lunes, 10 de septiembre de 2012

PODER Y VIOLENCIA (I)


 
Nelson Hamana

 

         En los tiempos que vivimos, se han producido en Venezuela gran cantidad de manifestaciones en contra de la actuación arbitraria de su gobierno, todas ellas justas y respondidas con un “porque me da la gana” triste y patético porque piensan que la única postura legítima es la de la clase gobernante  que tiene derecho a cualquier actuación, de acuerdo o en contra de la ley, particularmente en lo que se refiere al bienestar económico, con lo que ponen en evidencia la debilidad de su sin razón.

 

         Como esta situación no es novedosa y no es extraña entre nosotros, sino que se trata de una reducción al absurdo, es conveniente preguntarse si se trata de un fenómeno particular o universal esta relación de poder y violencia.

 

         En esta relación se nos muestra, a nuestro entender, una verdad “clara y distinta” y es así porque todos los ejercicios del poder involucran la violencia, en este sentido es importante destacar los conceptos del  Sociólogo  Max Weber [1]: “ … un Estado es una comunidad humana que se atribuye (con éxito) el uso legítimo de la fuerza física dentro de un territorio dado”. Sin duda es una visión liberal, pero es el retrato de las formas en la que este ha sido organizado por los controladores de la sociedad desde tiempos inmemoriales. “El Estado es una relación de hombres que dominan a otros hombres”.[2]

 

         La Biblia da cuenta de estos instrumentos de dominación particularmente en el pueblo judío, oprimido desde fuera por pueblos con mayor capacidad militar y desde adentro por sus propios gobernantes; esta sumisión se extendió a todos aquellos pueblos débiles militarmente, pero con recursos  o con población competente para el trabajo que se tomaba y se toma en términos de esclavitud, aun cuando se disimulan en el tiempo con los llamados “privilegios laborales”.

 

Nuestra visión más influyente y concreta, en la historia “culta” de occidente, es la del Imperio Romano, dominador de pueblos e individuos, que se extendió hasta sus hijos feudales y monárquicos, quienes  mantuvieron las formas de la dominación como instrumentos explícitos, con una intención civilizadora sin duda, pero con las visiones particulares de los ungidos por los dioses.

 

Esta orientación se mantiene hasta la Revolución Francesa, quien proclama que todos los hombres nacen iguales y que debe producirse una “relación racional de pueblos e individuos”.

 

         Aun con esta proclama, los argumentos fundamentales de los grupos de poder eran o bien la fuerza militar, como imposición abierta, donde no se daban razones, o el poder de la ley, donde se daban razones pero no se atendía  a los hombres, en tanto que solo pretendían garantizar la estabilidad del Estado, en contraste con la sociedad llana que no lograba funcionar en base a conceptos sino en medio de las necesidades humanas de la vida diaria.

 

          El dominio era necesario para el aumento del poder económico y del prestigio militar, ambos ídolos de los Estados que aún sobreviven en nuestra civilización; los ciudadanos son reducidos a siervos del progreso, donde las relaciones inter-personales se rigen por la voluntad del amo a quien sirven y por los parámetros de una sociedad que era y sigue siendo jerarquizada, particularmente en los privilegios las posesiones y los derechos.

 

         El resultado de la violencia contra la vida cotidiana, sumergida en la dominación, la humillación y la explotación, con ciertos rasgos de permisividad a la acción popular, pero sesgada hasta en sus más altas esferas por las contribuciones imperiales de las confesiones religiosas, que protegían más sus intereses económicos y su poder terrenal que la verdad del Dios que proclamaban. Sobre este tema ha sido escrita una hermosa novela: “La Catedral del Mar” [3], que relata hechos acaecidos en la Barcelona, del Siglo XIV, cuando se construyó esa maravilla de Arte Gótico, atribuida a Berenguer de Montagut, en memoria de Santa María del Mar; en ella se narra no solo el sufrimiento popular, sino la motivación y el substrato económico de la conquista y la dominación monárquica, que no respetaba ni siquiera los lazos familiares.

 

         Lo que quiso cambiar la Revolución Francesa no solo fue esa relación de los Estados entre sí, tanto más guerreros en tanto que eran más diversos y con economías mas precarias.. Pero las relaciones del poder interno del Estado, fueron pensadas en término de individuos, limitados por el pensamiento ilustrado, a la posibilidad única de la razón reflexiva, convirtiendo al hombre en una máquina que solo atendía  a las leyes de la lógica y a los métodos matemáticos lo que les permitía la dominación del mundo y la eternidad; excluyendo otras formas de conocer, con lo que dejaban afuera aspectos de la constitución de la persona, como era el amor en la relación que no puede ser reducida a los términos del conocimiento reflexivo. Se dirigieron solo al hombre como individuo, capaz de integrarse a la sociedad por sus capacidades lógicas, dejando afuera los componentes estéticos del conocimiento que corren desde los no instruidos hasta los artistas, que son capaces de construir en sus expresiones esa relación de amor con el otro y con lo otro y  la posibilidad de la fe confiada, en medio de sus limitaciones humanas. Excluyeron la constitución fraternal y filial del hombre.

 

         Esta construcción del gobierno y de la relación social, sobre un fundamento más ideológico que universal, soportado sobre intereses sectoriales, que aun cuando se sostienen menos en privilegios de cuna y de sangre noble no llegaron a ser más justos y generosos, y además no resolvieron los problemas que hoy seguimos padeciendo. En resumen, se construyó una sociedad en torno a la materialidad del espacio y el tiempo, teórica y conceptual.

 

         Esta limitación del hombre a su materialidad racional lo puso ante una falsa disyuntiva, o la razón de la Ciencia o la sin razón de la Fe fundados en el supuesto de unas  Idolatrías del Universo, determinantes para el hombre, que se hacían veraces por  un arrollador progreso de la ciencia cuyo método era el de las demostraciones y validaciones, con lo que se construyó una oligarquía del conocimiento, que aún hoy en día se niega a percatarse de que los fundamentos de legitimación de la verdad científica parten de Paradigmas que son fulguraciones estéticas que nos hacen cambiar la mirada.[4], que actúan como una red donde se van tramado los fundamentos de la evidencia. [5]

 

         La introducción de la concepción de Pueblo al manejo del poder y el problema de la opinión independiente, cambió el rostro, no de la justicia y el servicio, sino por la necesidad de manejar la opinión, utilizando la fuerza coercitiva, o la seducción del bienestar, generando nuevas formas de esclavitud, mediante la ilusión del progreso indefinido de la organización social o con el progreso eterno de la ciencia, con lo que se reavivaron los ídolos que siempre han estado en el centro de la sumisión de la sociedad débil y están claramente señalados en el evangelio (Lc 32,22) [6] en la narración de las tentaciones en el Desierto.:

        

         La idolatría de los bienes materiales: No solo de pan vive el hombre.

         La idolatría del poder: Adorarás al Señor tu Dios y solo a el darás culto.

         La idolatría de Dios mismo: No tentarás al Señor Tu Dios.

        

         Ya puede hablarse de la muerte de uno de las idolatrías, la de la organización social, la del poder material, representado por el marxismo, que de acuerdo a palabras de Américo Martín, en un programa de radio: “fue la utopía del siglo XX y donde quiera que se aplicó se convirtió en una tiranía” (Citado de memoria).

 

         Pero esta muerte le ha dejado el camino expedito a la otra idolatría, la del liberalismo, que proclama los derechos pero los respeta de una manera muy limitada.

 

         Con estos derechos proclamados se construye la mitología del bienestar ecuménico, que logra una nueva dominación a través de la ilusión del desarrollo, impulsado por la ciencia, terriblemente costosa, en función del dominio y no del servicio, donde se ha desprestigiado lo nobiliario, pero se practica de una manera más sofisticada con la posesión del conocimiento y la tecnología, pero aun con el soporte muy anticuado del prestigio militar y el poder económico, que aún hoy en día provocan guerras de conquista, mezcladas con guerras religiosas. [Alkaeda con el terrorismo y la mentira vs. U.S,A, con la tecnología militar y la manipulación internacional de la verdad. Se trata del Islam contra el Cristianismo  atado al liberalismo; se trata de la “energía de la fé” (más presumida que real) contra la creatividad científica e idolátrica del mundo progresista con su poder de fuego].

 

         Cuando observamos la persistencia de los paradigmas del poder nos resultan duros y dolorosos y tan pronto avanzan en lo humano, vuelven a retroceder no en forma de los ciclos griegos, sino en la depuración de la maldad; se parece al título de una colección de ensayos de Humberto Eco, [7] avanzamos  “a paso de cangrejo”.

 

         Estas idolatrías son patéticas en Latinoamérica[8], donde llegamos a ser esclavos de esclavos, ya que nuestros instrumentos de poder son dependientes, porque lamentablemente la creatividad de la ciencia se nos ha escapado y no podemos pensar en términos universales y nos restringimos a una reflexión de lugareños. Esta perspectiva es bastante injusta, pero no solo estamos limitados en el contacto universal,  sino que tampoco podemos aprovechar las ventajas de nuestro arraigo en lo cotidiano, y por eso nos hemos convertido de manera extraña más en protagonistas del desquite, la envidia y la violencia, que cualquier pueblo “avanzado” que vive de la capacidad de competir y separar.

 

         Llegados a ese extremo, pienso que se está develando un problema de paradigmas, los que se han asumido con las doctrinas liberales economicistas no resuelven los problemas que pretenden resolver en la categoría humanidad y la ineficiencia es la razón por la que se abandonan los paradigmas de la ciencia [9] y también los de los gobernantes, quienes lamentablemente se limitan tan solo con pretensiones de palabras vacías, a defender una alternativa de intereses, para crear nuevas oligarquías, siempre competidoras pero nunca alternativas de las anteriores.

 

El progreso de un nuevo paradigma es lento y tedioso, y solo pequeños grupos logran tenerlo en la mirada, avanza en interminables ensayos y vacilaciones, mientras que la comunidad se mantiene en su visión idolátrica y competitiva, y no bastan palabras  de justicia. El cambio no es un proceso con elementos de evidencias y legitimaciones, se consuma como una fulguración repentina, se trata de entender las necesidades que nos hacen realmente humanos.

 

         Los grupos marginados, no deberían estar deslumbrados por el confort, porque su cultura es de sobrevivencia, sin embargo es patético en Venezuela, donde la carencia de escrúpulos de sus gobernantes y su escasa capacidad para el desarrollo político, convierten los productos de la naturaleza, a los cuales tienen derecho por justicia, en proyectos de mentiras, esperanzas e ilusiones que funcionan de manera semejante a las viejas idolatrías. Sin embargo en el llamado tercer mundo lo que aparenta resignación y entrega, pueden ser las vacilaciones de lo nuevo, pero en algún momento fulgurará el cambio cuando la idolatría se convierta en un riesgo insoportable.

 

         Desde hace tiempo se está hablando del Apocalipsis, pero es tan solo el anuncio del final de un tiempo y puede tratarse de la insuficiencia de los paradigmas del modernismo, que se resisten a ser superados y se debaten en el mundo “global” donde colapsan hasta las economías ejemplares, que agonizan en la defensa de sus sistemas financieros, sin pensar en los dolores de sus ciudadanos. Parece que la “toxicidad” del dinero está asesinando a los ciudadanos y no a los especuladores financieros.

 

         Son problemas que no se resuelven con la resurrección de doctrinas fracasadas, que al fin y al cabo son más doctrinas económicas que humanas y que inevitablemente devienen en tiranías más o menos atenuadas por eufemismos populistas, como lo demuestra la dolorosa historia reciente de América Latina.

 

         Es un problema de realidades y no de verdades o certezas. No se trata de pensar desde afuera del hombre, sino vivirlo desde la aceptación de los sentimientos. Entender que la naturaleza humana se da no solo en la razón, sino también en los afectos, en las pasiones, en las creencias y también en sus prejuicios y sus temores, que nada en el hombre debe ser desperdiciado a riesgo de arrinconarlo en la naturaleza, sin darle la opción de proyectarse hacia la eternidad.

 

         El profetismo no resulta de anunciar el futuro, sino de denunciar el presente, como hacían los profetas de Israel y como hizo Jesús. Los cambios deben tener su propia dinámica y ellas debemos estar atentos para ser creativos. Debemos ser convocados al optimismo que confía en los hombres y en sus formas de vida, no solo en sus razones.

 

         Todo lo podemos resolver en la medida en la que logremos substituir los valores del poder y los privilegios por los del servicio, que no se regula o se legisla, sino que tiene que nacer de un cambio de la mirada, de una transformación humana, destinada a reinar y no a sufrir en la tierra.

 

Podemos finalizar con expresiones de los dos últimos pontífices católicos:

         “No tengáis miedo” (Juan Pablo II a los jóvenes). No tengáis miedo de ser humanos.

         “Soy siervo de los siervos de Dios” (Benedicto  XVI, cuando definió su pontificado). No es una deshonra enjugar las lágrimas de los débiles. No estamos obligados al éxito, el mundo se hará humano cuando nos obliguemos al servicio.

        

         Nuestro destino es El Reino y no la condenación.

 

 




[1] WEBER, MAX. “Ensayos de Sociología contemporánea” , traducido en España, por Mirilla Bofill y editado en Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1972, p. 98
 
[2] WEBER, MAX. Op. cit. p. 99
 
[3]Cf  FALCONES DE LA SIERRA, IDELFONSO. La Catedral del Mar. Plaza Ediciones, Barcelona, 2006
[4]cf. KUHN, TOMAS S. The Structure of cientific revolutions. University of Chicago Press. 1970. 
 
[5]cf  POPPER, KARL R.  Búsqueda sin término. Traducción de Carmen García  Trevidiano. Editorial Teknos. Madrid. 1994
 
 
[6]EVANGELIO DE LUCAS. Biblia de Jerusalén. Descleé de Brouwer. Bilbao, 1998
 
[7]  cf  ECO, UMBERTO. A paso de Cangrejo. Traducción de María Pona Irazazábal. Colección DEBATE.  Random House Mondadori. Caracas. 2007
 
[8]  cf.CELAM  Fe Cristiana y Compromiso  Social. Editado por el Departamento de Acción Social de la CELAM. Lima, 1981
 
[9]  cf. KUHN, TOMAS S. Op. cit.

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