Bernard Reinfeld
(*)
Hace unos años, subiendo por las escaleras del metro, un sujeto de buen aspecto, colocado a mi lado, me advierte: “te acaban de robar”, y a continuación en tono más alto dice: “¡AHÍ ESTÁ EL LADRÓN, AHÍ ESTÁ EL LADRÓN!”, señalando a un joven delgado, que de inmediato, arranca a correr, y que por supuesto, persigo, y con suerte alcanzo, en una corta carrera de unos 50 metros, en medio de una sorprendida (?) audiencia que circulaba por la plaza Altamira de Caracas.
Furioso, lo sujeto por la pechera y lo acuso de haberme robado la billetera, pido que busquen un policía, que no tardan en aparecer, y a los que de forma atropellada expliqué lo sucedido. Procedieron a requisar al jovencito, y ¡oh sorpresa!, no sólo no tenía mi cartera, tampoco algún elemento sospechoso o incriminatorio. De seguidas me disculpé -muy avergonzado- y hasta le ofrecí brindarle un café, con la intención de reparar la afrenta, pero el joven rechazó la invitación y sin aparente rencor, se alejó.
La joven pareja de policías que atendieron diligentemente la bochornosa -para mí- situación, me explicaron luego, lo que me había sucedido, con un cierto aire de condescendencia.
Por si no conocen el modus operandi, paso a resumirlo: En el hurto intervienen al menos tres personas; 1. El Carterista, que te tropieza, y simultáneamente con pasmosa habilidad extrae tu billetera; 2. El Buen Ciudadano, oportuno testigo del incidente, que te notifica y luego señala a un presunto sospechoso; 3. El Distractor, sobre el que recae toda tu atención, mientras los otros dos desaparecen.
Bien, y por qué el cuento de algo que ya debe estar demodé, bueno… creo que utilizaron el viejo truco con todos nosotros.
Para la fecha en que realizo este escrito, en la oposición, se manejan dos posiciones: A) No hubo fraude, pero… es parte de la estrategia chavista, hacernos creer que sí ocurrió, para desalentar a los votantes de la alternativa democrática, y así generar apatía, con miras a las próximas elecciones de diciembre. De acuerdo a esta postura, toleramos que el gobierno nos jugó sucio, antes y durante el proceso electoral, pero no hizo cambios en las cifras, y se respeto la “voluntad del pueblo”.
B) Sí hubo fraude, y lo hicieron en los tres momentos: antes -suficientemente documentado-, durante -ídem al anterior-, y posterior - trasmisión de datos con inversión de resultados-.
La hipótesis B, que es hasta ahora un “pálpito”, se me asemeja al cuento con el que inicié este relato, y ustedes se preguntarán ¿porqué?, bueno… por la misma razón que lo hacían los miembros de las bandas de carteristas: ¡para reírse de ti, después que te habían timado!
Hace unos años, subiendo por las escaleras del metro, un sujeto de buen aspecto, colocado a mi lado, me advierte: “te acaban de robar”, y a continuación en tono más alto dice: “¡AHÍ ESTÁ EL LADRÓN, AHÍ ESTÁ EL LADRÓN!”, señalando a un joven delgado, que de inmediato, arranca a correr, y que por supuesto, persigo, y con suerte alcanzo, en una corta carrera de unos 50 metros, en medio de una sorprendida (?) audiencia que circulaba por la plaza Altamira de Caracas.
Furioso, lo sujeto por la pechera y lo acuso de haberme robado la billetera, pido que busquen un policía, que no tardan en aparecer, y a los que de forma atropellada expliqué lo sucedido. Procedieron a requisar al jovencito, y ¡oh sorpresa!, no sólo no tenía mi cartera, tampoco algún elemento sospechoso o incriminatorio. De seguidas me disculpé -muy avergonzado- y hasta le ofrecí brindarle un café, con la intención de reparar la afrenta, pero el joven rechazó la invitación y sin aparente rencor, se alejó.
La joven pareja de policías que atendieron diligentemente la bochornosa -para mí- situación, me explicaron luego, lo que me había sucedido, con un cierto aire de condescendencia.
Por si no conocen el modus operandi, paso a resumirlo: En el hurto intervienen al menos tres personas; 1. El Carterista, que te tropieza, y simultáneamente con pasmosa habilidad extrae tu billetera; 2. El Buen Ciudadano, oportuno testigo del incidente, que te notifica y luego señala a un presunto sospechoso; 3. El Distractor, sobre el que recae toda tu atención, mientras los otros dos desaparecen.
Bien, y por qué el cuento de algo que ya debe estar demodé, bueno… creo que utilizaron el viejo truco con todos nosotros.
Para la fecha en que realizo este escrito, en la oposición, se manejan dos posiciones: A) No hubo fraude, pero… es parte de la estrategia chavista, hacernos creer que sí ocurrió, para desalentar a los votantes de la alternativa democrática, y así generar apatía, con miras a las próximas elecciones de diciembre. De acuerdo a esta postura, toleramos que el gobierno nos jugó sucio, antes y durante el proceso electoral, pero no hizo cambios en las cifras, y se respeto la “voluntad del pueblo”.
B) Sí hubo fraude, y lo hicieron en los tres momentos: antes -suficientemente documentado-, durante -ídem al anterior-, y posterior - trasmisión de datos con inversión de resultados-.
La hipótesis B, que es hasta ahora un “pálpito”, se me asemeja al cuento con el que inicié este relato, y ustedes se preguntarán ¿porqué?, bueno… por la misma razón que lo hacían los miembros de las bandas de carteristas: ¡para reírse de ti, después que te habían timado!
*Psiquiatra
Twiter: @reinmont
Correo-e: reinmont@gmail.com
Veamos como le explico.
ResponderEliminarSe trataba de que cada uno de los que votó en febrero llevara dos votantes y le hicimos entender a Capriles que así lo hariamos.
El por su parte estuvo de casa en casa y de ciudad en ciudad ofreciendo un discurso de futuro, de un propósito claro y de una denuncia permanente.
Cerca de doscientas mil personas se ofrecieron para ayudar y acudimos noventa mil.
Las zonas economicamente privilegiadas tuvieron una abstencion superior al promedio.
Quien timo a quien?
No es más adecuado pensar que la economia de sobrevivencia tiene atrapados a ocho millones de venezolanos.
A cuantos de esos convenció Ud. de que ese razonamiento produce comida para hoy y hambre para mañana como decimos los viejos.
A cuantos va a entusiasmar para que voten por el Gobernador el 16 de diciembre.
Le garantizo que no es viendo televisión como se cambia un gobierno.
Es verdad que no cumplimos con el candidato, quizá por asumir una postura triunfalista, y por ello nos confiamos ingenuamente. También subestimamos al contendor, y no pensamos en las múltiples estrategias, que nos tenían preparadas. No hubo timo, de nuestra parte, fuimos negligentes.
ResponderEliminarCreo que la diferencia entre uno y otro bando es solo cuestión de honestidad, nos faltó malicia,y nos sobró pereza.
MIENTRAS estemos convencidos de que los malos son los otros y nosotros unos niños de pecho, seguirán ganando los más tramposos. A ver que te parece, Bernardo, esta reflexión que me tortura cada mañana: Si yo tengo una verdad y el otro tiene una distinta, lo único útil que puedo extraer es que los dos estamos equivocados....
ResponderEliminarYa hay una convicción que se va generalizando, este tipo de enfrentamiento solo puede ser resuelto por el perdón y la reconciliación.
ResponderEliminarA una actitud de este tipo no se le puede hacer trampa.
Hay una sentencia en el evangelio: Pongan la otra mejilla, que es una forma terrible y dramática de conjurar el mal. No responder al mal con mal sino con el intento de restituír al perverso en su humanidad perdida es una forma dramática de convertir el mal en bien.
Este esfuerzo le dió resultado a Mandela y a Tutu en Africa del Sur.