” el proceso de socialización del individuo en el contexto
venezolano y cuya aparición es tal que no genera espacio a la pregunta la
duda o el cuestionamiento del vínculo destructivo que nos conecta como
individuos en sociedad, simplemente está y somos parte de ella.
En
respuesta a ésto nos encontramos frente a un personal médico y de enfermería
que por razones de desconocimiento, por carácter defensivo, por
despersonalización, burnout, etc, se encuentra desvinculado emocionalmente con
el paciente y con la realidad que a éste le aqueja e incurre en frases tales
como: “si ése paciente pudo tolerar el dolor de una bala, puede aguantarse
ahora sin analgésicos” u “otra vez ésta paciente con lo mismo, parece que le
gusta que la golpeen”, lo que denota una ausencia de concientización de sus
propios prejuicios, promoviendo la estigmatización y discriminación del
paciente hospitalizado.
Sin
ánimo de hacer juicios de valor, por el contrario mi intención va dirigida a
hacerme preguntas en la misma dirección: psicólogos y psiquiatras: ¿Cuán conscientes estamos de cómo vivimos, percibimos e interpretamos los eventos
violentos que nos circundan? ¿Cuáles son nuestras apreciaciones sobre las
personas que conviven en contextos violentos? ¿Tenemos preconcepciones, juicios o prejuicios asociados? ¿qué podemos ofrecer como gremio para realizar
un mejor abordaje psicoterapéutico adaptado a las características del contexto en
el cual nos encontramos hoy día? Y: ¿qué
aspectos en cuánto a los objetivos que
persigue la psiquiatría de enlace podrían modificarse para ejercer una
práctica más ajustada a la realidad del sistema de salud actual?
Finalmente, podría decirse que según
las estadísticas (OVV, 2016) Venezuela es uno de los países más violentos en la
actualidad debido, entre otras cosas, a la ausencia de institucionalidad y
sería absurdo pensar que, al recuperarla, se revertirían los dramáticos
indicadores de violencia y se encauzaría a nuestro país hacia una convivencia
pacífica. Sin embargo, queda sobrentendido que la violencia se ha convertido
en un problema de salud pública en Venezuela, y por ello el sistema de
asistencia sanitaria funge como órgano receptor y contenedor de las secuelas de
esta dinámica social, donde nosotros, promotores de la salud, tenemos mucho
trabajo por hacer.
Referencias Bibliográficas
Observatorio Venezolano de Violencia
(2016). Encuesta Latinobarómetro y delincuencia: mejora la
victimización del crimen pero sigue el miedo.
Venezuela: Caracas
La única solución es volver a los valores morales dentro de la familia, y eso se necesita educación, darle herramientas para cambiar la dinámica familiar. Parece que al gobierno les conviene la violencia, es darle a la gente un toque de queda sin que se vean ellos involucrados y mantener la resignación por miedo.
ResponderEliminarEMIRO MARCANO MAZA ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarBuenas tardes Franklin, leí el ensayo de Estela Castillo sobre la violencia que publicaste. Me encuentro en Panamá, invitado por un hijo. Y viendo la diferencia de este pequeño país con el nuestro, rico en todo: petróleo, cientos de minerales, agua abundante, tierras fértiles y gente de primera calidad, pero donde sus gobernantes son unos ignorantes, analfabetos, sin sentimientos desconocedores del arte de gobernar, cuyo único interés es enriquecerse y la sociedad sigue en una actitud cómplice, masoquista sin un líder que movilice las masas para el reclamo de sus derechos. Y también, ¿dónde está la Sociedad Venezolana de Psiquiatría que está ciega y sorda ante la realidad planteada por la Psicóloga Estela Castillo?
Desde aquí, a pesar de todo lo malo de Venezuela te deseo feliz navidad y un año diferente a todos estos 16 anteriores. Un abrazo.