martes, 5 de julio de 2016

LOS ENIGMAS DE CALDERA:

Poniendo las cosas en su sitio
                                                                                                                                                                                                       


                                                                                




Parece que la suerte de una vida dedicada al servicio, es hacerse procelosa y poco agradecida por aquellos a quienes sirve.
En torno a Caldera se han tejido varias aseveraciones cuyo origen es misterioso, pero que han pasado a ser parte de la leyenda urbana y que de acuerdo a lo que pude ver como testigo de excepción no se corresponde ni de cerca con la realidad.
Debo aclarar que fui beneficiario del sistema de Educación Pública en mis tiempos universitarios porque era la manera de hacerlo y de cumplir con mi responsabilidad de ciudadano. No fui nunca funcionario administrativo del estado, no era esa mi vocación ni estaba preparado para ello, mi servicio a la política se hizo siempre a expensas de mi patrimonio, no fui alto dignatario,  no fui amigo ni del Presidente ni de su familia y si lo vi personalmente fue para prestarle algún servicio político o por coincidir en algún evento social fortuito, pero sí seguí, desde 1958 hasta su muerte, la coherencia de su vida pública y siento la necesidad de hacer justicia.
Esta aclaratoria la intento para localizar con precisión el valor de mi opinión.
No pretenderé que Caldera fue el único que hizo grandes esfuerzos por la libertad, eso lo hicieron muchos, una gran concurrencia de esfuerzos, ni siquiera fue el único vituperado, eso ha sido una triste costumbre de nuestra política y parece que la de todo el continente y siempre he tenido la impresión de que hay quienes apuestan al fracaso, para luego llorar sus consecuencias.
Resaltaré solo cuatro de los grandes reclamos que en algún momento se le ha hecho a sus gestiones y da la impresión de que sólo atendió a su vanidad o a su capricho y que no ocurrió otra cosa durante sus mandatos.





EL CRIMEN DE LA EDUCACION TÉCNICA.
La Escuela Técnica Industrial de los Chaguaramos era un rincón en el campus de la U.C.V. separado por una cerca ignominiosa, símbolo de la discriminación  entre el que es preparado para crear con las manos y el que lo es para crear con las ideas. De allí salió a su propia sede bajo el nombre de quien nos hizo más fácil y barato comer nuestras arepas. Dejó de ser un centro productor de carne de cañón para la lucha política donde solo se fabricaban bombas incendiarias a ser un centro para llenar el sueño de los jóvenes que querían cargar en sus hombros al país.
La educación técnica adquirió rango universitario y la Educación Secundaria Diversificada derrumbó el escollo para el joven que por la premura del trabajo debía abandonar los estudios y se eliminó el dilema de “Doctor o Ladrón”, estigma rescatado en la actualidad por las manos de una izquierda que no se entiende ella misma. Lo que no funcionó es culpa de los prejuicios y no de los conceptos, pero desde entonces explotó la educación en Venezuela y las grandes concentraciones de estudiantes hasta altas horas de la noche, haciendo esfuerzos admirables, son el fundamento de nuestra esperanza como país. No olvidemos que la dignidad que otorga el conocimiento es un fuerte obstáculo para el avance del totalitarismo o del autoritarismo. No hay dictadura sin ignorancia.
Por supuesto que no era el único factor ponderable, pero en un mundo donde se exigía una modernización tecnológica para el desarrollo, se dejaría de lado al que no estuviera preparado para asumirlo y no habría espacio ni para la legislación laboral ni para la humanización patronal.
En  Alemania los que hicieron posible el prodigio del automóvil egresaron de Institutos Tecnológico y los filósofos y teólogos salieron de sus Universidades,  no había dignidades sino diferencias. Considerar el título universitario  como nobiliario es una gran necedad, lo que varía es el rango de la responsabilidad.
Sin embargo también en este punto se extendió en tareas prodigiosas y por una Escuela Técnica que mudó de sitio abrió la Universidad Simón Bolívar de hermoso diseño y envidiable ubicación que fue pensada para la tecnología y logra enseñar filosofía y que tuvo y tiene un innegable prestigio y extendió la enseñanza superior a cada capital de Estado; ya no hay que viajar a Caracas para ser doctor.





EL DISCURSO DEL 4 DE FEBRERO, UN  CRIMEN OPORTUNÍSTA.
Más que injusta es una afirmación temeraria y peligrosa y por supuesto en nada se parece a esa muy aplaudida exigencia de “mueran los golpistas” proferida por un triste dirigente de menguado prestigio que debió dar con sus tristes huesos y su generosa fortuna en Florida.
No se trataba de sentenciar o no la legitimidad de un golpe de estado, quien ha vivido y sufrido por la democracia no se hace esa pregunta, pero sí quiere saber  porqué ocurrió.
No puedo invocar mi autoridad, porque soy un total desconocido, pero sí la de Luis Castro Leiva, el mejor filósofo de la política que ha tenido Venezuela en nuestros tiempos, quien en un análisis de dos memorables discursos, el del Caracazo y el del Golpe, estima que con ellos Caldera demostró su vocación republicana.
Hay dos preguntas que nuca recibieron repuesta:

  1. ¿Como es posible que después de 40 años de democracia haya sido posible un intento militar de fuerza?
  2. ¿Como es posible que esto ocurriera sin que hubiera una sola manifestación popular?
Si bien es cierto que los primeros gobiernos posteriores al 58 sufrieron intentos militares fueron también numerosas las inmolaciones en defensa de la democracia y hay quienes recuerdan a los civiles apostados en los alrededores de Miraflores para impedir el paso de los tanques, reedición del plantón de las señoras en los tiempos del 321 del maestro Prieto para obligar a Betancourt.
Los hechos del 92 fueron extraños y confusos, da la impresión de que hubo muchos que entraron y salieron, que hablaron y callaron, que se comprometieron y cedieron y que se conjuraron y luego se escondieron tras juramentos de lealtad y hubo quienes sobreestimaron la fuerza de la innegable popularidad presidencial.
Caldera solo se dio cuenta y empezó a preguntar por qué. Él sabía que el virus del populismo era deletéreo para la democracia,  se arriesgó poniendo en juego su prestigio y tenía razón. No se podía pasar como un incidente ocasional, quiso llamar la atención sobre algo que podía ser arrollador y lo fue.
No se trataba de criticar las políticas económicas, pero sabía que una vez atrapados en las redes de los cobradores no podríamos salir de ellas y que serian asfixiantes y dolorosas y hasta el cobrador tuvo que entender que si mataba a la gallina no podía recoger los huevos y Caldera tuvo que someterse con el sabor amargo de la desesperanza y la tristeza, como parece que quieren ceder los que nos gobiernan a riesgo de caer en manos de los chinos, acreedores de muy mala fama y menor piedad.
No se puede pedir sacrificios a un pueblo hambriento que está viendo romperse las costuras de las alforjas repletas pero mal jugadas en la gallera. ¿Quién traicionó entonces? ¿El Pueblo a la Democracia o la “Democracia” al pueblo? Esa es la pregunta fundamental que no se contesta mandando matar a los golpistas.

EL DIABLO SUELTO, UN CRIMEN IMPERDONABLE.

Atender a la voz del pueblo aunque el pueblo se equivoque es una consigna muy actual y muy real, y fue lo que Caldera quiso expresar a las puertas de su comando cuando perdió unas elecciones.
Fue liberado un golpista menguado, feo y parlanchín en cuyo carril se montaron los oportunistas que ahora “lloran como mujeres lo que no defendieron como hombres”.
Caldera no fue quien lo dejó hablar en El Ateneo, entonces dirigido por la que era esposa de uno de los llorones perseguidos, ni tampoco se entusiasmó cuando él ofreció en su discurso cortar cabezas de adversarios, ni lo entrevistó en televisión, ni para hacerse el gracioso renegó de sus antecedentes de parlamentario democrático o por el que con pinta de patiquín de los años 30 pensó que le lloverían del cielo los negocios y luego lo dejaron con los crespos hechos.
Los que detentaban el poder económico quisieron repetir lo de Castro y Gómez. Les salieron mal las cuentas porque le salieron igual de voraces los compadres y solo se lograron anotar los que llegaron a tiempo para repartir la torta. Chávez llego al poder de la mano del Este resentido, no del Oeste sufriente y adolorido; luego funcionó el populismo y la torta se volteó, para algunos: que no por todos.






LA MUERTE DE LOS DELFINES ¿CRIMEN O SUICIDIO?



Con Oswaldo Álvarez Paz
Con Eduardo Fernández







Parece que no basta ser ungido para tener liderazgo. La fuerza en la política no se hereda, se construye. No basta estar a la vera del maestro para tener la ciencia, no basta caminar a su lado para vivir en su escuela.
La Democracia Cristiana es nítida en sus propósitos, es un compromiso profundamente humano pero radical, es ante todo una forma de vida presentada como opción de poder político, no es una doctrina liberal, no le da preeminencia a lo económico, sino que establece pautas dinámicas, ajustadas al tiempo cuyo único propósito es promover al hombre como constructor de la sociedad.
El gran mérito de la Democracia Cristiana en Venezuela, fue el de introducir los programas de gobierno en el debate electoral, fue el de hacer públicos sus propósitos y aspiraciones. El cumplirlos entra en la ciencia de lo posible y en el respeto a la diversidad y las diferencias que son obligatorias en una sociedad democrática.
Renegar de los principios para obtener el poder además de inútil es contraproducente, y nos convierte en nuestros propios adversarios y tarde o temprano se vuelven en contra de quien lo practica y si se trata de una autoridad pública puede provocar conmociones como las que sufrió Carlos Andrés Pérez, que han llevado al colapso de la República, tal como se esperaba de manos del oportunismo primero y del rencor después.
Creo que sus delfines se confundieron. Contaron con un apoyo incondicional y se equivocaron: a un hombre como Caldera, que había optado por el camino incómodo de la política, el tratar de imponerle la estructura de una organización fue una vana pretensión, porque lo retaron a enfrentar sus proyectos, lo hizo y los venció, cayeron y con ellos cayeron pedazos de la democracia, pero Caldera la montó en sus hombros y muy pocos le ayudaron a llevarlos y fueron bastantes los que muy pronto lo abandonaron haciéndole honor al mote que entonces les pusieron.
Fue un grave error no haber intentado entonces la reconciliación y a lo mejor no hubiera tenido resultados, lo prudente hubiera sido partir de acuerdos, ser consecuentes con la historia y no precipitar los acontecimientos.
El partido de Caldera se caracterizó por las disputas entre líderes que no rompían su armonía, solían estar juntos aunque fuera para rezar el rosario, frase que alguien le atribuyó a Betancourt cuando enfrentaba las disoluciones de Acción Democrática.

Con Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez

CONCLUSION:
Yo no sé si Caldera fue ambicioso, vanidoso o soberbio, pero como hombre público fue un servidor sin dobleces ni pliegues, fue claro y predecible. Todo el que haya sido formado en los principios cristianos, podía predecir sus repuestas ante cada situación y como las del Evangelio, eran confrontadoras y difíciles, aunque la realidad le haya doblado la cabeza y lo haya sumido en la tristeza en sus ejecutorias de gobernante, que aunque fueron generosas no fueron todo lo que él hubiera querido.

Prefiero pensarlo así para que se me haga más liviana la historia y para sentir que se le hace justicia a un hombre de buena voluntad.

                                                                           NELSON HAMANA H.






Del mismo autor en este blogO nos reconciliamos o nos matamos y Principios para la reconciliación en Venezuela.

1 comentario:

  1. Difícil generar un comentario útil ante lo que se lee en la pantalla, en internet y no se tiene la letra impresa para poder cotejar bien lo que se afirma. Este juicio a la figura del líder político, eje del socialcristianismo en Venezuela, al Dr. Rafael Caldera, merece una previa y honda reflexión, Hay expresiones que confunden, que se emiten como si el lector estuviese bien al tanto de todos los acontecimientos sociopolíticos que ocurrieron durante la larga y fructífera vida del enjuiciado. A Caldera le ha faltado un Manuel Caballero que logró en un libro reivindicar la figura paralela de Rómulo Bethancourt, convenciendo a los ANTI de la avasallante trayectoria del máximo lider de AD. Hay frases, palabras, textos en este ensayo que tienden a confundir o a suponer que el lector conoce los hechos o fue testigo de ellos. Se requiere una segunda explicación para puntualizar ciertas afirmaciones. Los cuatro puntos analizados son de veras importantes pero me suenan confusos, como si se tuviese algo guardado y no se quisiese soltar prenda. En resumen, una excelente aproximación a una de las figuras señeras que aún hoy en día tiene vigencia y que merece, como se ha dicho, una biografía completa y bien documentada.

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