ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ (*)
Es natural que mucha gente se sienta desconcertada, sorprendida e indignada con lo que está ocurriendo en el país. No entienden por qué tanta gente –la mitad de la población, al parecer– apoya al peor gobierno que hemos tenido a lo largo de la historia. Es inexplicable que toda esa gente no vea lo que ven los demás, la desastrosa conducción política de los últimos dieciséis años. Una gestión gubernamental que, de manera visible e imposible de ocultar, ha llevado el país a la ruina, o muy cerca de ella, de suerte que todos los graves males de la llamada cuarta república no solo se han mantenido, sino que se han agravado considerablemente. Esto es en particular notorio en algunos aspectos, como la corrupción, que hoy ha alcanzado unos niveles inauditos. Y es solo un ejemplo, mas no es el único flagelo de la actual administración pública.
Lo que sí me parece injusto es que se pretenda echar sobre los hombros del pueblo la culpa de lo que ocurre, por “aceptar” la presencia de un gobierno de tal tipo. Hay quienes dicen que el pueblo venezolano es cobarde, inmoral, irresponsable, por haber permitido la permanencia de tal gobierno sin hacer nada por quitárselo de encima.
La historia desmiente esas apreciaciones. Quienes así opinan olvidan que el gobierno, cualquiera que sea su signo, tiene todos los recursos para mantenerse en el poder. A partir de noviembre de 1952, cuando la dictadura pérezjimenista cometió el más grande fraude electoral que hayamos conocido, el pueblo venezolano entró en una etapa de inmovilidad ante los desmanes de la dictadura, de modo que cualquiera podría pensar que estaba conforme con ella y la apoyaba. El 1º de enero de ese año nadie sospechaba que el gobierno estaba en dificultades, y por eso sorprendió a todo el mundo el alzamiento de la Aviación, rápidamente frustrado. Aunque todo el pueblo lo celebró en sus casas, nadie salió a apoyar a los aviadores insurrectos. Sin embargo, veintiún días después, el 21 de enero, el pueblo de Caracas –el resto del país permaneció alerta, pero en paz– se lanzó a las calles, declaró la huelga general y obligó a los militares opuestos a Pérez Jiménez a manifestarle su repudio, ante lo cual el dictador no tuvo otra salida que huir del país.
La política tiene su dinámica propia, y en ella los hechos no ocurren cuando la gente quiere que ocurran o cree que deben ocurrir. Pero ocurren, a su debido tiempo y dentro de sus circunstancias. Si de algo puede estar seguro el pueblo venezolano es de que un gobierno como el actual no puede durar indefinidamente. Su caída, de una u otra manera, es inevitable. Lo impredecible es cómo y cuándo.
(*) Publicado originalmente en Tal Cual. Viernes 12/9/13
Paciencia piojo que la noche es larga. Este gobierno tnemos que verlo como un enema (lavado) que aun no logra limpiarnos las tripas, pero llegará el momento y espero que no nos dejen las lombrices que nos quedaron después de Perez Jimenez, a ver si no recaemos.
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